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Inmaculada Concepción de María. Hoy 8 de diciembre es el aniversario para recordar esta memorable fecha en el mundo cristiano.

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21/01/2013 01:11
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21/01/2013 01:10
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21/01/2013 00:59

  

El vino nuevo de las bodas del Hijo

"¿Por qué nosotros ayunamos, y tus discípulos no?" ¿Por qué? Porque para vosotros el ayuno es un asunto de ley. No es un don espontáneo. El ayuno en sí mismo no tiene valor; lo que cuenta es el deseo del que ayuna. ¿Qué provecho pensáis sacar de vuestro ayuno, si ayunáis contrariados y forzados por una ley? El ayuno es un arado maravilloso para labrar el campo de la santidad. Pero los discípulos de Cristo están situados de lleno en el corazón del campo ya maduro de la santidad; comen el pan de la cosecha nueva. ¿Cómo se verían obligados a practicar ayunos que ya son caducados? "¿Pueden, acaso, ayunar los amigos del Esposo mientras el Esposo está con ellos?"

El que se casa se entrega por completo a la alegría y participa en el banquete; se muestra afable y alegre con los invitados; hace todo lo que le inspira su amor por la esposa. Cristo celebra sus bodas con la Iglesia mientras vive sobre tierra. Por eso, acepta participar en las comidas a donde se le invita, no se niega. Lleno de benevolencia y de amor, se muestra humano, asequible y amable. ¿No viene para unir al hombre con Dios y hacer de sus compañeros los miembros de la familia de Dios?

Asimismo, dice Jesús, " nadie cose una pieza de la sábana nueva en un traje viejo". Esta sábana nueva, es el tejido del Evangelio, que está tejido con el vellón del Cordero de Dios: un vestido real que la sangre de la Pasión pronto teñirá de púrpura. ¿Cómo aceptaría Cristo unir esta sábana nueva con la antigua del legalismo de Israel?... De la misma manera, "nadie pone vino nuevo en odres viejos, sino el vino nuevo se pone en odres totalmente nuevos". Estos odres nuevos, son los cristianos. Es el ayuno de Cristo el que va a purificar estos odres de toda mancha, para que guarden intacto el sabor del vino nuevo. El cristiano se convierte así en odre nuevo preparado para recibir el vino nuevo, el vino de las bodas del Hijo, pisado en la prensa de la cruz.

20/01/2013 03:37

  

El vino nuevo de la verdadera alegría

El Señor, está escrito, fue a la boda donde había sido invitado. El Hijo de Dios pues fue a esta boda para santificar con su presencia el matrimonio que ya había sido instituido. Fue a una boda de la antigua ley para escogerse en el pueblo pagano una esposa que permanecería siempre virgen. Él que no nació de un matrimonio humano fue a la boda. Fue allá no para participar en un banquete festivo, sino para revelarse por un prodigio verdaderamente admirable. Fue allá no para beber vino, sino para darlo. Porque, tan pronto como los invitados se quedaron con vino, la bienaventurada María le dijo: "no tienen vino".

Jesús, aparentemente contrariado, le respondió: " ¿mujer, qué nos va a ti y a mi?"... Respondiendo: " mi hora todavía no ha llegado ", anunciaba ciertamente la hora gloriosa de su Pasión, o bien el vino difundido para la salvación y la vida de todos. Marie pedía un favor temporal, mientras que Cristo preparaba una alegría eterna.

Sin embargo el Señor en su bondad, no vaciló en conceder estas pequeñas cosas hasta que vengan las grandes. La bienaventurada María, porque verdaderamente era la madre del Señor, veía por el pensamiento lo que iba a llegar y conocía por anticipado la voluntad del Señor.

Por eso se encargó de advertir a los servidores con estas palabras: " haced lo que él os diga". Su santa madre sabía ciertamente que la palabra de reproche de su hijo y Señor no escondía el resentimiento de un hombre enfurecido sino contenía un misterio de compasión... Y de repente el agua comenzó a recibir la fuerza, a cambiar el color, a difundir un buen olor, a adquirir gusto, y al mismo tiempo a cambiar totalmente de naturaleza. Y esta transformación del agua en otra sustancia manifestó la presencia del Creador, porque nadie, excepto el que creó el agua de nada, puede transformarla en otra cosa.

