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Inmaculada Concepción de María. Hoy 8 de diciembre es el aniversario para recordar esta memorable fecha en el mundo cristiano.

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05/05/2013 23:54

  

“El Defensor que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad”

¿Quién eres, dulce luz que me inundas
alumbrando las tinieblas de mi corazón?
Tu mano me guía como una madre
Si me soltaras
ningún paso ya sabría dar.
Tú eres el espacio
que entraña en si todo mi ser y me ampara.
Lejos de ti me hundiría en el abismo de la nada
de la que me salvaste y levantaste a la luz.
Tú, más cerca de mí que yo misma
más interior que mi interior
y al mismo tiempo inaccesible,
más allá de todo nombre:
Espíritu Santo- Amor eterno.

¿Eres Espíritu de plenitud y de poder
con que el Cordero rompe los sellos
de los designios divinos?
Enviados por Ti, los mensajeros del juicio,
van por el mundo con la espada afilada
para separar el reino de la luz
del reino de las tinieblas
Habrá un cielo nuevo y una tierra nueva
y todo recobrará el lugar que le pertenece,
gracias a tu aliento:
Espíritu Santo – Poder victorioso!

05/05/2013 01:33

  

“El Defensor, el Espíritu Santo... os recordará todo lo que os he dicho”

    Cristo, que “había entregado el espíritu en la cruz” como Hijo del hombre y Cordero de Dios, una vez resucitado va donde los apóstoles para “soplar sobre ellos” La venida del Señor llena de gozo a los presentes: “Su tristeza se convierte en gozo” como ya había prometido antes de su pasión. Y sobre todo se verifica el principal anuncio del discurso de despedida: Cristo resucitado, como si preparara una nueva creación, “trae” el Espíritu Santo a los apóstoles. Lo trae a costa de su “partida”; les da este Espíritu como a través de las heridas de su crucifixión: “les mostró las manos y el costado”. En virtud de esta crucifixión les dice: “Recibid el Espíritu Santo”.  
    
    Se establece así una relación profunda entre el envío del Hijo y el del Espíritu Santo. No se da el envío del Espíritu Santo (después del pecado original) sin la Cruz y la Resurrección: “Si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito” Se establece también una relación íntima entre la misión del Espíritu Santo y la del Hijo en la Redención. La misión del Hijo, en cierto modo, encuentra su “cumplimiento” en la Redención: “Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros” La Redención es realizada totalmente por el Hijo, el Ungido, que ha venido y actuado con el poder del Espíritu Santo, ofreciéndose finalmente en sacrificio supremo sobre el madero de la Cruz. Y esta Redención, al mismo tiempo, es realizada constantemente en los corazones y en las conciencias humanas —en la historia del mundo— por el Espíritu Santo, que es el “otro Paráclito”

03/05/2013 23:45

  

El siervo no es mayor que el maestro

    "Lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza " Cristo es revestido como rey y príncipe de mártires, con una túnica roja... porque su sangre sagrada resplandece como una escarlata preciosa. Es como el vencedor que recibe la corona, porque es normalmente al vencedor al que se concede una corona... Pero podemos observar que la túnica púrpura es también el símbolo de la Iglesia que, permaneciendo en Cristo rey, brilla con una gloria real. De ahí el título de "raza real" que le da Juan en el Apocalipsis En efecto, la tela púrpura es una pieza preciosa y real.

    Aunque sea un producto natural, cambia de calidad cuando se la sumerge en un baño de tinte, y cambia de aspecto... Sin valor por ella misma, se transforma de hecho en un producto precioso. Lo mismo nos ocurre a nosotros: sin valor por nosotros mismos, la gracia nos transforma y nos da un precio, cuando [en nuestro bautismo] somos sumergidos por tres veces, como la tela de púrpura, en la escarlata espiritual, el misterio de la Trinidad...

    También podemos observar que la túnica roja es también el símbolo de la gloria de los mártires, ya que, teñidos de su propia sangre derramada, adornados por la sangre del martirio, brillan en Cristo como una preciosa túnica escarlata. En otro tiempo, la ley recomendaba ofrecer telas escarlatas para adornar el tabernáculo de Dios los mártires, de hecho, son el ornamento de la Iglesia de Cristo...

    La corona de espinas que pusieron sobre la cabeza del Señor, es el símbolo de nuestra alianza, que, de todas las naciones, hemos venido a la fe. Éramos entonces sólo unas espinas, es decir pecadores; pero, creyendo en Cristo, llegamos a ser una corona de justicia, porque dejamos de pinchar o de herir al Salvador, y coronamos su cabeza con la confesión de nuestra fe... Sí, antaño éramos espinas, más ahora... nos hemos convertido en piedras preciosas.

