Gracias a ti también Jocelyne. De Pissarro me gusta mucho Los tejados rojos
Hola, antes que todo tengo que decirles que me han encantado los aportes de Ensisdeus, Badra, Pincelhada, David, Dauntless, CapilladelArte, Erin y Tiale, y espero que muchos más se animen a postear
Y ahora sí llego mi turno. Sorteando la dificultad previa en la elección de un artista en particular de la gran cantidad de obras de arte que me fascinan, finalmente me he inclinado por dos pintores y por tres pinturas de cada uno. Éstos se encuentran conectados por el realismo patente en sus cuadros, con el realismo en el más amplio sentido no ya el relacionado exclusivamente con el movimiento surgido en Francia a mediados del XIX (Courbet, Millet)
El primero de ellos representante de la pintura barroca de los paises bajos del siglo XVII, Johannes Vermeer, el que por su singularidad ocupa un lugar predilecto en mis gustos personales.
Pintor holandés nacido en Delft en 1632. Hijo de un hospedero que además se dedicó al comercio de obras de arte, trabajos a los que también se dedicó su hijo. Sobre su vida se tienen pocas noticias, en 1653 ya estaba inscrito en la corporación de pintores de Delft. En 1653 se casó con Caterina Bolnes, con quien tuvo 11 hijos.
Actualmente se le atribuyen cuarenta pinturas, pero de ellas solo dieciséis están firmadas y dos fechadas, lo que hace difícil determinar cronológicamente su evolución pictórica. De 1656 es La Alcahueta, y a esos mismos años se han atribuido obras como Cristo en casa de Marta y María, Diana y las ninfas y Muchacha dormida, obras que muestran un acercamiento a los seguidores de Caravaggio en Utrecht, especialmente a Terbrugghen, aunque en Muchacha dormida ya aparecen todas las características de lo que va a ser la obra de Vermeer, que se va a convertir en el máximo representante de la pintura intimista.
Sus principales obras serán: Militar y muchacha sonriente, Muchacha que lee una carta, Gentilhombre con mujer bebiendo y Lección de música, en ellas se refleja una atmósfera emocional, conseguida por la difusión de la luz en los interiores a través de ventanas entreabiertas, por los juegos de transparencias, de penumbra y de contraluces. En La lechera, La tasadora de perlas, La mujer azul y La encajera, esa atmósfera íntima hace que exista una sensación de tiempo suspendido, sensación que se manifiesta igualmente en la apartada calma de La callejuela y en La vista de Delft.
En épocas sucesivas se pone de manifiesto nuevos intereses encaminados a la realización de complejas participaciones perspectívico-lumínicas y acentuados contrastes cromáticos, junto a elementos de carácter alegórico, como en El taller del pintor, El geógrafo, El astrónomo o Carta de amor.
Su obra se va a caracterizar por la suave modulación de la luz que penetra del exterior, las actitudes despreocupadas y concentradas de los personajes, realizando variadas tareas, y el sentido amable y pacífico de los cuadros. El gusto por la minuciosidad y la representación de un mundo objetivo donde se desarrolla pausada y satisfactoriamente la existencia humana. Los ambientes cálidos y hogareños son el resultado de un estudio pormenorizado y artificioso, en que los efectos lumínicos constituyen el eje básico de composiciones de perspectivas complejas. Aunque la obra de Vermeer fue apreciada por sus contemporáneos, posteriormente fue olvidada, siendo redescubierto por los artistas del realismo francés de la segunda mitad del siglo XIX y por críticos y escritores como Gautier o Proust.
