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El Réquiem de Mozart
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Dies irae

15/07/2011 13:35
Dia de la ira



El dia de la ira... o sea, el dia del juicio final, en el que Dios Todopoderoso (Pantocrátor) nos juzgará a todos los mortales, indicándonos lo que nos hemos ganado en la vida terrenal... el paraiso infinito, o bien las llamas eternas del infierno.

Día de la ira, aquel día
en que los siglos se reduzcan a cenizas;
como testigos el rey David y la Sibila.

¡Cuánto terror habrá en el futuro
cuando el juez haya de venir
a juzgar todo estrictamente!

La trompeta, esparciendo un sonido admirable
por los sepulcros de todos los reinos
reunirá a todos ante el trono divino.

La muerte y la naturaleza se asombrarán,
cuando resucite esta criatura
para que responda ante su juez.

Aparecerá el libro escrito
en que se contiene todo
y con el que se juzgará al mundo.

Así, cuando el juez se siente,
lo escondido se mostrará
y no habrá nada sin castigo.

¿Qué diré yo entonces, pobre de mí?
¿A qué protector rogaré
cuando ni los justos estén seguros?

Rey de tremenda majestad,
tú, que salvas gratuitamente a los que hay que salvar,
sálvame, fuente de piedad.

Acuérdate, piadoso Jesús,
de que soy la causa de tu calvario;
no me pierdas en este día.

Buscándome, que te sentaste agotado y
me redimiste sufriendo en la cruz;
no sean vanos tantos trabajos.

Justo juez de venganza,
concédeme el regalo del perdón
antes del día del juicio.

Grito como un reo y
la culpa enrojece mi rostro.
Perdona, Señor, a este suplicante.

Tú, que absolviste a Magdalena
y escuchaste la súplica del ladrón,
me diste a mí también esperanza.

Mis plegarias no son dignas;
pero tú, al ser bueno, actúa con bondad
para que no arda en el fuego eterno.

Colócame entre tu rebaño
y sepárame de los machos cabríos,
situándome a tu derecha.

Tras confundir a los malditos,
arrojados a las llamas voraces,
hazme llamar entre los benditos.

Te lo ruego, suplicante y de rodillas,
el corazón acongojado, casi hecho cenizas:
hazte cargo de mi destino.

Día de lágrimas será aquel renombrado el dia
en que resucitará, del polvo
para el juicio, el hombre culpable.
A ese, pues, perdónalo, oh Dios.

Señor de piedad, Jesús,
concédeles el descanso. Amén.
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