Uy! Ese poema de Maiakovski lo posteé yo acá hace una pila de años,
Me da vergüenza ajena que recién ahora que les toca de cerca se preocupen por la libertad de expresión, cuando antes siempre atacaron y se quejaron de los que se quejaban de la falta de libertad de expresión.
Y porque no dijimos nada
ya no podremos decir nada.
La primera noche
ellos se acercan y cogen una flor
de nuestro jardin,
y no decimos nada.
La segunda noche
ya no se esconden
pisan las flores, matan a nuestro perro
Hasta que un día
el más frágil de ellos
entra solo en nuestra casa,
nos roba la luna, y
conociendo nuestro miedo
nos arranca la voz de la garganta.
ya no podremos decir nada. Maiakowski, poeta soviético, 1893-1930
AZUL MARINO Nada podrá impedir que me derrame, que me vierta, que llueva sobre ti.
...Y tus ojos vendrán, de alucinado. Tus ojos negros tan, tan negro. Azul marino.
Ven. No pierdas el tiempo. Cada noche se escapa victoriosa y vencida para los dos, si duermes y no me estás soñando, como es que yo te sueño.
Y ha de venir la hora en que nuestros días cifren en los números rojos.
Nada podrá impedir que me derrame. Lloveré sobre ti con lo que quede de mí después de ti. ANA ARES
Seré tuya sin ti el día que los sueños alejen de mi senda tu mente creadora, el día que tu sed no pueda limitarse al hueco de mis manos. ¡Seré tuya aún sin ti! Dejaré de merecerte en la cuna encendida que tejieron mis besos. Se borrará en tus labios la forma de los míos, y el cielo de tu vida tendrá un color distinto al de mi corazón. Pero sabré ser tuya sin nublar tu camino con la huella indecisa de mi andar solitario. Me ceñiré a tu sombra, y anudada por ella, te iré dando en silencio lo más puro de mí. ¡Con qué amarga dulzura repetiré, ya sola, esos gestos antiguos que pulió tu mirada! Me seguirás teniendo igual que me quisiste y acunaré en secreto tu amor eternizado. ERNESTINA DE CHAMPOURCIN
Hora de la ceniza
Finaliza septiembre. Es hora de decirtelo difícil que ha sido no morir. Por ejemplo, esta tardetengo en las manos griseslibros hermosos que no entiendo,no podría cantar aunque ha cesado ya la lluviay me cae sin motivo el recuerdodel primer perro a quien amé cuando niño.Desde ayer que te fuistehay humedad y frío hasta en la música.Cuando yo muera,sólo recordarán mi júbilo matutino y palpable,mi bandera sin derecho a cansarse,la concreta verdad que repartí desde el fuego,el puño que hice unánime con el clamor de piedra que exigió la esperanza.Hace frío sin ti. Cuando yo muera,cuando yo mueradirán con buenas intenciones que no supe llorar.Ahora llueve de nuevo.Nunca ha sido tan tarde a las siete menos cuartocomo hoy.Siento deseos de reíro de matarme.
Roque Dalton
El carrer estret i humit l’ocupa l’embalum que fan una nevera rovellada, dos matalassos recolzats al mur, i un sofà i una làmpara trencats. Tot el que queda d’un desnonament. Són restes del futur. Sovint se’n troben en aquests carrers, però ara pensa que potser són restes d’ell mateix el que ha vist. Es gira: un gat s’enfila pel sofà i el mira amb uns ulls verds semblants als d’ella. JOAN MARGARIT
NAUFRAGIOS
La calle, estrecha y húmeda la ocupan estos trastos: un sofá roto y una vieja lámpara, la nevera oxidada y dos colchones que alguien ha apoyado en la pared. Es todo cuanto queda de un desahucio. Son restos del futuro. A menudo se ven por estas calles, y sin embargo hoy piensa que, quizá, son restos de sí mismo lo que ha visto. Entonces vuelve la cabeza: un gato, encaramado en el sofá, le mira como ella antaño con sus ojos verdes.
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