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Artefactos,por Nicanor Parra
A la manera del señor Corales,de Chistes paRRa desorientar a la poesía/poesía (pliego en caja con postales; textos de Nicanor Parra y gráfica de diveros artistas plásticos chilenos)por Enrique Lihn
Llegó entonces el lunes.
Recién pasaban las nueve de la mañana y estaba cerca de salir de su casa. Como todos los lunes caminaría hasta el centro de la ciudad, compraría el periódico, se sentaría en el parque, observaría la gente caminar en sentidos contrarios sin siquiera mirarse, sumidos en sus pensamientos… sin percatarse de que las palomas les abrían paso hábilmente evitando ser aplastadas por sus zapatos. Los automóviles correrían sin cesar por la avenida segunda mientras los peatones cruzaban con el rojo de un semáforo abatido por la monotonía de una ciudad que no distinguía el día de la semana.
La rutina marcaba su ritmo a placer, los movimientos automatizados de Mathias eran un ejercicio memorizado. Leía el periódico de atrás hacia adelante, se saltaba los clasificados, se entretenía con el crucigrama, ojeaba los titulares de los sucesos nacionales; nada nuevo, accidentes, asaltos, asesinatos, más accidentes… algo de política. Leía con atención los sucesos internacionales y finalmente observaba la portada. Ejercicio rutinario, memorizado.
En la página 12 de aquel diario había algo que rompía la rutinaria lectura… un anuncio que presentaba un señor gordo con barba pronunciada y en un uniforme deportivo que definitivamente podría ser de unas dos tallas menos que la que le correspondía. El hombre dominaba un balón de futbol y se le notaba una sonrisa en medio de la espesa barba. Detrás de él, tres famosos futbolistas del primer equipo de uno de los mejores clubes del país sonreían y miraban al señor barbudo controlar el esférico.
Al pie de la singular foto rezaba el anuncio:
¡NO SE QUEDE EN LA GRADERIA Y JUEGUE CON SUS ÍDOLOS!
Anímate y participa en la promoción:
¡CONVIERTETE EN UNA ESTRELLA!
El ganador podrá ser parte del banquillo de su equipo preferido en un partido oficial
Demuéstrale al profesor que también puedes brillar
LLENA EL CUPON Y PARTICIPA
Pasaron los días y Mathias siguió su vida automática. El viernes bien podía ser martes, el miércoles bien podía ser lunes. Una aburrida existencia sin emociones, como muchas personas, gastando minutos para ganar segundos, dejando pasar las horas para acumular días. Solo los domingos escapaban al rigor del aburrimiento. Los domingos los diarios publicaban largas secciones de entretenimiento y los crucigramas eran avanzados. Los domingos eran una leve pausa en la rutina avasalladora, aquella que oprime silenciosa como una constrictor dispuesta a matar.
Pronto serían las nueve de la mañana y estaba cerca de salir de su casa. Como todos los lunes caminaría hasta el centro de la ciudad, compraría el periódico, se sentaría en el parque, observaría la gente caminar en sentidos contrarios sin siquiera mirarse, sumidos en sus pensamientos… sin percatarse de que las palomas les abrían paso hábilmente evitando ser aplastadas por sus zapatos…
El teléfono sonó.
-Alo, buenos días –
- Buenos días, ¿Mathias Martínez?- Era una voz tiesa, seca… un tanto ronca
- Si, en que le puedo servir-
- Le hablo del diario El Portavoz, usted ha resultado ganador de la promoción conviértete en una estrella y le estamos llamando para citarle a una reunión en nuestras oficinas el día de hoy-
- Disculpe, no entiendo ¿Con quien hablo? – pregunto extrañado Mathias
- Mi nombre es Arturo Narváez, soy jefe de promoción y estrategia del diario El Portavoz y le llamo para informarle que usted ha resultado ganador de la promoción conviértete en una estrella y para citarle a una reunión en nuestras oficinas el día de hoy – Contesto la estilizada voz
- Disculpe, es que yo no recuerdo haber participado en ninguna promoción– dijo Mathias
- Bueno Mathias, su nombre ha sido publicado hoy como ganador, nos gustaría tenerle por acá antes del medio día y le explicaremos con mas detalle el premio, si viene por favor traiga su identificación y si no se presenta debe entender que nuestra empresa deberá acreditar el premio a otro participante- añadió la ronca voz
- De acuerdo, gracias- dijo Mathias
Se apresuro a buscar el periódico. Ahí estaba, justo en la pagina 12, su nombre resaltaba por su tamaño…
¡Ya tenemos nueva estrella!
El ganador de la promoción
Es
Mathias Martínez Arce
Cuando abrió la puerta del edificio de El Portavoz, sintió un frio entrarle de la cabeza a los pies, quizá generado por el aire acondicionado o quizá por el nerviosismo que le había convertido en su prisionero. Se presentó con la secretaria, que al ver su identificación, le sonreía y le invitaba a pasar a una sala de reuniones amplia y con unas sillas acolchonadas de color negro. Ahí le dieron café, galletas, emparedados. Le presentaron a Arturo Narváez, jefe de promoción y estrategia, a un par de señores de los que olvidó el nombre muy rápido, un abogado y un gerente del periódico. Le felicitaban, le daban papeles para firmar. Le explicaban ciertas condiciones y le daban a firmar otros papeles. Le ofrecían refresco, un patrocinador decían, le daban más papeles.