Fuente: http://www.mcnbiografias.com
La encajera de bolillos (hacia 1669-1670)
Es un pequeño cuadro (24 cm x 21 cm) nos muestra una típica escena de interiores temática predilecta de Vermeer. Es una obra maestra a causa de la concentración de la encajera y el juego de colores que se ve resaltada por el fondo gris claro de la escena. El gran logro de Vermeer fue el de reproducir sus pinturas teniendo en cuenta las distorsiones ópticas naturales del ojo humano creando más profundidad de campo. De esta manera el foco de atención, esto es, la labor de encaje meticuloso está representado con el máximo detalle (especialmente el delgado hilo blanco tensado entre los dedos), sin embargo cuando se va alejando del punto central las formas son más borrosas aunque se hallen paradójicamente en el primer plano. Cada vez que lo contemplo quedo atrapado en ese instante de tiempo que magistralmente el artista capturó. Es imposible no quedar ensimismado en la atención que la propia protagonista pone en su trabajo, ese trabajo manual delicado que nosotros como espectadores en cierta manera espiamos para no destruir la atmósfera de intimidad que es cautivadora, para no distraer de su concentración a la trabajadora y acabar con ese mágico instante.
Por supuesto que se pueden decir muchas cosas acerca de la técnica, como por ejemplo de la habilidad para exponer los efectos de la luz (destreza que sorprendió posteriormente a los impresionistas y particularmente a Renoir) o el tema de la composición. A partir del siglo XIX, época en la que se redescubrió y empezó a valorarse su obra, se ha generado polémica acerca de la manera en que Vermeer se ingenió para representar la realidad llegándose a conjeturar que el maestro se familiarizó con la ciencia óptica y que empleó la cámara oscura así como también el telescopio invertido. Se cree que utilizó éste último en el famoso paisaje:
Vista de Delft (hacia 1658-1660)
Aquí una vez más hay que elogiar a Vermeer pues sin ser un paisajista se ha dado el lujo de realizar uno de los más maravillosos paisaje de la historia del arte.
Muchacha dormida (hacia 1657)
Es otra muestra del realismo en las escenas de interior que es muy difícil sino imposible encontrar en otros colegas de su época.
Ésta última obra de Vermeer nos conecta con el segundo artista que he elegido. Se trata del gran maestro ruso Iliá Iefímovitch Repin.
El descanso (1882)
Es un hermoso ejemplo de la pintura realista en la cual se destacan los detalles de los materiales del vestido, el sillón y el contraste con la piel y el entorno.
Pintor ruso, nacido en Tchuguev (cerca de Jarkov, en la actual Ucrania) en 1844 y fallecido en Kuokkala (entonces situada en Carelia, Finlandia, y en la actualidad conocida como Repino, en la región rusa de San Petersburgo) en 1930. Célebre por su habilidad para el retrato y por su capacidad para reflejar en sus lienzos escenas de gran crudeza, está considerado como uno de los grandes maestros de la pintura realista de todos los tiempos.
Nacido en el seno de una familia de colonos fundada por un militar retirado, recibió en su juventud una valiosa formación artística impartida por I. M. Bunakov, un afamado pintor local que gozaba de crédito entre sus convecinos por su maestría en la realización de íconos. A los catorce años de edad (1858), el joven Iliá empezó a trabajar en el taller de dicho maestro, con el que aprendió los secretos del oficio y adquirió esos gustos realistas que habrían de marcar las directrices de su propio estilo.
Con el dinero obtenido de la venta de sus primeros íconos y retratos, Iliá Repin se trasladó a San Petersburgo en 1863, decidido a matricularse en la prestigiosa Academia de Arte de dicha ciudad. Previamente se inscribió en una escuela menor donde, merced a las lecciones del maestro Kramskoy, aprendió los fundamentos necesarios para ser admitido en la citada Academia. Su llegada a la bella ciudad del Neva coincidió con un período de crisis en ésta reputada institución, provocada por catorce jóvenes pintores que prefirieron abandonarla antes de someterse a la imposición, dictada por los maestros, de presentar obras de contenido mitológico para obtener el diploma. Los artistas noveles responsables del alboroto, a los que se sumó con entusiasmo el joven e impulsivo Repin, consideraban que la pintura debía abandonar esos vetustos filones del pasado para ocuparse de la realidad cotidiana de la gente de la calle.
