CADA VEZ QUE PRONUNCIO TU NOMBRE
Un pájaro aprende a volar
cada vez que pronuncio tu nombre.
Un ciego comienza a entender
la belleza que se esconde en la oscuridad
y a sentir el braile de una espalda llena de lunares.
Un sordo se enamora
de unos labios que,
al parecer,
son los únicos que quiere leer.
Un mudo encuentra más sentido
en una mirada que en una palabra
que no puede pronunciar.
Nace una flor también
cada vez que vuelvo a pronunciarlo.
Y yo,
simplemente,
muero un poco más rápido.
SARA BÚHO
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