Un amigo cercano, de edad madura, ha debido ejercitar al máximo su ingenio para poder conseguir la necesaria tranquilidad que uno desea cuando llega a cierta edad en la vida.
Sus más cercanos, han cuestionado su decisión, otros la han aplaudido y los más, la han encontrado digna de un cuento psicológico al mejor estilo de... (Por favor, vean ustedes que nombre colocar acá porque a mí no se me ocurre ninguno).
Pero antes de entrar en el tema, quiero, porque es de absoluta justicia para mi amigo, enumerar algunas aclaraciones de sus sentimientos filiales, que son verdaderos y comprometidos.
Empecemos con que tiene varios hijos e hijas, cuya cantidad específica no es del caso mencionar, a quienes ama como "la niña de sus ojos", según suele decir. Asimismo, adora a su mujer como ningún otro esposo ama a la suya, y la misma fortaleza en su amor la manifiesta por sus nietos y nietas. Con esto, quiero decir que el tema de los sentimientos por su familia es sincero, profundo, único y verdadero.
Hasta acá, el cuento pareciera adolecer de poco interés, porque lo que acabo de detallar es propio de los sentimientos que se profesan en toda familia que se ame de verdad. Lo que viene ahora, para la sorpresa de ustedes, también transitará por un lugar común, pero es necesario que se los anote porque desde aquí comenzaré a deshilvanar esta historia.
Por esas cosas de la vida, que seguramente se da en todas las familias, sean estas bien o mal constituidas, una de las hijas de mi amigo, la única que a esa fecha vivía con el matrimonio, vale decir con mi amigo y su mujer, ha decidido aumentar la numerosa prole (desconozco si fue una decisión voluntaria o de otro tipo) y trajo al mundo una hermosa criatura, la que es amada con la misma fuerza que mi amigo ama a toda su parentela.
Ya he dicho que él es de edad madura. Ahora debo agregar otros detalles para orientar a quien lea esta historia. A mi amigo le gusta disfrutar de unos tragos de vez en cuando. Miento, lo hace casi continuamente, pero no por ello se ha transformado en un borracho ni mucho menos, eso que quede claro, aunque no es raro percibir, cuando se conversa con él, la caricia de un leve tufillo maloliente y de sospechoso origen. A esto, se suma que su genio, a la edad avanzada que ha conquistado, no es de los mejores; mejor dicho, tiene mal genio; es una persona malhumorada, por decirlo medianamente elegante. A ello, agrego que, como ya trisca más de setenta años de edad, su memoria le está atravesando en su camino un número indeterminado de malas jugadas, por lo que debe consumir medicamentos para aliviar ese mal. Pero él siempre toma esos olvidos como algo natural que no merecen mayor preocupación.
Se le debe sumar, obligatoriamente, las señas de una incipiente artrosis que está afectando sus extremidades inferiores y superiores, y un molestoso Parkinson que lo está dañando a diario. Asimismo, es de justeza destacar que pese a todos estos males mi amigo nunca ha perdido el interés de disfrutar de la compañía de privilegiados compañeros que lo visitan muy de continuo en su morada y con quienes conversa gustoso hasta altas horas de la madrugada esos vinitos de mala muerte que antes mencioné, fumándose, además, una chorrera de cigarrillos comprados en la calle (de contrabando y mala calidad que ofrece el comercio ambulante) y cuyas colillas se amontonan en improvisados ceniceros.
Ya está pintado el cuadro que quería describirles. Ahora les mencionaré el problema, aunque creo que ustedes ya lo atisban.
Resulta que como su hija le regaló una nieta y el padre de ésta no se ve por ninguna parte y la abuela ya le cantó que no se haga ilusiones con que le criará a su retoño, ella no encontró otra solución al problema (que no es ningún problema tampoco), porque debe trabajar para su sustento y el de su hija, que recurrir a la buena voluntad de mi amigo, para que se haga cargo de las atenciones y cuidados de la desamparada bebé cuando ella se ausente.