Al hilo de este criterio estético, en mayo de 1870, durante un periplo fluvial por el Volga, Repin tomó una serie de bosquejos que habrían de permitirle, a su regreso, realizar una de sus primeras obras maestras, Remolcadores de una lancha en el Volga (o Bateleros del Volga, 1870-1873), considerada como el punto de partida de la pintura rusa moderna. Pero, antes de concluir este lienzo, ya había sorprendido gratamente a sus contemporáneos con La resurrección de la hija de Jairo (1870), un espléndido cuadro con el que ganó la Medalla de Oro de la Academia de Arte de San Petersburgo, acompañada de una beca que incluía el derecho a visitar diferentes pinacotecas extranjeras.
Antes de disfrutar de las prerrogativas que le otorgaba dicha ayuda, Repin, que se había significado ya como uno de los componentes más bulliciosos de la juventud creadora de su tiempo, fundó en San Petersburgo la asociación Peredvizhniky (Sociedad de expositores ambulantes), en la que tenían cabida los artistas noveles que protestaban contra el rigor encorsetado de la crítica academicista. Luego, ya convertido en una de las grandes promesas del arte ruso de finales del siglo XX, decidió que había llegado el momento de sacar partido de la beca que le habían otorgado por La resurrección de la hija de Jairo. Emprendió, pues, un largo viaje por Europa, en el que se detuvo especialmente en Roma, para contemplar los tesoros de la pintura renacentista, barroca y neoclásica italiana. Luego se trasladó a París, donde quedó tan fascinado por la riqueza artística e intelectual de la capital gala que decidió permanecer en ella durante un prolongado período de tiempo (1872-1876), en el que amplió notablemente su técnica y sus conocimientos. Sin embargo, permaneció firmemente ligado a las costumbres, la idiosincrasia y las figuras humanas representativas de su tierra, que jamás dejaron de ser las auténticas protagonistas de su producción pictórica.
A su regreso a Rusia, pasó por su Tchuguev natal y, tras tomar una serie de apuntes con los que luego habría de elaborar una magnífica estampa de la religiosidad local, Procesión religiosa en la provincia de Kursk (1883), marchó a Moscú y se afincó allí por espacio de seis años (1876-1882). Al lado de viejos colegas y amigos como Stasov y Kramskoy, se intentó congraciar con la pintura oficial y el ámbito académico; pero su irrenunciable tendencia a reflejar en sus lienzos la crudeza de la vida cotidiana le había convertido en uno de los más destacados representantes del arte que, sirviéndose de la descarnada veracidad del Realismo, denunciaba las injusticias sociales del régimen zarista –en una posición cercana a la que, en el mundo de las Letras, podía encarnar Dostoievsky (1821-1881)- lo que no facilitó su incorporación a las instituciones artística oficiales.
Cansado de verse constantemente implicado en discusiones y disputas, abandonó Moscú para volver a instalarse en San Petersburgo, desde donde volvió a emprender varios viajes por toda Europa (en 1883, 1889, 1894 y 1900). Allí continuó siendo uno de los artistas más respetados e influyentes del grupo de los Ambulantes, y alcanzó incluso su deseo de congraciarse con la cultura oficial, al ser contratado como profesor de esa prestigiosa Academia de Arte de la que había sido alumno cuando era todavía un muchacho, y en la que impartió lecciones de pintura entre 1894 y 1907.
