En Blythe, California, una ley añeja determina que no está permitido llevar botas de vaquero salvo que uno sea dueño de “al menos dos vacas”. En el estado de Nueva York no se puede disolver un matrimonio alegando “diferencias irreconciliables” a no ser que ambar partes “estén de acuerdo”. Para los texanos es ilegal “disparar a un búfalo desde el segundo piso de un hotel”.
El conjunto de leyes y ordenanzas de los EE UU esconde prohibiciones anacrónicas. Nadie se ha molestado nunca en cuestionarlas, como si fueran una incómoda herencia que sin embargo conviene conservar. Olivia Locher se ríe de la ridiculez oculta en las leyes estatales y en las ordenanzas de diferentes ciudades y localidades de su país con I Fought the Law (Yo luché contra la ley): una colección de fotos en las que se salta normas sin sentido.
Un helado medio derretido en el bolsillo trasero de un pantalón corto desafía la ordenanza de Alabama que prohíbe llevar de esa manera los conos de helado. Cuatro consoladores exhibidos junto a una vajilla en una vitrina casera desobedece la ley de Arizona que no permite “tener más de dos” de estos juguetes sexuales en casa.
La autora es originaria del estado de Pensilvania, donde, por cierto, no está permitido dormir en lo alto de una nevera a la intemperie y nadie que haya “participado en un duelo” puede ser gobernador.‘En California no se permite montar en bicicleta en una piscina‘En Texas es ilegal que los niños tengan peinados raros‘En Hawái no se pueden llevar monedas dentro de la oreja
Los hermanos Reyes –Juan, el mayor de los cuatro; Oscar, ambicioso y calculador; Franco, bohemio y romántico; y Libia, la menor de todos- abandonan su país y consiguen instalarse en una pequeña y agitada ciudad, donde montan una panadería.
Los problemas comienzan cuando Libia se enamora de un hombre mucho mayor que ella, Bernardo Elizondo. Los dos viven un apasionado romance, aunque ella desconoce que está casado. La situación se complica cuando Libia confiesa estar embarazada. Para colmo, Bernardo fallece en un inesperado accidente. Al enterarse de la muerte de su amado y descubrir que era un hombre casado, Libia termina con su vida arrojándose de un puente. Los hermanos Reyes la sepultan y juran vengarla.
El amor, el odio y la pasión jugarán roles muy importantes
Días después se dirigen hacia la Hacienda Elizondo y las circunstancias los llevan a ser confundidos con unos trabajadores que deben construir una cabaña en el fondo de la Hacienda. Tomando ventaja de ello se hacen pasar por dichos obreros y preparan un plan para llevar a cabo su venganza. Dicho plan se basa en enamorar a lashermanas Elizondo –Norma, Jimena y Sarita- como una vez lo hizo Bernardo con su hermana Libia.
Sus planes toman otro rumbo cuando se encuentran con las tres hermosas mujeres, hijas de un poderoso industrial y hacendado. Pronto, Juan cae en su propia trampa al enamorarse perdidamente de Norma, una mujer que se ha endurecido en contra del amor al sufrir una violación y ser obligada por su madre a casarse con un joven a quien ella no ama y rechaza. Los sentimientos y pasiones de esta romántica empedernida aflorarán al conocer a Juan, quien irrumpe en su vida sacándola del aislamiento en el que ha estado sumergida.
El profundo odio comienza a cambiar cuando los hermanos Reyes quedan atrapados en su propia trampa y la Hacienda se convierte en un campo de batalla donde el amor, el odio y la pasión jugarán roles muy importantes.
"Tengo sexo en mi mente cuando estoy allí", así explica Carol la relación sentimental que mantiene con la estación de tren de Santa Fe. Esta mujer de California asegura que lleva enamorada del recinto desde los nueve años, y hace dos se casaron, aunque
Profundamente enamorada, así se siente Carol, una mujer de California que a sus 45 años ha proclamado su amor por la estación de tren de Santa Fe. Asegura que lleva queriendo a esta estación desde que era una niña de nueve años, y según cuenta su relación se ha ido afianzando a lo largo del tiempo.
Carol asegura en Metro que su relación con la estación de tren comenzó en el año 2011 y cuatro años después se casó con ella. Para muchos lo que siente esta mujer de 45 años es una parafilia conocida como objetofilia que consiste en sentir atracción emocional y sentimental por un objeto.
El amor de esta joven por la estación de tren va más allá. Carol asegura que tiene sexo mental con la construcción. "No tengo sexo físico con la estación en público porque quiero ser respetuosa. Tengo sexo en mi mente con Draida, que así llama ella al lugar, cuando estoy allí", asegura la mujer.
"Me gusta especialmente cuando escucho los trenes" y añade que hace unos años "estuvo a punto de sentir un orgasmo al sentir la pared detrás de ella". Carol tuvo una relación con un hombre llamado Tom durante 18 meses "pero no funcionó" desde entonces no pone frenos a su historia de amor con este lugar de Santa Fe.
Reconoce que suele ocultar su "atracción sexual porque no quiere que la gente lo sepa y acaben prohibiéndole ir a verla". Ella cada día recorre 45 minutos en autobús para pasar tiempo juntas.
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