Al principio todo iba bien y el adorable "tata" regaloneaba a la niña de lo lindo: le preparaba y daba la papa, la mudaba, la arrullaba cuando lloraba y la hacía dormir cuando la pobre guagua despertaba con muy mal genio de su siesta. Mi amigo era feliz.
Pero esa felicidad se fue encareciendo.
De pronto se dio cuenta que estaba viviendo para la niña, que había abandonado a sus amigos junto con los buenos tragos, la grata compañía y la divertida tertulia. Ellos, se fueron alejando de su casa ante sus nuevas obligaciones las que ellos le enrostraban iracundos cuando se encontraban con él en alguna calle.
Al paso lento del tiempo, su genio y sus enfermedades se fueron agravando. Llegó el momento en que la situación no daba para más. Para doblarle el paso al destino él tenía que tomar una decisión drástica que cambiara el rumbo de los acontecimientos para volver a la normalidad.
Debía encontrar una solución en la cual ninguna de las personas involucradas saliera afectada. Menos él, porque no quería perder el cariño de su hija si le hablaba de frente sobre el cuidado de su nieta. Tampoco quería que su nieta desapareciera de su vida, quería tenerla con él para hacerle cariño y disfrutar su presencia y complicidad. Debía idear un plan cuyo final no arrojara heridos y esa tarea lo ocupó varios días.
Un mañana, en que su hija estaba libre en su trabajo y podía cuidar a su pequeña, él la aprovechó para salir durante varias horas, y poner en marcha el plan que había ideado y con el cual estaba convencido aseguraba el éxito final de dejar a todos contentos y desligarse de esas obligación impuesta por su hija.
A su regreso, caída la tarde, y haciendo adrede mucho ruido con las llaves en su intentos por apuntarle a la cerradura y abrir la puerta, mi amigo, entra a la casa. Cojea notoriamente producto de su artrosis. Choca con su cuerpo con algunos sillones. Hace creer que no los vio por su mala visión. Se acerca al sillón, donde se encuentra su hija con la bebé y estira un inquieto brazo hacia ella, afectado presumiblemente por los temblores del Parkinson. Entrega a ésta un sobre en cuyo interior hay una carta. Mientras ella, con sorpresa, toma la carta para abrirla y leerla, él se echa en un sillón contiguo y lanza un suspiro de cansancio y dolor que no pasa inadvertido por nadie...
...y le dice: "espero que comprendas hija mía".
Tras dejar en la cuna a la bebé, la mujer abre el sobre y comienza a leer la carta:
" Lunes 30 de octubre 20015
CERTIFICADO MÉDICO
El médico que suscribe, certifica que don Xxxx, Xxxx, Xxxx, Xxxx, de 75 años de edad, C.I. Y.yyy.yyy, domiciliado en población Xxxx, San Antonio, Chile, padece de las siguientes anomalías:
Arterioesclorósis en grado 1; mal de Parkinson, en su etapa primaria; pérdida de memoria provocada por Alzheimer, grado 1; miopía y conjuntivitis, grado 2; artrósis, grado dos, en sus muñecas, dedos, rodillas y tobillos.
A ello se debe sumar su afición al alcohol y cigarrillos, que han afectado órganos internos como corazón, arterias, pulmones, hígado. Además debe controlar su niveles de azúcar y presión, ya que padece de diabetes, grado 1.
Tales afecciones imposibilitan a don Xxxx, Xxxx, Xxxx, Xxxx, encargarse del cuidado de ningún bebé, niño, joven o adulto, ante el evidente peligro para la integridad física de ambos.
Se extiende el presente certificado a petición del interesado para ser presentado en el lugar que él estime conveniente.
Dr. Xxxx, Xxxx, Xxxxx, Xxxxx
Registro N° yyyyy
Colegio Médico de Chile."
La hija de mi amigo contrató ese mismo día una persona para el cuidado de sus bebé y él, sigue disfrutando de la presencia de su nieta.
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