En 1900, durante el último viaje que realizó a su amada París, Repin, que había superado ya ampliamente el medio siglo de existencia, entabló relaciones con Natalia Nordman, a la que no dudó en reconocer como el amor de su vida. A su regreso a Rusia, se separó de su mujer Vera y, junto con su nueva compañera, se estableció en la localidad finlandesa de Kuokkala, separada de San Petersburgo por una breve distancia que podía ser cubierta en un trayecto ferroviario de una hora. A partir de entonces contando con el entusiasmo y la colaboración inestimable de Natalia, organizó una reunión semanal que, de miércoles en miércoles, atraía a su bella casa finlandesa a lo más granado de la élite intelectual de San Petersburgo. Los miércoles de Kuokkala gozaron de gran celebridad hasta 1914, año en el que, con la muerte de Natalia Nordman, Iliá Repin cayó en el abatimiento y dejó de convocar semanalmente a sus invitados. Para acentuar su melancolía, una progresiva minusvalía le iba atrofiando la mano derecha, con lo que ya apenas podía realizar esos magníficos retratos que, en la madurez de su carrera creativa, le habían proporcionado fama internacional.
En un ejemplo admirable de tesón y voluntad, con más de setenta años de edad aprendió a pintar con la mano izquierda; pero la calidad de sus nuevos lienzos dejaba mucho que desear, con lo que vino a entrar, en plena vejez, en una grave crisis económica que se vio acentuada, a partir de 1917, con el estallido de la Revolución Rusa, movimiento que el pintor nunca llegó a aprobar. A pesar de ello, las nuevas autoridades revolucionarias reconocieron en su obra un valioso ejemplo de crítica social que podía considerarse precursor del denominado Realismo socialista, por lo que, en varias ocasiones, le invitaron a regresar a la nueva Rusia soviética. Repin se negó, incluso después de haber recibido en 1926, en su casa de Kuokkala, la visita de una delegación del Ministerio de Educación de la Unión Soviética, que le brindó una inestimable ayuda económica al tiempo que volvía a invitarle a regresar a Moscú o San Petersburgo (a la sazón, Leningrado). Tras la muerte de Repin, sobrevenida en 1930, la ciudad de Kuokkala pasó a incorporarse al territorio soviético, donde, a partir de 1948, fue rebautizada como Repino, en homenaje al maestro.
Fuente http://www.mcnbiografias.com
Por último y a modo de contraposición con estas escenas apacibles presento un cuadro que toma como motivo un episodio de la vida del zar Ivan IV. Cuando cierto día éste se encontró con su nuera que estaba embarazada y al parecerle poco decente el aspecto de ella comenzó a golpearla, al oir los gritos de su mujer el hijo del zar acudió en su auxilio y al intentar detener a su progenitor éste le asesta un golpe mortal en la sien con su bastón.
Iván el Terrible y su hijo Iván el 16 de noviembre de 1581 (1885)
Se capta el instante en que el zar, presa del horror, comprende que mató a su hijo. Como dijo el propio Repin “lo que buscaba resaltar en el cuadro no era el horror externo, sino el amor del padre por el hijo y el horror de Iván, ya que junto con su hijo ha matado a su propio linaje lo cual sería la ruina del reino”
De yapa una obra de la etapa en que pintó sobre temas relacionados con el movimiento revolucionario ruso, en ella se representa la sorpresa de la familia ante la llegada al hogar de un exiliado político
No lo esperaban (1884-1888)
Todo el mundo quiere comprender la pintura. ¿Por qué no intentan comprender el canto de los pájaros? ¿Por qué a la gente le gusta una noche, un flor, todas las cosas que rodean al hombre sin tratar de comprenderlas? En el caso de la pintura, en cambio, se quiere comprender. Que comprendan sobre todo que el artista obra por necesidad (...) Quienes intentan interpretar un cuadro, casi siempre se equivocan. Pablo Picasso, 1935.
Todo el mundo quiere comprender la pintura. ¿Por qué no intentan comprender el canto de los pájaros? ¿Por qué a la gente le gusta una noche, un flor, todas las cosas que rodean al hombre sin tratar de comprenderlas? En el caso de la pintura, en cambio, se quiere comprender. Que comprendan sobre todo que el artista obra por necesidad (...) Quienes intentan interpretar un cuadro, casi siempre se equivocan.
Pablo Picasso, 1935.
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