02/05/2013 23:45

  

El camino hacia el Padre

    El Señor no dejó ningún atisbo de duda ni incertidumbre sobre un misterio tan grande... Escuchemosle revelar a los apóstoles todo lo que hay que saber para creerlo: " Yo soy el camino, la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si vosotros me conocéis, conoceréis también a mi Padre... Quien me ha visto, ha visto también al Padre. Cómo puedes decirme: ¿Muéstranos al Padre? ¿No crees que estoy en el Padre, y que el Padre está en mí? "... Entonces el que es el camino no nos conduce por sendas sin salida o através de un desierto sin camino; el que es la verdad, no quiere engañarnos con mentiras; el que es la vida no nos dejará en un error que acabaría en la muerte... "Nadie va al Padre sino por mí ": el camino hacia el Padre pasa por el Hijo...

    "Si me conocéis, conoceréis también al Padre”. Vemos al hombre Cristo Jesús, su aspecto exterior, es decir su naturaleza de hombre... ¿cómo pues conocerlo, es también conocer al Padre? En el misterio del cuerpo que tomó, el Señor manifiesta la divinidad que está en el Padre guardando un cierto orden: " si me conocéis, lo conoceréis y lo veréis "... Distingue el tiempo de la visión y el del conocimiento; dice que tienen que reconocer al que les habla y al que ven; deben aprender a reconocer la naturaleza divina que está en él.

    Estas palabras, que no esperaba, turban a Felipe. Ve a un hombre, y este hombre afirma ser el Hijo de Dios...; el Señor le dice que ha visto al Padre, y por tanto lo conoce, ya que lo ha visto. La condición limitada de su ser humano no le permite a Felipe comprender tal afirmación... Por eso responde que no ha visto al Padre y le pide al Señor que se lo muestre. El caso es, que no desea contemplarlo con sus ojos corporales, sino que le pide le dé a entender quién es el que ve... Expresa un deseo más bien de comprender que de ver, y añade: "y esto nos basta".

01/05/2013 23:30

  

“...para que vuestra alegría sea completa.”

“Dios ama al que da con alegría”, dice San Pablo El mejor medio para manifestar nuestro agradecimiento a Dios y a los demás, es aceptarlo todo con alegría. Un corazón alegre es el resultado lógico de un corazón ardiente en amor. Los pobres se sentían atraídos por Jesús porque en él habitaba algo mayor que él, irradiaba esta fuerza a través de sus ojos, sus manos, por todo su cuerpo. Todo su ser manifestaba la entrega de sí mismo a Dios y a los humanos.

    ¡Que nada nos pueda preocupar de tal modo que nos llene de tristeza y de desánimo, que nos quite el gozo de la resurrección! La alegría no es una simple cuestión de temperamento cuando se trata de servir a Dios y a las almas; exige siempre un esfuerzo. Esto es una razón más para intentar adquirirla y hacerla crecer en nuestros corazones. Incluso, si tenemos poco para compartir, siempre nos quedará la alegría que nace de un corazón enamorado de Dios.

    Por todas partes del mundo, la gente está sedienta y hambrienta del amor de Dios. Nosotros respondemos a esta necesidad cuando sembramos la alegría. Es una de las mejores fortalezas contra la tentación. Jesús puede tomar plena posesión de un alma que se abandona en él con alegría.  

01/05/2013 01:16

  

La parábola de la viña

    Confieso que tengo todo el respeto por la explicación que ve en la parábola de la viña a la Iglesia universal, la viña de Cristo. Los sarmientos de los cristianos, el agricultor y padre de familia, el Padre celestial, el día sin ocaso o la vida del hombre, las horas, las edades del mundo o la persona humana, el lugar de la actividad humana misma.

    Sin embargo, personalmente, me gusta considerar mi alma y también mi cuerpo, es decir, toda mi persona como una viña. No debo de abandonarla sino trabajarla, cultivarla para que no la ahoguen los brotes o raíces extraños, ni se vea agobiada por los propios brotes naturales. Tengo que podarla para que no se forme demasiada madera, cortarla para que dé más fruto. Sin falta tengo que rodearla de una valla para que no la pisoteen los viandantes y para que el jabalí no la devore. Tengo que cultivarla con mucho cuidado para que el vino no degenere en algo extraño, incapaz de alegrar a Dios y a los hombres o incluso entristecerlos. Tengo que protegerla con mucha atención, para que el fruto que con tanto trabajo se cultiva no sea robado furtivamente por los que en secreto devoran a los pobres De la misma manera que el primer hombre recibió en el paraíso, su viña, la orden de trabajarla y de guardarla, yo tengo que cultivar mi viña

29/04/2013 23:40

  

“Mi paz os doy”

El Espíritu de Dios es espíritu de paz; incluso cuando pecamos gravemente, nos hace percibir un dolor tranquilo, humilde y confiado, debido precisamente a su misericordia. Por el contrario, el espíritu el mal, excita, exaspera, y nos hace experimentar, cuando faltamos, una especie de cólera contra nosotros; y sin embargo, es hacia nosotros mismos que deberíamos ejercer la primera de las caridades. Pues, cuando tu estás atormentado por ciertos pensamientos, esta agitación no proviene de Dios, sino del demonio; pues Dios, por ser espíritu de paz, te da la serenidad.

