La mujer, autora de La señora Dalloway y Al faro, obras que le dieron el reconocimiento de la crítica fue una novelista, escritora, editora y feminista de gran relevancia. Además de los textos escritos en prosa y un estilo que podía compararse con la poesía, Virginia Woolf también escribió una serie de ensayos en los que plasmó la condición de la mujer. El pensamiento de la feminista se puede ver reflejado en sus escritos que la colocaron como una de las grandes novelistas del siglo XX.
Transcurría un año que podría haber sido similar a otros, pero en el que tenía lugar uno de los peores acontecimientos bélicos. El año era 1941. Año en el que el mundo vivía la Segunda Guerra Mundial y año en el que el río Ouse veía por última vez con vida a una gran escritora.
El 28 de marzo de 1941 fue la fecha en la que Adeline Virginia Stephen, mejor conocida como Virginia Woolf, decidió dejar este mundo. Año en el que con estas palabras dijo un último y definitivo adiós:“Siento que voy a enloquecer de nuevo. Creo que no podemos pasar otra vez por una de esas épocas terribles. Y no puedo recuperarme esta vez. Comienzo a oír voces, y no puedo concentrarme. Así que hago lo que me parece lo mejor que puedo hacer. Tú me has dado la máxima felicidad posible. Has sido en todos los sentidos todo lo que cualquiera podría ser. Creo que dos personas no pueden ser más felices hasta que vino esta terrible enfermedad. No puedo luchar más. Sé que estoy arruinando tu vida, que sin mí tú podrás trabajar. Lo harás, lo sé. Ya ves que no puedo ni siquiera escribir esto adecuadamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que debo toda la felicidad de mi vida a ti. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirlo —todo el mundo lo sabe. Si alguien podía haberme salvado habrías sido tú. Todo lo he perdido excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir arruinando tu vida durante más tiempo. No creo que dos personas pudieran ser más felices que lo que hemos sido tú y yo”.Por Lady Ottoline Morrell. T.S. Eliot y Virginia Woolf, 1924.
"1937. Ciudad de México. Acude el pueblo a reír. En las carpas suburbanas de la ciudad de México, pobres teatritos de quita y pon, todas las candilejas iluminan a Cantinflas.
—Hay momentos en la vida que son verdaderamente momentáneos— sentencia Cantinflas, bigote ralo, pantalón caído, disparateando discursos a toda velocidad.
Su desbocado palabrerío sin ton ni son imita la retórica de los intelectualosos y los politiqueros, doctores de mucho hablar diciendo nada, que en infinitas frases persiguen al punto sin encontrarlo jamás. En estas tierras, la economía sufre la inflación monetaria y la política y la cultura están enfermas de inflación palabraria"
"La gran placenta de la tierra la está pariendo cotidianamente, como a un niño de material sangriento e irreparable, y el hambre milenaria y polvorosa de todos los pueblos calibra su vocabulario y su idioma folklórico, es decir, su estilo, como su destino estético y no a la manera de las categorías.
Por eso es pueblo y dolor popular, complejo y ecuménico en su sencillez de Subterráneo, porque el pueblo es complejo, sencillo, tremendo e inmortal, como sus héroes, criado con leche de sangre".
Pablo de Rokha a Violeta Parra.
“El poeta, ya adulto, cubierta su cabeza con un jockey, asoma medio cuerpo desnudo por entre unos portones de madera, y apunta con una pistola a algún imaginario asaltante, a la manera de los niños que juegan a los bandidos. Y eso es lo que Vicente Huidobro ha hecho con su práctica: jugar a los bandidos con la palabra poética y poner manos arriba al estupefacto lector”.
El maestro Samuel Reshevsky, de 8 años, jugando una partida múltiple con varios ajedrecistas en Francia, durante 1920. Les ganó a todos.
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