"Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y lleno de compasión, corrió hacia él, lo abrazó y cubrió de besos”
Aunque hasta ahora hemos hablado principalmente del Antiguo Testamento, ya se ha dejado entrever la íntima compenetración de los dos Testamentos como única Escritura de la fe cristiana. La verdadera originalidad del Nuevo Testamento no consiste en nuevas ideas, sino en la figura misma de Cristo, que da carne y sangre a los conceptos: un realismo inaudito. Tampoco en el Antiguo Testamento la novedad bíblica consiste simplemente en nociones abstractas, sino en la actuación imprevisible y, en cierto sentido inaudita, de Dios. Este actuar de Dios adquiere ahora su forma dramática, puesto que, en Jesucristo, el propio Dios va tras la “oveja perdida”, la humanidad doliente y extraviada Cuando Jesús habla en sus parábolas del pastor que va tras la oveja descarriada, de la mujer que busca el dracma, del padre que sale al encuentro del hijo pródigo y lo abraza, no se trata sólo de meras palabras, sino que es la explicación de su propio ser y actuar. En su muerte en la cruz se realiza ese ponerse Dios contra sí mismo, al entregarse para dar nueva vida al hombre y salvarlo: esto es amor en su forma más radical. Poner la mirada en el costado traspasado de Cristo, del que habla Juan ayuda a comprender lo que ha sido el punto de partida de esta Carta encíclica: “Dios es amor” Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a partir de allí se debe definir ahora qué es el amor. Y, desde esa mirada, el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amar.Jesús ha perpetuado este acto de entrega mediante la institución de la Eucaristía durante la Última Cena. Ya en aquella hora, Él anticipa su muerte y resurrección, dándose a sí mismo a sus discípulos en el pan y en el vino, su cuerpo y su sangre...La Eucaristía nos adentra en el acto oblativo de Jesús...La “mística” del Sacramento, que se basa en el abajamiento de Dios hacia nosotros, tiene otra dimensión de gran alcance y que lleva mucho más alto de lo que cualquier elevación mística del hombre podría alcanzar.
La viña del Señor
Dios ha plantado la viña del género humano moldeando a Adán y eligiendo a los patriarcas. Luego, entregó la viña a los viñadores dándoles la Ley por Moisés. La ciñó con una valla, es decir, delimitó la tierra que los viñadores tendrían que cultivar. Construyó una torre, es decir, escogió a Jerusalén. Les envió los profetas antes del exilio a Babilonia, después de la deportación envió otros, más numerosos que los primeros para reclamar el fruto y para decirles: “Enmendad vuestra conducta y vuestras acciones.” “Juzgad con rectitud y justicia; practicad el amor y la misericordia unos con otros. No explotéis a la viuda, al huérfano, al extranjero y al pobre, y no traméis nada malo contra el prójimo...” “Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones... aprended a hacer el bien. Buscad el derecho, proteged al oprimido, socorred al huérfano, defended a la viuda.” Por esta predicación los profetas reclamaban los frutos de la justicia. Pero, como esta gente permaneció en la incredulidad, les envió finalmente al Hijo, Nuestro Señor Jesucristo que fue asesinado por lo viñadores malvados. Por esto, Dios confió la viña, -no ya delimitada sino extendiéndola sobre toda la tierra,- a otros viñadores para que le entregaran el fruto a su tiempo... La gloria de la elección se extiende por doquier con su resplandor, porque por todas partes resplandece la Iglesia. Por todas partes está colocado el lagar porque en todas partes viven los que han recibido la unción del Espíritu de Dios...Por eso el Señor les decía a sus discípulos, para que fueran buenos obreros: "Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones, con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida” “Tened ceñida vuestra cintura y encendidas vuestras lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a su señor”
Sufro terriblemente en este horno
En cuanto a mí, digo que los que son atormentados en infierno lo son por los golpes del amor. ¿Qué hay más amargo y más violento que los tormentos del amor? Los que sienten que pecaron contra el amor llevan en ellos una condena mucho más grande que los castigos más temidos. El sufrimiento que el pecado contra el amor provoca en el corazón es más desgarrador que cualquier otro tormento.Es absurdo pensar que los pecadores en el infierno están privados del amor de Dios. El amor es el origen de la verdad, que, según el testimonio de todos, se da sin división. Por su poder, el amor actúa de dos maneras. Atormenta a los pecadores, como pasa aquí abajo cuando un amigo atormenta a otro amigo. Y regocija en él a los que han hecho lo que había que hacer. Tal es a mi juicio, el tormento del infierno: el pesar. Pero las almas de los de arriba, de los del cielo, están en la embriaguez de las delicias.