28/04/2013 22:45

  

“El Espíritu Santo os lo enseñará todo”

La vida contemplativa es la vida del cielo... En efecto, gracias al amor de unión con Dios, el hombre traspasa su ser de criatura, para descubrir y saborear la opulencia y las delicias que el mismo Dios es y que deja que fluyan sin cesar en lo más escondido del ser humano, allí donde éste es semejante a la nobleza de Dios. Cuando el hombre recogido y contemplativo llega así a encontrar su imagen eterna, y cuando, en esta nitidez, gracias al Hijo, encuentra su lugar en el seno del Padre, es iluminado por la verdad divina...

Porque es preciso saber que el Padre celestial, abismo viviente, a través de las obras y con todo lo que vive en él, se gira hacia su Hijo como hacia su eterna Sabiduría y esta misma Sabiduría, con todo lo que vive en ella y a través de sus obras, se refleja en el Padre, es decir, en este abismo del cual ella ha salido. De este encuentro brota la tercera Persona, la que es entre el Padre y el Hijo, es decir, el Espíritu Santo, su común amor, que es uno con ellos en unidad de naturaleza. Este amor abraza y atraviesa con fruición al Padre, al Hijo y a todo lo que vive en ellos, y esto con una opulencia y un gozo tal que todas las criaturas quedan absortas en un silencio eterno. Porque la maravilla inaccesible, escondida en este amor, sobrepasará eternamente a la comprensión de toda criatura.

Cuando reconocemos esta maravilla y la saboreamos sin asombro, es señal de que nuestro espíritu se encuentra más allá de sí mismo y que se hace uno con el Espíritu de Dios, saboreando y contemplando sin medida, igual que Dios saborea y contempla su propia riqueza en la unidad de su profundidad viviente, según su modo de ser increado... Este delicioso encuentro, que se realiza en nosotros según el modo de Dios, se renueva constantemente... Porque de la misma manera que el Padre mira sin cesar todas las cosas como nuevas en su nacimiento en su Hijo, son de la misma forma amadas de manera nueva por el Padre y por el Hijo en el constante fluir del Santo Espíritu. Este es el encuentro del Padre y del Hijo en el cual somos amorosamente abrazados, gracias al Santo Espíritu, en un amor eterno.

28/04/2013 00:27

  

“Tal como yo os he amado, así también amaos los unos a los otros”

“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros”... el que escucha este mandamiento, o mejor, el que lo obedece, se renueva interiormente no por un amor cualquiera sino por el mismo amor que el Señor ha precisado, añadiendo: “Como yo os he amado”... a fin de distinguirlo de un amor puramente natural. “Todos los miembros del cuerpo se preocupan los unos de los otros. Si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; si un miembro es glorificado, todos los miembros se congratulan con él” En efecto, ellos comprenden y observan estas palabras: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis lo unos a lo otros” no como fuente de desenfrenos, ni como se aman los hombres simplemente porque son hombres, sino como aquellos que se aman porque todos “son dioses” e “hijos del Altísimo” para llegar así a ser los hermanos de su Hijo único, amándose unos a otros con el mismo amor con que él los amó, para conducirlos a todos a aquel fin que los satisfaga, donde su anhelo de bienes encuentre su saciedad. Porque no quedará ningún anhelo sin saciar cuando Dios lo sea “todo en todos”

El que ama a su prójimo con un amor espiritual ¿qué amará en él sino a Dios? Este amor es el que el Señor quiere separar del amor puramente natural cuando añade: “Como yo os he amado”. ¿Qué es lo que él ha amado en nosotros sino a Dios? No a Dios tal como ya lo poseemos, sino tal como él quiere que le poseamos cuando dice: "Dios será todo en todos”. El médico ama a sus enfermos por la salud que les quiere dar, no por su enfermedad. “Como yo os he amado, amaos los unos a los otros”. Es por eso que nos ha amado: para que nosotros también sepamos amarnos los unos a los otros.

27/04/2013 00:58

  

“El que me ve a mí, ve al Padre.”

“Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” El hombre por si sólo, no verá a Dios, pero Dios será visto por los hombres si Dios lo quiere, por quien él quiere, cuando él quiere, porque Dios lo puede todo. Antiguamente fue visto, gracias al Espíritu según la profecía, después fue visto, gracias al Hijo, según la adopción, y será visto en el reino de los cielos según la paternidad. Porque el Espíritu prepara al hombre previamente para el Hijo de Dios, el Hijo lo conduce al Padre, y el Padre le da la incorruptibilidad y la vida eterna que consisten para cada uno en ver a Dios.

Ya que los que ven la luz están en la luz y participan de su resplandor, así los que ven a Dios están en Dios y participan de su esplendor. Porque el esplendor de Dios da la vida. Por tanto, los que ven a Dios participan en su vida.

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