Imagina que estás despierta y sin rasguños.
Imagina que es domingo y eres feliz
y la calle es blanca para que vueles hacia un lugar soñado.
Imagínate feliz en playas sin gasolina,
ni lunes acorralados, imagínate
conduciendo sin preguntas.
Entonces corres a sus brazos y los dos se perdonan,
como si os pareciera una historia narrada en tercera persona,
por irreal y por bella.
Imagina que os dais cuenta
de que intentar llevar la razón te quita la paz.
E imagínate que hacéis el amor en cualquier parque
porque la vida así lo pide
y queda a cien metros la casa
y eso es demasiado esperar.
Y ya puestos a elegir
imagina que ese tipo soy yo
que esta página es mi mano
que estas letras son mi voz bajando por tu cuello.
Imagina también que somos otros
porque nos tocamos y todo cambia
y que todo aquel dolor era solo
la antesala de esta vida nueva.
Tal vez así podamos volver a estar juntos
en algún otro lugar y no solo en este poema.
MARWAN (Todos mis futuros son contigo)
Yuigon (último poema de despedida) escrito por Minamoto no Yorimasa, poeta y samurai del clan de los Minamoto, al que se considera el primero en realizar seppuku (harakiri), la práctica del suicidio ritual:
Como un árbol fosilizadodel que no se esperan florestriste ha sido mi vidadestinada a no producir ningún fruto.
¿Cómo me vas a explicar,
di, la dicha de esta tarde,
si no sabemos por qué
fue, ni cómo, ni de qué
ha sido,
si es pura dicha de nada?
En nuestros ojos visiones,
visiones y no miradas,
no percibían tamaños,
datos, colores, distancias.
De tan desprendidamente
como estaba yo y me estabas
mirando, más que mirando,
mis miradas te soñaban,
y me soñaban las tuyas.
Palabras sueltas, palabras,
deleite en incoherencias,
no eran ya signo de cosas,
eran voces puras, voces
de su servir olvidadas.
¡Cómo vagaron sin rumbo,
y sin torpeza, caricias!
Largos goces iniciados,
caricias no terminadas,
como si aún no se supiera
en qué lugar de los cuerpos
el acariciar se acaba,
y anduviéramos buscándolo
en lento encanto, sin ansia.
Las manos, no era tocar
lo que hacían en nosotros,
era descubrir; los tactos,
nuestros cuerpos inventaban,
allí en plena luz, tan claros
como en la plena tiniebla,
en donde sólo ellos pueden
ver los cuerpos
con las ardorosas palmas.
Y de estas nadas se ha ido
fabricando, indestructible,
nuestra dicha, nuestro amor,
nuestra tarde.
Por eso, aunque no fué nada,
sé que esta noche reclinas
lo mismo que una mejilla
sobre ese blancor de plumas
-almohada que ha sido alas-
tu ser, tu memoria, todo,
y que todo te descansa,
sobre una tarde de dos,
que no es nada, nada, nada.
PEDRO SALINAS (Razón de amor)
Era más hermosa que el sol y yo aún no tenía 16 años. 24 han pasado y sigue a mi lado.
A veces la veo caminar sobre las montañas: es el ángel guardián de nuestras plegarias. Es el sueño que regresa
con la promesa y el silbido. El silbido que nos llama y que nos pierde. En sus ojos veo los rostros
de todos mis amores perdidos. Ah, Musa, protégeme, le digo, en los días terribles de la aventura incesante.
Nunca te separes de mí. Cuida mis pasos y los pasos de mi hijo Lautaro. Déjame sentir la punta de tus dedos
otra vez sobre mi espalda, empujándome, cuando todo esté oscuro, cuando todo esté perdido. Déjame oír nuevamente el silbido.
Soy tu fiel amante aunque a veces el sueño me separe de ti. También tú eres la reina de los sueños.
Mi amistad la tienes cada día y algún día tu amistad me recogerá del erial del olvido.
Pues aunque tú vengas cuando yo vaya en el fondo somos amigos inseparables.
Musa, a donde quiera que yo vaya tú vas. Te vi en los hospitales
y en la fila de los presos políticos. Te vi en los ojos terribles de Edna Lieberman
y en los callejones de los pistoleros. ¡Y siempre me protegiste! En la derrota y en la rayadura.
En las relaciones enfermizas y en la crueldad, siempre estuviste conmigo. Y aunque pasen los años
y el Roberto Bolaño de la Alameda y la Librería de Cristal se transforme, se paralice,
se haga más tonto y más viejo tú permanecerás igual de hermosa. Más que el sol y que las estrellas.
Musa, a donde quiera que tú vayas yo voy. Sigo tu estela radiante
a través de la larga noche. Sin importarme los años o la enfermedad. Sin importarme el dolor o el esfuerzo que he de hacer para seguirte. Porque contigo puedo atravesar los grandes espacios desolados
y siempre encontraré la puerta que me devuelva a la Quimera porque tú estás conmigo,
Musa, más hermosa que el sol y más hermosa que las estrellas.
Ella nunca me dijo que sus labios eran alas para un vuelo subterráneo ni que sus ojos podían atacar como enjambres de abejas sin reina
Nunca me dijo que sus pechos eran hostias de una liturgia horizontal
MAURICIO FELLER
FÁBRICAS DE AMOR (I)
Y construí tu rostro.
Con adivinaciones del amor, construía tu rostro
en los lejanos patios de la infancia.
Albañil con vergüenza,
yo me oculté del mundo para tallar tu imagen,
para darte la voz,
para poner dulzura en tu saliva.
Cuantas veces temblé
apenas si cubierto por la luz del verano
mientras te describía por mi sangre.
Pura mía
estás hecha de cuántas estaciones
y tu gracia desciende como cuántos crepúsculos.
Cuántas de mis jornadas inventaron tus manos.
Qué infinito de besos contra la soledad
hunde tus pasos en el polvo.
Yo te oficié, te recité por los caminos,
escribí todos tus nombres al fondo de mi sombra
te hice un sitio en mi lecho,
te amé, estela invisible, noche a noche.
Así fue que cantaron los silencios.
Años y años trabajé para hacerte
antes de oír un solo sonido de tu alma.
JUAN GELMAN
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