Ahora sí. Pueden alzarse
las gentiles palabras
-ésas que ya no dicen cosas-,
flotar ligeramente sobre el aire;
porque estamos nosotros enzarzados
en mundo, sarmentosos
de historia acumulada,
y está la compañía que formamos plena,
frondosa de presencias.
Detrás de cada uno
vela su casa, el campo, la distancia.
(Jaime Gil De Biedma)
Con un trapo y un cuchillo contra la idea fijaContra el toro del miedoContra la tela contra el vacío el surtidorLa llama azul del cobalto el ámbar quemadoVerdes recién salidos del mar añiles reflexivosCon un trapo y un cuchillo sin pincelesCon los insomnios con la rabia con el solContra el rostro en blanco del mundoEl surtidor la ondulación serpentinaLa vibración acuática del espacioEl triángulo el arcanoLa flecha clavada en el altar negoLos alfabetos coléricosLa gota de tinta de sangre de mielCon un trapo y un cuchillo el surtidorSalta el rojo mexicano y se vuelve negroSalta el rojo de la India y se vuelve negroLos labios ennegrecen negro de KaliCarbón para tus cejas y tus párpadosMujer deseada cada noche negro de KaliEl amarillo y sus fieras abrasadasEl ocre y sus tambores subterráneosEl cuerpo verde de la selva negraEl cuerpo azul de Kali el sexo de la GuadalupeCon un trapo y un cuchillo contra el triánguloEl ojo revienta surtidor de signosLa ondulación serpentina avanzaMarea de apariciones inminentesEl cuadro es un cuerpoVestido sólo por su enigma desnudo
Octavio Paz
¿Qué sos sino un triangulito de tierra perdido en la mitad del mundo? ¿Qué sos sino un vuelo de pájaros guardabarrancos cenzontles colibríes? ¿Qué sos sino un ruido de ríos llevándose las piedras pulidas y brillantes dejando pisadas de agua por los montes? ¿Qué sos sino pechos de mujer hechos de tierra, lisos, puntudos y amenazantes? ¿Qué sos sino cantar de hojas en árboles gigantes verdes, enmarañados y llenos de palomas? ¿Qué sos? sino dolor y polvo y gritos en la tarde, -"gritos de mujeres, como de parto"-? ¿Qué sos sino puño crispado y bala en boca? ¿Qué sos, Nicaragua para dolerme tanto?Gioconda Belli
¡Qué entera cae la piedra!
Nada disiente en ella
de su destino, de su ley: el suelo.
No te expliques tu amor, ni me lo expliques;
obedecerlo basta. Cierra
los ojos, las preguntas, húndete
en tu querer, la ley anticipando
por voluntad, llenándolo de síes,
de banderas, de gozos,
ese otro hundirse que detrás aguarda,
de la muerte fatal. Mejor no amarse
mirándose en espejos complacidos,
deshaciendo
esa gran unidad en juegos vanos;
mejor no amarse
con alas, por el aire,
como, las mariposas o las nubes,
flotantes. Busca pesos
los más hondos, en ti, que ellos te arrastren
a ese gran centro donde yo te espero.
Amor total, quererse como masas.
PEDRO SALINAS (La voz a ti debida)
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