Aquel lunes fue diferente. Se rompió la rutina. Paso el día entre vasos de refresco, firmas de documentos y advertencias de no mencionar marcas de nada sin consultar con Narváez. En la tarde le presentaron a “Pepe Lobo”, nutricionista y preparador físico. Le tomo medidas, de pies a cabeza, de pulgar a pulgar con los brazos abiertos, de tórax a cuello, de abdomen, de piernas, de espalda…
Terminó el lunes tirado en su cama, extenuado, contando a su incrédula esposa su extrañísimo día. Ella miraba sin ver, oía sin escuchar. Como de costumbre, ponía “atención” cortésmente a su esposo pero sin digerir una palabra.
Tiempo después Mathias contaría su experiencia en una entrevista televisiva, dando detalles íntimos de sus vivencias:
-Estaba seguro de que no jugaría en aquel partido. Yo tenia claro que el premio me permitía ser parte de la concentración, camerino y banquillo del encuentro. Pero de ahí a poder jugar al menos un par de minutos estaba alejado de la realidad. De todas formas yo estaba feliz con el premio. Había pasado dos meses espectaculares entrenando con mis ídolos, me habían entrevistado en todo lado… era una celebridad. Cuando el profe me llama y me dice “vas a entrar”… me quede frío.-
- Creo que estaba consiente de que no era buena idea. Yo no era un profesional, aunque estaba seguro de los más de cincuenta días que me entrené con el equipo, había dado todo de mi, como siempre lo hago.
El entrenador me dijo que quería “que entrara y oscilara entre el diez y el ocho, que esperara en la esquina del área a los laterales y que cuando tuviera el balón le pegara al arco solo si no tenía un compañero cerca para pasarla”. Yo no entendí lo del diez, lo del ocho y lo de los laterales, pero me quedo clarísimo que si me quedaba la bola en los pies le tenía que pegar a marco.
Ya nada fue igual. Los jueves no se parecían a los miércoles, los sábados eran muy diferentes de los viernes. Mejoró su condición física vertiginosamente gracias a los constantes controles de Pepe Lobo que le medía la barriga cada dos horas y le pesaba cada ración de alimento.
Fueron casi dos meses en los que entrenó como un jugador más, cumpliendo condiciones tácticas y físicas como todos los demás. Fue exigido por el técnico, por la prensa y hasta por el público que asistía a los entrenamientos y lo paraba en la calle para recordarle que muchos envidiaban esa oportunidad y que debía rendir al 200% como lo harían ellos.
-Yo sentía que había pasado una eternidad. La pelota no me llegaba ni cerca y aunque el equipo atacaba yo estaba lejos del balón.-
Al fin llegó el día del partido. Mathias estaba físicamente muy bien preparado. El trabajo de Pepe Lobo había sido un gran éxito. La cobertura de la prensa era total, todos querían ver el día en que un aficionado se convertía en estrella. Ya habían pasado dos meses desde el día en que el equipo había inscrito a un jugador que probablemente no utilizaría un solo minuto en el torneo pero que, por razones comerciales, convivió, entrenó y ahora sería parte del banquillo de suplentes del primer equipo.
-Faltaban solo segundos para que terminara el partido. José Pablo se la da a David y yo me metí en la línea lateral, porque me parecía que el profe algo me gritaba sobre las laterales y las esquinas, David se la da a Carlos, yo corría por la lateral hacia la esquina… Carlos corre hacia afuera y me pasa el balón.
-“Si tienes el balón pégale a marco cueste lo que cueste” o al menos eso es lo que recordé en ese momento. Corrí hacia la media luna con la bola cerca del pie, me aleje un poco del área porque me salieron algunas marcas a cerrarme la entrada, Carlos me paso por la espalda y mi marcador dudó. Le pegue con la derecha con toda la fuerza de mi alma… la bola dibujó una línea, viajo por el aire lo que pareció una hora… toco la red, el portero caía sobre su costado… era un go-la-zo.-
-Era imposible descifrar alguna palabra entre tanto bullicio. Aun así mi hija gritaba a todo pulmón algo que contenía las letras “e”, “a” y “o”. Al menos eso me pareció ver en los labios de mi emocionada muchacha antes que los sudados cuerpos de mis compañeros me cayeran encima aplastándome y obligándome a tocar la cara contra el césped. El constante manoteo en mi cabeza, los gritos de “golazo papi”, el griterío ensordecedor… un silbato.-
Todo se tornó borroso y se diluía como el reloj de Dalí.
Se encontró sentado en aquel parque con el periódico en la mano. Un anuncio le tomó por sorpresa y le llamó grandemente la atención.
Presentaba un señor gordo con barba pronunciada y en un uniforme deportivo que definitivamente podría ser de unas dos tallas menos que la que le correspondía. El hombre dominaba un balón de futbol y se le notaba una sonrisa en medio de la espesa barba. Detrás de él, tres famosos futbolistas del primer equipo de uno de los mejores clubes del país sonreían y miraban al señor barbudo controlar el esférico.
Al pie de la simpática foto se leía el anuncio:
Se le escapó una sonrisa burlona mientras cambiaba la página.
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