19/01/2013 02:04

  

"¡Come con los publicanos y los pecadores!"

¿Por qué vuestro maestro come con publicanos y pecadores? Dios es acusado de abajarse hacia el hombre, de sentarse cerca del pecador, de tener hambre de su conversión y sed de su retorno, de preferir el alimento de la misericordia y la copa de la benevolencia. Pero Cristo, hermanos míos, vino a esta comida; la Vida ha venido para estar entre los invitados a fin de que, condenados a muerte, vivan la Vida; la Resurrección se ha acostado para que los que yacen se levanten de sus tumbas; la Bondad se ha abajado para levantar a los pecadores hasta el perdón; Dios ha venido hasta el hombre para que el hombre llegue hasta Dios; el juez ha venido a la comida de los culpables para sustraer a la humanidad de la sentencia de condenación; el médico ha venido a los enfermos para restablecerlos comiendo con ellos; el Buen Pastor ha inclinado la espalda para devolver la oveja perdida al establo de la salvación(Lc 15, 3s).

“¿Porqué nuestro maestro come con publicanos y pecadores?” Pero, ¿quién es pecador sino el que rechaza verse como tal? Dejar de reconocerse pecador ¿no es hundirse más en su propio pecado y, para decir verdad, identificarse con él? Y ¿quién es el injusto sino aquel que se cree justo?... Vamos, fariseo, confiesa tu pecado y podrás venir a la mesa de Cristo; por ti Cristo se hará pan, ese pan que se romperá para el perdón de tus pecados: Cristo será para ti la copa, esa copa que será derramada para el perdón de tus faltas. Vamos, fariseo, comparte la comida de los pecadores y Cristo compartirá tu comida; reconócete pecador y Cristo comerá contigo; entra con los pecadores al festín de tu Señor y podrás no ser ya más pecador; entra con el perdón de Cristo en la casa de la misericordia.

18/01/2013 19:35

¡Levántate!

    Por los sacramentos de la iniciación cristiana, el hombre recibe la vida nueva de Cristo. Ahora bien, esta vida la llevamos en "vasos de barro" (2 Co 4,7). Actualmente está todavía "escondida con Cristo en Dios" (Col 3,3). Nos hallamos aún en "nuestra morada terrena" (2 Co 5,1), sometida al sufrimiento, a la enfermedad y a la muerte. Esta vida nueva de hijo de Dios puede ser debilitada e incluso perdida por el pecado.  El Señor Jesucristo, médico de nuestras almas y de nuestros cuerpos, que perdonó los pecados al paralítico y le devolvió la salud del cuerpo (cf Mc 2,1-12), quiso que su Iglesia continuase, en la fuerza del Espíritu Santo, su obra de curación y de salvación... Esta es la finalidad de los dos sacramentos de curación: del sacramento de la Penitencia y de la Unción de los enfermos.

    "Toda la fuerza de la Penitencia consiste en que nos restituye a la gracia de Dios y nos une con Él con profunda amistad" (Catecismo Romano, 2, 5, 18). El fin y el efecto de este sacramento son, pues, la reconciliación con Dios. En los que reciben el sacramento de la Penitencia con un corazón contrito y con una disposición religiosa, "tiene como resultado la paz y la tranquilidad de la conciencia, a las que acompaña un profundo consuelo espiritual" (Concilio de Trento: DS 1674). En efecto, el sacramento de la reconciliación con Dios produce una verdadera "resurrección espiritual", una restitución de la dignidad y de los bienes de la vida de los hijos de Dios, el más precioso de los cuales es la amistad de Dios (Lc 15,32).

