Sí. Para complicar aún más las traducciones está el tema de los localismos. Pongo de ejemplo algo que sucedió en búho.
En un foro publiqué el cuento "Con mis zapatos color durazno". Varios creyeron que lo había escrito yo y lo criticaron muy mal. Cuando les dije que el autor era J. P. Donleavy giraron para echarle la culpa al traductor. Ese cuento está traducido en la época en que la mayoría de las traducciones al castellano se hacían en Argentina, hoy la mayoría se hacen en España. Si bien hay traductores que traducen más neutro, otros no, y hacen un poco de ruido las obras cuando se usan formas no acostumbradas para el oído de cada uno. De todas maneras Donleavy es un autor muy difícil de traducir porque ex profeso violaba las reglas gramaticales de su idioma.
Ese cuento en particular, según mi apreciación, presenta una buena traducción pero muy rioplatense e imagino que para un español puede pasar lo mismo que para mí cuando leo un cuento de Bukowski con las traducciones de Anagrama. Las formas españolas se hacen notar mucho al oído pero uno termina acostumbrándose y excluye su influencia a la hora de valorar la obra.
El siguiente cuento de Donleavy fue traducido por Ariel Bignami, el mismo traductor de "Con mis zapatos color durazno". A mí este cuento me resulta sumamente gracioso, veremos si opinan igual y cómo valoran la traducción.
UNO SIGNIFICA SÍ
Con anteojos azules alquilados, cruza la pescadería y avanza por la calle Owl, pasando frente a los amplios escalones del edificio de Hacienda. A mediados del mes de agosto. Que a través de las semanas tiende los crispados dedos para hundirlos en este inofensivo miércoles.
En las calles matinales, mensajeros que entran y salen trotando. En este preciso instante me siento bien. Barcos que se hacen a la mar sobre la marea alta. Barcazas que transportan por las angostas aguas, trenes del oeste que van hacia el norte. Zumbido de cubiertas en puentes y rutas. Olor a café en este centro de la ciudad.
Me detengo. Alzo la vista. Obstruyéndome en mi movimiento de avance, una cara que surge de la escuela preparatoria. Desviándome con rapidez a la calle, estuve a punto de ser triturado por las máquinas, y tuve que volver de un salto para esquivar los bocinazos. Demasiado tarde, demasiado débil y vulnerable para dar la vuelta y escapar de este loco episodio de mi historia personal. Un rostro de lisa mandíbula. Elegante abrigo gris, camisa color crema y gorda corbata a rayas. Y ojos que se encienden.
—Oye, te conozco, ¿no eres George Smith? No corras tanto, como aquella vez en la obra en construcción.
—Bip.
—Ja, ja, claro que eres George Smith.
—Bip.
—Cómo, le dices bip a un viejo amigo. Estudiábamos juntos.
—Bip.
— Ja, ja, George. Eres tú. Qué tal. Qué me cuentas. Vaya, cómo estás. Leí esa entrevista que te hicieron en los diarios. Eres famoso, ¿eh? Te diré que a mí no me va mal. Me va muy bien. Tengo una pequeña sociedad. Pero dime cómo estás, ¿bien?
—Bip bip.
—Oye, espera un poco. George, ja, ja. Sé que ésta es una situación divertida.
—Bip.
—Pero esto ya pasa de broma. Bueno.
—Bip bip.
—A ver, espera. No nos reunamos así, en plena calle Owl, con toda esta congestión, deteniendo el tránsito. Dime, ¿estás instalado por aquí? ¿Qué me dices?
—Bip.
—Cuernos, George, ¿te ocurre algo? ¿Trabajas demasiado? Esto ya dura demasiado para ser cómico. Sé entender indirectas, si de eso se trata. Por qué me dices bip. si no quieres reconocerme, dilo.
—Bip bip.
—Qué es esto. Será un método, ha ocurrido algo y utilizas este método. En los diarios dijeron que estabas construyendo un mausoleo; sé que eso es caro. Quiero decir si estás nervioso.
—Bip.
—Es un método.
—Bip.
—Comprendo, un bip. Ah, ahora recuerdo. Ese ruido grosero que les hiciste a los periodistas. Oh, ya entiendo, te has quedado sin voz. Quizá un bip quiera decir sí.
—Bip.
—Y dos, no.
—Bip.
—Lo siento, George, no sabía nada de esto. ¿Es permanente?
—Bip.
—Vaya, qué lástima para tu esposa e hijos. Me enteré de que te casaste. Supongo que tendrás hijos. Con Shirl. Qué muchacha. Nunca me hizo el menor caso. ¿Recuerdas los tés danzantes? Esos vestidos blancos que Shirl solía usar. Era hermosa.
—Bip.
— Pero no sabía nada de que tuvieras este problema. Supongo que te atenderá algún especialista.
—Bip.
—Un método nuevo como éste debe pesar sobre la mente. De vez en cuando querrás decir realmente algo. Opinar, por ejemplo.
—Bip bip.
—No me digas. Si necesitas algo Ya sé que tienes dinero. Pero si te inquieta algún problema espiritual ya sabes ¿Por qué te llevas la mano al oído? No estarás sordo además.
—Bip.
—Uy, vaya, qué pena. Lees los labios.
—Bip.
—¿Recuerdas a Alice? Sabes que me casé con ella ...
—Bip bip.
—Justamente el otro día te mencionó. Cómo Shirl te siguió a través del océano. Del océano. Digo el océano. Mi mujer, Alice, sí, te mencionó. Este mundo es un asco, de veras. Un asco. Quedarse sin habla ni oído en la flor de la vida. En la flor de la vida, dije. Es una vergüenza. Pero aún puedes ver. Dije ver, que aún puedes ver. Para leer los labios. Detrás de los anteojos azules.
—Bip
—Gracias a Dios por eso. ¿Se puede hacer algo para remediarlo? Remediarlo, dije. Se puede hacer algo.
—Bip bip.
—Me enferma, te juro. Es una ignominia. Dije que era una ignominia.
—Bip.
—Créeme que lamento de veras lo que te ha ocurrido. Lo digo con sinceridad. Dije que lo lamento. Con sinceridad.
—Bip bip bip.
—Entiendo; tres significa gracias.
—Bip.
—Pero George, estoy un poco apurado. Quisiera quedarme, hablar contigo de los viejos tiempos. Por cierto que me gustaría oír. Quiero decir, reunirnos, verdad. Alguna vez, viejo amigo, cuando recuperes tu salud. La recuperarás. No debes preocuparte. Dije que no te preocupes. Miraba mi reloj. Tengo que llegar puntualmente no sé dónde. Una cita. Te deseo toda la suerte para que algún día vuelvas a estar bien. Ojalá recuperes la salud. En serio.
—Bip bip bip.
—Perdona, tengo que irme. Pero si lees mis labios, te estoy diciendo que quizá te cures rezando. George. Reza. Hasta pronto.
—Bip bip bip bip.
—ja, ja, adiós.
—Bip.
—Hasta pronto.
—Bip bip bip bip.