“Mirad, estamos subiendo a Jerusalén”
En los “Salmos de las subidas” el salmista suspira por Jerusalén y dice que quiere subir a la ciudad santa. ¿Dónde quiere subir? ¿Desea llegar al sol, a la luna, a las estrellas? No. La Jerusalén celeste está en el cielo, allí donde habitan los ángeles, nuestros conciudadanos En esta tierra estamos en exilio, lejos de ellos. En el camino del exilio, suspiramos; en la ciudad exultaremos de gozo. A lo largo de nuestro viaje encontramos compañeros que ya han visto esta ciudad y nos animan a correr hacia ella. Han provocado que el salmista lance un grito de alegría: “Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor” “Iremos a la casa del Señor”: corramos pues, corramos puesto que llegaremos a la casa del Señor. Corramos sin cansarnos; allí no hay cansancio. Corramos hacia la casa del Señor y exultemos de gozo con los que nos han llamado a ir allá, aquellos que han sido los primeros en contemplar nuestra patria. Y de lejos gritan a los que les siguen: “¡Iremos a la casa del Señor; caminad, corred!” Los apóstoles han visto ya esta casa y nos llaman: “¡Corred, caminad, seguidnos! ¡Iremos a la casa del Señor!”¿Y, qué es lo que responde cada uno de nosotros? “Me alegro por lo que me han dicho: Iremos a la casa del Señor”. Me he alegrado en los profetas, me ha alegrado en los apóstoles, porque todos nos han dicho: “Vamos a la casa del Señor”.
“El que se humilla será ensalzado”
Un día, el abad Macario volvía del campo a su celda llevando unas hojas de palmera. En el camino, el diablo le abordó con una hoz queriéndole herir, pero no lo logró. El diablo le dijo entonces: “Macario, padezco muchos tormentos por tu causa, porque no te he podido vencer. Sin embargo, hago todo lo que tú haces: tú ayunas, y yo no como nunca; tú vigilas, y yo no duermo jamás. Hay una sola cosa en la que me puedes.” - ¿Cuál? preguntó Macario. – “Es tu humildad la que me impide vencerte.”
Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso
A mis ojos, la misericordia [de Dios], es el amor que obra con dulzura y plenitud de gracia, con compasión superabundante.Actúa para guardarnos; para que todas las cosas sucedan para nuestro bien. Permite, por amor, incluso que faltemos, en cierta medida. Tantas veces faltemos como caigamos; tantas veces caigamos como muramos... Sin embargo, la mirada dulce de la piedad y del amor jamás se aparta de nosotros; la misericordia nunca se acaba.He visto lo que es propio de la misericordia y he visto lo que es propio de la gracia: son dos maneras de actuar de un solo amor. La misericordia es un atributo de la compasión, y proviene de la ternura maternal; la gracia es un atributo de gloria, y proviene del poder real del Señor en el mismo amor.La misericordia actúa para protegernos, sostenernos, vivificarnos, y curarnos: en todo esto es ternura de amor. La gracia obra para elevar y recompensar, infinitamente más allá de lo que merecen nuestro deseo y nuestro trabajo; difunde y manifiesta la generosidad que Dios, nuestro Señor, nos prodiga en su cortesía maravillosa. Todo esto viene de la abundancia de su amor. Porque la gracia cambia nuestra flaqueza en consuelo abundante e infinito, la gracia convierte nuestra caída vergonzosa en un levantamiento sublime y glorioso, la gracia cambia nuestro triste morir en una vida santa y bienaventurada.En verdad lo he visto: cada vez que nuestra perversidad nos conduce, aquí abajo, al dolor, la vergüenza y la aflicción, la gracia, por el contrario, nos conduce al consuelo, la gloria y la felicidad. Y con tal superabundancia, que llegando a allá arriba para recibir la recompensa que la gracia nos tiene preparada, agradeceremos y bendeciremos a nuestro Señor, regocijándonos sin fin por haber sufrido tales adversidades. Y este amor bienaventurado será de tal naturaleza que veremos en Dios cosas que jamás habríamos podido conocer sin haber pasado por estas pruebas.
