Lo fastidioso con las piezas negras es que estaban un poco pegajosas, por culpa de la mermelada que Alcestes siempre tiene en los dedos.
– Comienza la batalla - dijo Alcestes –. ¡Adelante! ¡Bum!
Y adelantó un peón. Entonces yo hice avanzar mi caballo, y el caballo es el más difícil de mover, porque va todo recto y después va de lado, pero también es el más estupendo, porque puede saltar.
– ¡Lanzarote no teme a sus enemigos! – grité.
– ¡Adelante! ¡Ran, pataplán! ¡Ran, ran, pataplán! – contestó Alcestes, haciendo el tambor y empujando a varios peones con el revés de la mano.
– ¡Eh! – dije –. ¡No tienes derecho a hacer eso!
– ¡Defiéndete como puedas, canalla! - gritó Alcestes, que vino conmigo a ver una película llena de caballeros y de castillos en la televisón, el jueves, a casa de Clotario.
Entonces, con las dos manos, empujé también mis peones, haciendo el cañón y la ametralladora, "ratatatatá", y cuando mis peones se encontraron con los de Alcestes, montones de ellos se cayeron.
– ¡Eh, un momento! – me dijo Alcestes –. ¡Eso no vale! ¡Haces la ametralladora y en aquel tiempo no las había! Es sólo el cañón, ¡bum!, o las espadas, ¡chas, chas! Si vas a hacer trampas, no vale la pena jugar.
Como Alcestes tenía razón, le dije que de acuerdo, y continuamos jugando al ajedrez.
Adelanté mi alfil, pero tuve problemas por culpa de todos los peones que estaban caídos en el tablero, y Alcestes, con el dedo, como jugando a las canicas, ¡bang!, lanzó mi alfil contra mi caballo, que se cayó.
Entonces yo hice lo mismo con mi torre, que envié contra su reina.
– ¡Eso no vale! – me dijo Alcestes –. ¡La torre avanza recta y tú la has tirado de lado, como un alfil!
– ¡Victoria! – grité –. ¡Son nuestros! ¡Adelante, valientecaballeros! ¡Por el rey Arturo! ¡Rataplán!
Y con los dedos lancé montones de piezas; era formidable.
– Espera – me dijo Alcestes –. Con los dedos es demasiado fácil; ¿y si lo hiciéramos con canicas? Las canicas serían balas, ¡bum!, ¡bum!
– Sí – dije –, pero no habría sitio en el tablero.
– Bueno, es muy sencillo – dijo Alcestes –. Tú te pones en un lado del cuarto y yo me pondré en el otro extremo. Y además vale esconder las piezas detrás de las patas de la cama, de la silla y del pupitre.
[…] ¡Es una lástima que no hayamos podido continuar, porque el juego del ajedrez es fenómeno! En cuanto haga bueno, iremos a jugar a eso al solar. Porque, claro, no es un juego para jugarlo dentro de una casa ese ajedrez, ¡brum, bum, bum!
"El pequeño Nicolás"
(René Gosciny y Sempré)