"Esperanza de las naciones"
¡Tú eres el esperado de las naciones! Los que te esperan no quedarán confundidos. Nuestros padres te esperaron; todos los justos, desde la creación del mundo, han esperado en ti; y no los has defraudado La Iglesia que esperaba en los antiguos padres el primer advenimiento de Cristo, espera igualmente el segundo en los justos de la nueva alianza. Estando segura de que el primer advenimiento traería el precio de nuestra redención, espera segura que el segundo advenimiento traerá la recompensa. Pendiente de esta espera, esta esperanza que sobrepasa todo lo terreno, la Iglesia aspira con un gozo ardiente los bienes eternos.Mientras otros se apresuran a buscar su felicidad en las cosas terrenas sin esperar que se cumplan los designios del Señor, mientras se precipitan hacia las riquezas que el mundo puede ofrecer, aquel que tiene la dicha de poner su esperanza en el Señor no fija su mirada en las cosas vanas y engañosas de la tierra. Sabe que vale más ser humillado con los mansos que participar en el botín del mundo con los orgullosos. El humilde se consuela diciéndose a sí mismo: “Mi herencia es el Señor. Lo esperaré. El Señor es bueno para los que esperan en él, para los que le buscan. Es bueno esperar en silencio la salvación de Dios. Señor, es verdad, mi alma desfallece esperando tu salvación; pero, el Señor es mi lote, por eso espero en él” Aunque tarde, lo esperaré, porque vendrá en su momento.
"Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres; el Señor está cerca"
Con estas palabras del apóstol Pablo, la Liturgia nos invita a la alegría. Es el tercer domingo de Adviento, llamado por este motivo domingo “Gaudete”...El Adviento es tiempo de alegría, pues permite revivir la espera del acontecimiento más alegre de la historia: el nacimiento del Hijo de Dios de la Virgen María.Saber que Dios no está lejos, sino cercano; que no es indiferente, sino compasivo; que no es ajeno, sino un Padre misericordioso que nos sigue con cariño en el respeto de nuestra libertad: este es motivo de una alegría profunda que las cambiantes vicisitudes cotidianas no pueden arañar.Una característica inconfundible de la alegría cristiana es que puede convivir con el sufrimiento, pues se basa totalmente en el amor. De hecho, el Señor que “está cerca” de nosotros, hasta el punto de hacerse hombre, viene a infundirnos su alegría, la alegría de amar. Sólo así se comprende la serena dicha de los mártires incluso en medio de las pruebas, o la sonrisa de los santos de la caridad ante quien está en el dolor: una sonrisa que no ofende, sino que consuela. “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” El anuncio del Ángel a María es una invitación a la alegría. Pidamos a la Virgen Santa el don de la alegría cristiana.
“Estará lleno de Espíritu Santo...e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías...”
¿Quién recibió el poder de abrir y cerrar los cielos, de retener o hacer caer la lluvia? ¿Quién puede hacer caer fuego sobre un sacrificio inundado de agua o sobre dos tropas de soldados por sus malas acciones? ¿Quién aniquiló en un arrebato de furor a los profetas paganos a causa de sus ídolos? ¿Quién ha visto a Dios en el susurro del aire suave?... Todos estos hechos son atribuidos únicamente a Elías y al Espíritu que habita en él.Ahora bien, se puede hablar de hechos aun más prodigiosos... Elías no ha padecido la muerte hasta el día de hoy, sino que fue arrebatado al cielo. Algunos piensan que vive con los ángeles cuya incorruptibilidad comparte en una vida inmaterial y pura... De hecho, Elías apareció en la transfiguración del Hijo de Dios, viéndolo cara a cara con el rostro descubierto. Al final de los tiempos, cuando se manifestará la salvación de Dios, él mismo proclamará la venida de Dios antes que nadie y la mostrará a todos, y, por muchos otros signos divinos, confirmará el día que hasta ahora está escondido ante el mundo. En aquel día, también nosotros, si estamos preparados, iremos por delante de este hombre admirable que nos prepara el camino que lleva a aquel día. ¡Que nos introduzca en las moradas del cielo, por Cristo Jesús a quien sea dada la gloria, el poder ahora y por los siglos de los siglos!