    Este sacramento reconcilia con la Iglesia al penitente. El pecado menoscaba o rompe la comunión fraterna. El sacramento de la Penitencia la repara o la restaura. En este sentido, no cura solamente al que se reintegra en la comunión eclesial, tiene también un efecto vivificante sobre la vida de la Iglesia que ha sufrido por el pecado de uno de sus miembros (cf 1 Co 12,26). Restablecido o afirmado en la comunión de los santos, el pecador es fortalecido por el intercambio de los bienes espirituales entre todos los miembros vivos del Cuerpo de Cristo... “El penitente perdonado se reconcilia consigo mismo en el fondo más íntimo de su propio ser, en el que recupera la propia verdad interior; se reconcilia con los hermanos, agredidos y lesionados por él de algún modo; se reconcilia con la Iglesia, se reconcilia con toda la creación” (Juan Pablo II, Exhort. Apost. Reconciliatio et paenitentita, 31).


18/01/2013 02:11

  

¡Levántate!

Por los sacramentos de la iniciación cristiana, el hombre recibe la vida nueva de Cristo. Ahora bien, esta vida la llevamos en "vasos de barro" Actualmente está todavía "escondida con Cristo en Dios" Nos hallamos aún en "nuestra morada terrena" sometida al sufrimiento, a la enfermedad y a la muerte. Esta vida nueva de hijo de Dios puede ser debilitada e incluso perdida por el pecado. El Señor Jesucristo, médico de nuestras almas y de nuestros cuerpos, que perdonó los pecados al paralítico y le devolvió la salud del cuerpo quiso que su Iglesia continuase, en la fuerza del Espíritu Santo, su obra de curación y de salvación... Esta es la finalidad de los dos sacramentos de curación: del sacramento de la Penitencia y de la Unción de los enfermos.

"Toda la fuerza de la Penitencia consiste en que nos restituye a la gracia de Dios y nos une con Él con profunda amistad" El fin y el efecto de este sacramento son, pues, la reconciliación con Dios. En los que reciben el sacramento de la Penitencia con un corazón contrito y con una disposición religiosa, "tiene como resultado la paz y la tranquilidad de la conciencia, a las que acompaña un profundo consuelo espiritual" En efecto, el sacramento de la reconciliación con Dios produce una verdadera "resurrección espiritual", una restitución de la dignidad y de los bienes de la vida de los hijos de Dios, el más precioso de los cuales es la amistad de Dios

Este sacramento reconcilia con la Iglesia al penitente. El pecado menoscaba o rompe la comunión fraterna. El sacramento de la Penitencia la repara o la restaura. En este sentido, no cura solamente al que se reintegra en la comunión eclesial, tiene también un efecto vivificante sobre la vida de la Iglesia que ha sufrido por el pecado de uno de sus miembros Restablecido o afirmado en la comunión de los santos, el pecador es fortalecido por el intercambio de los bienes espirituales entre todos los miembros vivos del Cuerpo de Cristo... “El penitente perdonado se reconcilia consigo mismo en el fondo más íntimo de su propio ser, en el que recupera la propia verdad interior; se reconcilia con los hermanos, agredidos y lesionados por él de algún modo; se reconcilia con la Iglesia, se reconcilia con toda la creación”

17/01/2013 00:16

  

“Jesús extendió la mano y lo tocó”

El gesto afectuoso de Jesús que se acerca a unos leprosos, los reconforta y los cura, tiene su plena y misteriosa expresión en la Pasión. En pleno suplicio y desfigurado por el sudor de sangre, por la flagelación, por la corona de espinas, por la crucifixión, abandonado por el pueblo que ha olvidado todo los bienes recibidos de él, Jesús en su Pasión se identifica con los leprosos; llega a ser su imagen y su símbolo, tal como el profeta Isaías había tenido la intuición contemplando por anticipado el misterio del Siervo del Señor: “No tenía belleza ni figura, lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros... Nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado” Pero es precisamente de las llagas del cuerpo sufriente de Jesús y de la fuerza de su resurrección que brotan la vida y la esperanza para todos los hombres golpeados por el mal y la enfermedad.

