continuación de El Baile del pingüino.. parte 2
-Mire don Rasko, la verdad es que el local no es una biote, o dicho en otras palabras un negocio en donde usted encuentra mujeres luchadoras con poca ropita. Se trata de un restaurante tirado a menos y pobretón, en donde estas dos señoritas junto con hacer de garzonas, se entretienen en otros trabajitos.
-O sea, el tal baile no existe y se trata de un engaño para atraer clientela. ¡A lo que ha llegado la sinvergüenzura en este país, digo yo!.
-De que no existe, no es verdad, don Rasko. El tal bailecito existe y hechos concretos sobre él, también los hay y son muy comentados. Además, las maromas y piruetas de estas jovencitas son muy conocidas por los habituales parroquianos que frecuentan este restaurante. Sepa usted don Rasko, que entre esos "parroquianos", se puede ver de lo peor de nuestra alicaída sociedad sanantonina, vale decir desde el simple monrero que roba inservibles baratijas, hasta el más bestial de los criminales, que mata por un miserable pucho. Imagínese usted con la pastita que se toparía, si se le ocurre algún día ir a almorzar allí. Seguro lo sacan con los pies por delante, acostadito, completamente pilucho y con un hoyito a la altura del pecho, pero por la espalda.
-Pero no me asuste, estimado, que antes de ese comentario ya me estaba dando ganas de ir a degustar un platito de porotos con riendas a ese rinconcito tan autóctono. ¿Por qué no cierra el cuento mejor y me habla del famoso bailecito ese?...
continuará...
Continuación de El Baile del Pingüino: parte 3
-Usted quiere que yo vaya al grano, vamos al granín, entonces:
Mire don Rasko, nuestras amigas, junto con trabajar atendiendo a la clientela en sus urgencias culinarias, se dedican a observar y apurarle el vino, u otro traguito con harto alcohol, a los pobres incautos que aterrizan en alguna de sus mesas. Digo incautos porque ellas eligen con lupa a sus víctimas que generalmente no son aquellos clientes que visitan diariamente ese recinto.
-Osea, si yo voy, seguro estas chiquillas me atrapan...
-Por eso debe ir acompañado, a plena luz del día y con alguna margarita de defensa personal oculta entre sus ropas, don Rasko.
-Pero, siga, estimado, porque no veo por ninguna parte el famoso "Baile del pingüino"...
-Calma, ya viene, ya viene... Resulta que nuestras dos ingeniosas amigas, una vez identificada la víctima, la drogan al máximo con el copete (que, aparte, no es de muy buena calidad) y ponen su plan en acción. Obviamente que todos los presentes dicen no saber nada de lo que va a pasar, pero está más que claro que saben del pobre destino que le espera a la presa. Y eso lo digo, estimado Rasko, porque, al ver trabajar en ese otro asunto a las bandidas, ellos comienzan a esbozar en sus rostros un notorio mohín de dicha y burla, que luego transforman en una sonora y sarcástica carcajada, cuando ven a la víctima, una vez concluido el delito.
-Y el baile...?
Final de El baile del pingüino
-Como usted podrá haberse dado cuenta y adivinado don Rasko, el otro trabajito de nuestras amigas, es ser carteristas y han fijado su centro de operaciones en el mencionado local. Su técnica es muy , por decirlo de alguna manera, eh, eh, eh, ¡folclórica!. Resulta que ellas también le hacen a la sicología, y porque saben las debilidades del ser humano, aprovechan ese conocimiento para concretar sus travesuras. Junto con ello, están muy al tanto de otro tipo de debilidades que sufre el hombre, especialmente cuando aumentan los grados de temperatura de su latina sangre, producto de haber tragado alcohol a destajo.
En ese momento, cuando los vahos de Baco hacen extraviar el razonamiento a cualquiera, es cuando ellas ofrecen sus "servicios" . ¿En qué consisten estos servicios?, se preguntará usted, pues nada más ni nada menos, que en ofrecer sexo oral por unas pocas monedas. La mayoría de los curaditos, por no decir todos, al saber el bajo precio de tan preciado ofrecimiento, ni tontos ni perezosos, aceptan placenteros el intercambio comercial. Como la cosa no puede realizarse en el salón de comidas, nuestras aventajadas ciudadanas en los secretos del placer, invitan a sus víctimas a un lugar más alejado del mundanal ruido, o sea, al baño del local.
Para prestar el servicio, estimado Rasko, es necesario que el hombre junto con despojarse de su dignidad, lo haga también de sus ropas o al menos deje caer sus pantalones al suelo. Ese es el momento preciso en que estas villanas del honor, cual meretrices desconsideradas y oportunistas, aprovechan para desvalijar los bolsillos de los infortunados y esporádicos amantes. Una vez concluido el robo y sin sexo oral de por medio, nuestras audaces quinceañeras, huyen del baño dejando al despechado Don Juan con los pantalones abajo, los bolsillos vacíos y la sangre hirviendo.