La sabiduria de Dios
San Juan Bautista vivía separado de la gente, era nazir consagrado a Dios. Dejó el mundo y se enfrentó a él..., llamándolo al arrepentimiento. Todos los habitantes de Jerusalén acudían a él en el desierto y se enfrentaba con ellos cara a cara. Pero cuando predicaba, hablaba de alguien que tenía venir y enseñarles de manera muy diferente.Alguien que no se separe de ellos, no se presentaría como un ser superior, sino como su hermano, hecho la misma carne y los mismos huesos, uno entre muchos hermanos, uno entre la multitud. Y efectivamente ya estaba entre ellos: "en medio de vosotros hay uno que no conocéis" Por fin Jesús comienza a mostrarse y a "manifestar su gloria" por los milagros. ¿Pero dónde? En un banquete de bodas. ¿Y cómo? Multiplicando el vino... Comparad todo esto, con lo que dice de sí mismo: "Vino Juan, y no comía ni bebía. Vino el Hijo del hombre que come y bebe, y decís: ' es un borracho '". Pudimos rechazar a Juan, pero lo respetamos; Jesús, él, fue despreciado...Oh mi Señor, esto ocurre porque amas tanto esta naturaleza humana que creaste. No nos amas simplemente como tus criaturas, obra de tus manos, sino como seres humanos. Lo amas todo, porque lo creaste todo, pero amas a los hombres por encima de todo. ¿Cómo es esto posible, Señor? ¿Qué hay en el hombre, más que en otras criaturas? "¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?" No tomaste la naturaleza de los ángeles cuando te manifestaste para nuestra salvación, y no tomaste una naturaleza humana o un papel o una carga por encima de una vida humana ordinaria - ni nazir, ni sacerdote o levita, ni monje, ni ermitaño. Viniste precisa y plenamente en esta naturaleza humana que tanto amas, esta carne que fracasó en Adán, con todas nuestras imperfecciones, nuestros sentimientos y nuestras afinidades, excepto el pecado.
“Hacerse violencia para llegar a ser morada del Señor”
El que quiera acercarse al Señor, ser digno de la vida eterna, llegar a ser morada de Cristo, ser inundado por el Santo Espíritu, con el fin de tener los frutos de este Espíritu... debe primero creer firmemente en el Señor y luego entregarse sin reserva a sus mandatos... Debe hacerse violencia para ser humilde ante todo hombre, como dice el Señor: "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso" De igual manera, debe ejercitarse con todas sus fuerzas en ser siempre misericordioso, dulce, compasivo y bueno, como dice el Señor: "Sed buenos y comprensivos como vuestro Padre celeste es compasivo" Y también: "Si me amáis, guardareis mis mandos" Y "Haceos violencia, porque de los que se hacen violencia es el Reino de los cielos". Y "Esforzaos en entrar por la puerta estrecha" En todo, debe seguir el modelo de humildad, conducta, dulzura, y manera de vivir del Señor... Que persevere en la oración, que pida sin cansarse que el Señor venga y permanezca en él, lo restaure y le dé la fuerza para observar todos sus mandatos, y que el Salvador haga morada en su alma. Y entonces, lo que cumple haciéndose violencia, sin inclinación de la naturaleza, lo cumplirá de buen grado, porque se acostumbrará completamente al bien, se acordará sin cesar del Señor y lo esperará con gran amor.Cuando el Señor vea tal resolución, tendrá lastima de él, le librará de sus enemigos y del pecado que vive en él, y lo llenará del Santo Espíritu. Y así, en lo sucesivo, observará todos los mandatos del Señor con verdad, sin violencia ni cansancio - o más bien, será el Señor mismo quien cumplirá en él sus propios preceptos y producirá con toda pureza los frutos del Espíritu
«María se puso en camino»
Después que María fue visitada por el ángel, se puso rápidamente en camino a casa de su prima Isabel, la cual también esperaba un hijo. Y el niño que había de nacer, Juan Bautista, saltó de gozo en el vientre de Isabel. ¡Qué maravilla! ¡El Dios todopoderoso, para anunciar la venida de su Hijo, escogió a un niño que había de nacer!María, a través del misterio de la Anunciación y de la Visitación, representa el modelo de vida que nosotras deberíamos llevar. Primero acogió a Jesús en su existencia; seguidamente, compartió lo que había recibido. Cada vez que recibimos la Santa Comunión, Jesús, el Verbo, se hace carne en nuestra vida –don de Dios, al mismo tiempo bello, gracioso, singular. Esta fue la primera Eucaristía: María ofrece a su Hijo en ella, en quien él había puesto el primer altar. María, la única que podía afirmar con una confianza absoluta: «Esto es mi cuerpo», a partir de ese primer momento ofreció su propio cuerpo, su fuerza, todo su ser, para la formación del Cuerpo de Cristo.Nuestra Madre la Iglesia ha elevado, delante del rostro de Dios, a un gran honor a las mujeres proclamando a María Madre de la Iglesia.
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