La Iglesia ha sido siempre fiel en anunciar la palabra de Cristo unida al gesto concreto de misericordia solidaria para con los más pobres, los últimos. A lo largo de los siglos ha habido un crecimiento en la entrega conmovedora y extraordinaria en favor de los que viven golpeados por el peso de las enfermedades humanamente más repugnantes. La historia hace relucir el hecho de que los cristianos han sido siempre los primeros en preocuparse del problema de los leprosos. El ejemplo de Cristo ha sido seguido, ha sido fecundo en gestos de solidaridad, de entrega, de generosidad y de caridad desinteresada.

16/01/2013 01:31

  

Está presente por la fe

¡Si Jesús se acercara a nosotros y con una sola palabra curara nuestra fiebre! Porque cada uno de nosotros tenemos nuestra fiebre. Que Jesús se acerque, pues, a nosotros, que nos toque con su mano. Si lo hace, la fiebre desaparecerá al instante porque Jesús es un médico excelente. El es el verdadero, el auténtico médico, el primero de todos los médicos. Sabe descubrir el secreto de nuestras enfermedades: él nos toca, no en el oído ni en la frente sino en las manos, es decir: en nuestras obras malas...

Jesús se acerca a la mujer enferma porque ella no podía levantarse y correr a su encuentro. Él, el médico misericordioso y comprensivo se acerca a su lecho, él que llevó sobre sus hombros a la oveja enferma Se acerca porque quiere; toma la iniciativa de la curación. Se acerca a esta mujer y ¿qué le dice? “Tú tenías que haber corrido hacia mí. Tú tenías que haber venido a la puerta para recibirme para que tu curación no fuera sólo efecto de mi misericordia sino también de tu voluntad. Pero como estás abatida por la fiebre y no te puedes levantar, soy yo quien me acerco y voy hacia ti.”

Jesús se acerca y la hace levantar... La toma de la mano. Cuando uno está en peligro, como Pedro en el lago, a punto de ahogarse, Jesús lo toma de la mano y lo levanta. Jesús hace levantar a esta mujer tomándola de la mano: su propia mano coge la mano de la mujer. ¡Dichosa amistad! ¡Feliz contacto! Jesús la coge de la mano como un médico: constata la violencia de la fiebre, él, el médico y el remedio. Jesús la toca y la fiebre la abandona. Que toque también nuestra mano, que cure nuestras obras... levantémonos, permanezcamos en pié... Pero, dirá alguno: “¿dónde está Jesús?” Está aquí, en medio de nosotros, dice el evangelio. “En medio de vosotros hay uno a quien vosotros no conocéis. El Reino de Dios está en medio de vosotros” Tengamos fe y experimentaremos también la presencia de Jesús.

15/01/2013 00:04

  

“¡Silencio! ¡Sal de este hombre!”

“Jesús increpó al demonio diciendo: '¡Cállate y sal de este hombre!'”La Verdad no tiene ninguna necesidad del testimonio del Mentiroso... “No tengo ninguna necesidad del reconocimiento de aquel que consagro al desgarramiento. ¡Cállate! Que mi gloria estalle en tu silencio. No quiero que sea tu voz la que me elogie, sino tus tormentos; porque tu desgarramiento es mi triunfo... ¡Cállate y sal de este hombre!”. Es como si dijera: “Sal de mi casa, ¿qué haces tu bajo mi techo? Soy yo quien quiere entrar: entonces, cállate y sal de este hombre, del hombre, este ser dotado de razón. Deja esta morada preparada a mi intención. El Señor desea su casa: sal de este hombre”...

Ved hasta que punto es preciosa el alma del hombre. Esto va dirigido a los que piensan que nuestra alma y la de los animales son idénticas y que estamos dotados de un mismo espíritu. En otro pasaje, el demonio es expulsado de un solo hombre y es enviado a dos mil cerdos el espíritu precioso se opone al espíritu vil, uno es salvado, el otro se pierde. “Sal de este hombre, vete a los cerdos, vete donde quieras, vete a los abismos. Sal de este hombre, es decir de lo que es mío en propiedad; no dejaré que poseas al hombre porque sería injurioso para mí si te instalarás en él en lugar de hacerlo yo. He asumido un cuerpo humano, habito en el hombre: esta carne que tú posees es parte de mi carne. ¡Sal de este hombre!

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