Y aquí viene el baile, amigo Rasko, para que usted salga de la duda. Nuestro desilusionado compatriota, ante el fracaso de su empresa y la rabia de no haber consumado el acuerdo mercantil, se levanta lo más rápido que puede (que no es muy rápido a consecuencia de su borrachera, tampoco) y persigue a las villanas hasta el salón de comidas, que es por donde ellas siempre arrancan, con los pantalones a la altura de los tobillos y sus atributos masculinos a la vista de Dios y del mundo. Usted entenderá que de esa manera es poco lo que se puede caminar y el hacerlo resulta muy dificultoso. Allí está el Baile del pingüino, don Rasko. ¿Se imagina usted a ese caballero, corriendo cual Chaplín, cierto?... Dígame si no es ese un baile de pingüino... ja, ja, ja.
fin.
Nunca me imaginé la enorme acogida que iba a tener esta bagatela, la que se ha alargado más de la cuenta. Resulta que mi teléfono celular no ha parado de sonar, mi correo está saturado y se está aglomerando gente en la entrada principal de mi mansión. Para evitar cualquier inconveniente seguiré con el cuento en su última parte, previo aviso a la policía por si el final no es del gusto de la concurrencia y se me anden desordenando.
Continuación.
-Siga, siga don huevo...
-Esta cuestión tiene mucho que ver con las estadísticas don Rasko, y uno debe entonces jugar con la ley de las probabilidades así que cuando vi a la dama elegir una casilla de la columna torre y más específicamente donde se ubica un peón y peor aún un peón negro (casilla h7), lamenté inmediatamente que mi discurso tendería a algo no muy positivo (además, esta gente anda consultando chantas por algún problema que sufren), pero debía leer muy bien las señales para que tampoco fuere catastrófico, ¿me entiende usted, cierto?
-Más o menos...
-Eso, don rasko, cualquier vaticinio que uno haga debe ser más o menos, o sea ni fu ni fa, pero, como le decía, con una columna central, cuya identificación es la que más compromete la credibilidad del adivino, y como usted puede apreciar, la tendencia me decía que nada bueno podría yo decir, atendido el hecho que ella optó por la casilla h7 de las negras; o sea un peón negro que nunca le ha ganado a nadie. ¿Y cómo contrarresto eso?, se preguntará usted. Precisamente con la segunda fase del examen: la elección de la pieza y la casilla en que ella la ubica. Ella continuó con el negro ya que eligió una pieza de ese color, ¿y sabe qué pieza eligió? ¡Un alfil!. Ahí yo respiré un poco más aliviado, porque inmediatamente se me vino a la mente que el problema que ella sufría no era nada de vida o muerte, sino algo relacionado con el corazón... Pero hay más, la muy desdichada mujer, colocó el alfil en el centro del tablero, en la casilla e4. ¡Eso sí que es positivo! porque mi lectura es que ella dará dura pelea por ese amor que la tiene al borde del abismo y muy disminuida en su valoración personal.
-Están buenas las conclusiones, dije ¿y qué pasó luego?
-Ahí me largué don Rasko y usé todo mi capacidad dialéctico-oratoria. Pero siempre tuve el cuidado de ir avanzando en mi conclusión en base a preguntas rápidas que yo le formulaba y que exigían una respuesta inmediata y sin rodeos.
Fui claro con ella en el tema del amor y que debía valorarse más, porque así me lo decía su energía positiva que yo capté cuando le tomé las manos. "Es un hecho más que evidente - le dije - que tú tienes una poderosa fortaleza interior que no debes malgastar por canastos con pocas varillas. Eres una mujer apasionada, agregué, y eso lo valora cualquier hombre. El abismo no te viene y debes centrarte, como el alfil y desde allí luchar por lo tuyo..." Como puede ver don Rasko basé todos mis argumentos en lo sentimental, descartando meterme en temas de la muerte o del dinero... Si ella hubiese escogido otras casillas u otras pieza, que me hubiesen dado un indicio que por allí iba la cosa, yo habría abordado esas aristas sin problemas...
-Y la pregunta del millón ¿Quedó conforme ella?
Bueno, yo le he dicho aquí en forma muy resumida lo que hablé con ella. Obviamente hubo algunos detalles en que ella no concordaba conmigo, pero fueron cosas menores. Un día don Rasko depuraré mi técnica y colocaré un letrero en mi puesto que diga: "Vea su futuro con la razón del ajedrez", No sé si será así, la verdad es que estoy afinando la frase publicitaria.
FIN
10 siguientes
Descuentos Clinique