La nariz de pinocho crece
a más madera más ingresos
las casillas se sacan de si mismas
sin más coraje se pierde el juego.
Nos envuelve una doble hélice
girando a costa de engañar
su poder hace de razón falacia
para no reducir su velocidad.
Cuatro papeles no me dan libertad
pues sé por donde se los pasan
quienes aseguran poder respetarla
no me impondrá leyes un criminal
Donde se fue esa dama ciega
quien fue su secuestrador
la principal sospecha esta abierta
un cetro de oro la violó.
La tierra fallece traicionada
fallece tristemente engañada
los hechos no cumplieron
la bonita palabra dada.
Perdería lo propio
si no hubiera distancia
para pensar tu llegada.
Perdería el amor
si no hay ausencia
para apresar tu cercanía.
Porque estoy en ti
hablo
entro
y la visión jamás desaparece.
ELIZABETH SCHÖN
Esa noche la luna fallecía
y la música era una campana
antigua que lloraba
-navegaba, sonaba, explotaba- contra el viento.
Esa noche las águilas nos vengaron
y se volvió vulnerable el tiempo,
como un silencio lánguido
que ocurre en la estación desenfrenada
de la existencia.
Cuando cierras los ojos
tus párpados son aire.
Me arrebatan:
me voy contigo, adentro.
No se ve nada, no
se oye nada. Me sobran
los ojos y los labios,
en este mundo tuyo.
Para sentirte a ti
no sirven
los sentidos de siempre,
usados con los otros,
hay que esperar los nuevos.
Se anda a tu lado
sordamente, en lo oscuro,
tropezando en acasos,
en vísperas; hundiéndose
hacia arriba
con un gran peso de alas.
Cuando vuelves a abrir
los ojos yo me vuelvo
afuera, ciego ya,
tropezando también,
sin ver, tampoco, aquí.
Sin saber más vivir
ni en el otro, en el tuyo,
ni en este
mundo descolorido
en donde yo vivía.
Inútil, desvalido
entre los dos.
Yendo, viniendo
de uno a otro
cuando tú quieres,
cuando abres, cuando cierras
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