“Amad a vuestros enemigos, orad por los que os persiguen”
Quedemos firmemente unidos a nuestra esperanza y nuestro premio: Cristo Jesús. Sobre el madero ha llevado nuestras culpas en su cuerpo. No obstante “él no cometió pecado ni se halló engaño en su boca” Pero para que nosotros vivamos en él ha soportado todo esto. Imitemos su paciencia y si padecemos a causa de su nombre, démosle gloria. Este es el ejemplo que él mismo nos dio y que anima nuestra fe... ¡Perseverad en estos sentimientos y seguid el ejemplo del Señor, firmes e inquebrantables en la fe, amando a los hermanos, llenos de afecto mutuo, unidos en la verdad, acompañándoos unos a otros con dulzura, como el Señor, no despreciando a nadie...Estoy convencido de que estáis muy instruidos por los libros sagrados y que no ignoráis ninguno de sus misterios. Yo no soy tan erudito. Pero esta cita de las Sagradas Escrituras me basta: “si os dejáis llevar de la ira, que no sea hasta el punto de pecar.”¡Dichoso el que se acuerda de esta palabra! Creo que vosotros sois de éstos.Que Dios, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo, y él mismo, el Sumo Pontífice eterno Jesucristo, el Hijo de Dios, os fortalezca en la fe y en la verdad, con toda dulzura, sin cólera, en la paciencia, la longanimidad, la valentía y la castidad. Que él os haga partícipes en la heredad de los santos, igual que a nosotros y a todos los que viven bajo el cielo y creen en Nuestro Señor Jesucristo y en su Padre que lo resucitó de entre los muertos. ¡Orad por todos los santos! ¡Orad también por los reyes, los príncipes, los magistrados, por todos aquellos que os persiguen y os odian, por los enemigos de la cruz, y así, todos puedan contemplar el fruto de vuestras vidas.
“Yo te digo: tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”
"Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia... A ti te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos" Las tres metáforas que utiliza Jesús son en sí muy claras: Pedro será el cimiento de roca sobre el que se apoyará el edificio de la Iglesia; tendrá las llaves del reino de los cielos para abrir y cerrar a quien le parezca oportuno; por último, podrá atar o desatar, es decir, podrá decidir o prohibir lo que considere necesario para la vida de la Iglesia, que es y sigue siendo de Cristo. Siempre es la Iglesia de Cristo y no de Pedro. Así queda descrito con imágenes muy plásticas lo que la reflexión sucesiva calificará con el término: "primado de jurisdicción"Esta posición de preeminencia que Jesús quiso conferir a Pedro se constata también después de la resurrección: Jesús encarga a las mujeres que lleven el anuncio a Pedro después, entre los Apóstoles, Pedro es el primer testigo de la aparición del Resucitado Además, el hecho de que varios de los textos clave referidos a Pedro puedan enmarcarse en el contexto de la última Cena, en la que Cristo le confiere el ministerio de confirmar a los hermanos muestra cómo el ministerio confiado a Pedro es uno de los elementos constitutivos de la Iglesia que nace del memorial pascual celebrado en la Eucaristía.En este contexto... indica también el sentido último de este primado: Pedro, para todos los tiempos, debe ser el custodio de la comunión con Cristo; debe guiar a la comunión con Cristo; debe cuidar de que la red no se rompa, a fin de que así perdure la comunión universal. La responsabilidad de Pedro consiste en garantizar así la comunión con Cristo con la caridad de Cristo, guiando a la realización de esta caridad en la vida diaria.
