El cap, 99 es todo un tratado sobre los sentimientos, intenciones y necesidades de su escritura. Denso y profundo.
"Destruir la literatura... haciendo literatura: es una contradicción básica con la que nos toparemos varias veces. Por el momento, baste con decir que el libro tendrá que ser un compromiso entre dos tipos de escritura. Cortázar no prescindirá de los fragmentos brillantes, magníficamente escritos (aquí, el planto* por Rocamadour, el concierto de Berthe Trépat...) pero sin concentrarse en ellos; al revés, tratando de romper la ilusión dramática justo en el momento en que el lector ingenuo -todos lo somos, en definitiva- está más emocionado... ¿Para qué toda esta labor de tejer y destejer? Simplemente, para romper moldes habituales, prescindir de fáciles efectismos y abrir la novela." (Andrés Amorós)
Bueno, y en el cap 35, Babs se despacha lindo con Horacio: "era el momento justo de decirle a Oliveira lo de inquisidor, de afirmar lacrimosamente que en su perra vida había conocido a alguien más infame, desalmado, hijo de puta, sádico, maligno, verdugo, racista, incapaz de la menor decencia, basura, podrido, montón de mierda, asqueroso y sifilítico." Y flor de sopapo después. Es inevitable la ruptura del Club, Horacio anuncia que se borra.
El capítulo 121 contiene una cita del poeta americano Lawrence Ferlinghetti.
"La obra de este poeta reflejaba muchas veces sus puntos de vista sobre aspectos políticos y sociales. Se dice que las cualidades rítmicas y musicales de la escritura de Cortázar despiertan muchas veces a los conocedores características de la obra de ese poeta. Es por eso que tal vez Cortázar haya escogido esta cita para representar lo importante que son los sueños, algo de gran importancia para Horacio, Cortázar y Ferlinghetti." (José Manuel Ramos)
*Planto: Composición literaria en la que se lamenta la muerte de una persona o la desgracia de una colectividad.
Y vamos con los próximos capítulos (los pongo ahora porque en casa estoy sin internet)
94 - 91 - 82 - 99 - 35 - 121
Qué lindas, qué hermosas notas que han colgado, que tanto enriquecieron la mirada sobre Rayuela como ayudaron a mantener el foro en plena actividad. Pero temblad! Aquí vuelvo con mi costumbre de avanzar de a pasitos.
Me reencuentro con Julio en el capítulo de los cafés, y claro que no conozco todos los que nombra, excepto –creo– el Richmond, que para mí siempre fue “la” Richmond, y que no era el lugar adecuado para filosofar, al menos no en soledad. Pero en fin, el autor le da ese tinte metafísico, como en penumbras, que hace que nuevamente se rompa el límite entre la realidad y los sueños, entre la conciencia y el olvido tan frecuente en la vigilia, vigilia que implica rutina, conformidad y trabajo, cánones de la vida burguesa que son los no-valores de Rayuela. Sigo al cap. 61, unas notas inconclusas de Morelli, una Oración, donde el personaje autor plantea una disquisición, un poco interesante y un poco descabellada, entre el “ser que soy” y la “nada que seré”, y de qué manera salir de esa inexorabilidad… En fin… Y en el 67 vuelve a su problemática, cuando “pesca” justo el instante en que le sobreviene la angustia y la toma por los pelos, planteándola en estos términos: “Náusea, sensación insoportable de coacción. Estoy obligado a tolerar que el sol salga todos los días. Es monstruoso. Es inhumano. Más adelante, en el 83: “La invención del alma por el hombre se insinúa cada vez que surge el sentimiento del cuerpo como parásito, como gusano adherido al yo. Basta sentirse vivir (y no solamente vivir como aceptación, como cosa-que-está-bien-que-ocurra) para que aun lo más próximo y querido del cuerpo, por ejemplo la mano derecha, sea de pronto un objeto que participa repugnantemente de la doble condición de no ser yo y de estarme adherido.” … Y más y más reflexiones sobre lo que es y lo que no es yo, más un corolario sobre el dolor físico como aguijón metafísico, capaz de alejar al alma del cuerpo, hecho que contradice y resume en la frase final: “… meros modos de un complejo cuya unidad está en no tenerla”.
Y a propósito del blues, más reflexiones metafísicas: “¿Por qué a ciertas horas es tan necesario decir: ‘Amé esto…? Amé unos blues, una imagen en la calle, un pobre río seco del norte. Dar testimonio, luchar contra la nada que nos barrerá. Así quedan todavía en el alma esas pequeñas cosas…” (Esto me gustó mucho.)
En relación con el tiempo y la vida de los objetos, de esos que han sobrevivido pero que ya no se usan ni se explican: “Vanidad de creer que comprendemos las obras del tiempo: él entierra sus muertos y guarda las llaves. Sólo en sueños, en la poesía, en el juego –encender una vela, andar con ella por el corredor– nos encontramos a veces a lo que fuimos antes de ser esto que vaya a saber si somos”. También me gustó, me parece un poema en sí (es una morelliana del 105.)
Y el cap. 96, en fin, es una irrupción en la casa de Morelli relatada con un discurso beodo y trilingüe… Ármese de un poco de paciencia y pruebe
En tanto, en la historia de Oliveira y la Maga no pasa nada o casi nada: él tiene la oportunidad de recorrer a solas el “bulín” que ella ha dejado y encuentra un libro que ella estaba leyendo , y en un juego muy “Cortázar”, intercala las líneas del libro con sus reflexiones, a saber para qué. Sí se nota el soberano desprecio de Horacio por Lucía, pero esto ya sobre abunda. En el cap. 142 los miembros del club hablan sobre ella y allí se manifiestan las contradicciones que generó esta mujer en sentimientos y opiniones: desprecio, desconcierto, envidia, descalificación y endiosamiento (más, claramente, una crítica sobre las polarizaciones. Cortázar no es gil: se anticipa a todas las críticas posibles sobre su escritura).
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