“Pedid,....buscad,...llamad,...”
Cuando la petición se dirige a un hombre, se debe primero expresar el deseo y la necesidad por la que ruega. Tiene por objeto también doblegar el corazón al que se pide, hasta hacerlo ceder. Más, estas dos cosas no tienen razón de ser cuando la oración se dirige a Dios. Cuando oramos no tenemos que inquietarnos por expresar a Dios nuestros deseos o nuestras necesidades, ya que Dios lo sabe todo No obstante, la oración nos es necesaria para obtener la gracia de Dios; El caso es que ejerce una influencia sobre el que ruega, con el fin de que considere sus propias pobrezas e incline su alma a desear con fervor y espíritu filial lo que espera obtener por la oración. Se hace, por esto, capaz de recibirlo...La oración nos hace cercanos a Dios ya que nuestras almas se elevan hacia él, conversan afectuosamente con él y lo adoran en espíritu y en verdad Esta intimidad adquirida en la oración incita al hombre a la oración confiada. Por esto está escrito en los salmos: “Yo te invoco, oh Dios, porque tú me respondes.” El salmista es acogido por Dios al inicio de la oración, luego ora con una confianza mayor. Así que en nuestra oración a Dios, la frecuencia o la insistencia no están fuera de lugar, antes bien son agradables a Dios; porque hay “necesidad de orar siempre sin desanimarse.” y en otro lugar, el Señor nos invita “pedid y recibiréis; buscad y encontraréis, llamad, y os abrirán.”
“Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra”
Para dedicarse a un arte..., para profundizar en una ciencia, el espíritu necesita soledad y aislamiento, necesita recogimiento y silencio. Ahora bien, para el alma enamorada de Dios, para el alma que ya no ve más arte ni más ciencia que la vida de Jesús, para el hombre que ha encontrado en la tierra el tesoro escondido el silencio no le basta, ni su recogimiento en soledad. Le es necesario ocultarse a todos, le es necesario ocultarse con Cristo, buscar un rincón de la tierra donde no lleguen las profanas miradas del mundo, y allí estarse a solas con su Dios. El secreto del Rey se mancha y pierde brillo al publicarse. Ese secreto del Rey es el que hay que ocultar para que nadie lo vea. Ese secreto que muchos creerán son comunicaciones divinas y consuelos sobrenaturales... ese secreto del Rey que envidiamos en los Santos, se reduce muchas veces a una Cruz.No pongamos la luz bajo el celemín, nos dice Jesús Publiquemos a los cuatro vientos nuestra fe, llenemos el mundo de gritos de entusiasmo por tener un Dios tan bueno. No nos cansemos de predicar su Evangelio y decir a todo el que nos quiera oir, que Cristo murió amando a los hombres, clavado en un madero... que murió por mí, por ti, por aquel... Y si nosotros de veras le amamos, no le ocultemos... no pongamos la luz que puede alumbrar a otros, debajo de un celemín.Más en cambio, bendito Jesús, llevemos allá adentro y sin que nadie se entere, ese divino secreto... ese secreto que Tú das a las almas que más te quieren... esa partecica de tu Cruz, de tu sed, de tus espinas. Ocultemos en el último rincón de la tierra nuestras lágrimas, nuestras penas y nuestros desconsuelos... Ocultémonos con Cristo para sólo a El hacerle partícipe de lo que, mirándolo bien, sólo es suyo: el secreto de la Cruz. Aprendamos de una vez, meditando su vida, en su Pasión y en su muerte, que sólo hay un camino para llegar a El..., el camino de la santa Cruz.
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