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Inmaculada Concepción de María. Hoy 8 de diciembre es el aniversario para recordar esta memorable fecha en el mundo cristiano.

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15/05/2013 23:52

  

“...Para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado...”

    En el camino ecuménico hacia la unidad, la primacía corresponde sin duda a la oración común... Si los cristianos, a pesar de sus divisiones, saben unirse cada vez más en oración común en torno a Cristo, crecerá en ellos la conciencia de que es menos lo que los divide que lo que los une. Si se encuentran más frecuente y asiduamente delante de Cristo en la oración, hallarán fuerza para afrontar toda la dolorosa y humana realidad de las divisiones, y de nuevo se encontrarán en aquella comunidad de la Iglesia que Cristo forma incesantemente en el Espíritu Santo, a pesar de todas las debilidades y limitaciones humanas.

    En suma, la comunión de oración lleva a mirar con ojos nuevos a la Iglesia y al cristianismo. En efecto, no se debe olvidar que el Señor pidió al Padre la unidad de sus discípulos, para que ésta fuera testimonio de su misión y el mundo pudiese creer que el Padre lo había enviado Se puede decir que el movimiento ecuménico haya partido en cierto sentido de la experiencia negativa de quienes, anunciando el único Evangelio, se referían cada uno a su propia Iglesia o Comunidad eclesial; una contradicción que no podía pasar desapercibida a quien escuchaba el mensaje de salvación y encontraba en ello un obstáculo a la acogida del anuncio evangélico. Lamentablemente este grave impedimento no está superado. Es cierto, no estamos todavía en plena comunión. Sin embargo, a pesar de nuestras divisiones, estamos recorriendo el camino hacia la unidad plena, aquella unidad que caracterizaba a la Iglesia apostólica en sus principios, y que nosotros buscamos sinceramente: prueba de esto es nuestra oración común, animada por la fe. En la oración nos reunimos en el nombre de Cristo que es Uno. El es nuestra unidad.

14/05/2013 23:51

  

“No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno.”

    Los cristianos no se distinguen de los demás hombres, ni por el lugar en que viven, ni por su lenguaje, ni por su modo de vivir. Ellos, en efecto, no tienen ciudades propias, ni utilizan un hablar insólito, ni llevan un género de vida distinto. Su sistema doctrinal no ha sido inventado gracias al talento y especulación de hombres estudiosos, ni profesan, como otros, una enseñanza basada en autoridad de hombres.

    Viven en ciudades griegas o bárbaras, según les cupo en suerte, siguen las costumbres de los habitantes del país, tanto en el vestir como en todo su estilo de vida y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos, increíble. Habitan en su propia patria, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña es patria para ellos, pero están en toda patria como en tierra extraña... viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes.

    Aman a todos, y todos los persiguen. Se los condena sin conocerlos. Se les da muerte, y con ello reciben la vida. Son pobres, y enriquecen a muchos; carecen de todo, y abundan en todo. Sufren la deshonra, y ello les sirve de gloria... Son ultrajados y ellos bendicen... Para decirlo en pocas palabras: los cristianos son en el mundo, lo que el alma es en el cuerpo. 

13/05/2013 23:48

  

La juventud perenne de la Iglesia

    Hoy fijamos nuestro pensamiento en un aspecto propio de Pentecostés: la animación sobrenatural producida por la efusión del Espíritu Santo en el cuerpo visible, social y humano de los discípulos de Cristo. Este efecto es la perenne juventud de la Iglesia... La humanidad que forma la Iglesia está bajo los influjos del tiempo, está encerrada, sepultada en la muerte; pero esta realidad no suspende ni interrumpe el testimonio de la Iglesia en la historia a lo largo de los siglos. Jesús lo anunció y lo prometió: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” Lo dio a entender a Simón dándole un nombre nuevo: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y el poder del infierno no la derrotará”

    Uno puede objetar enseguida, como tanta gente de hoy día: Quizá sí, la Iglesia es permanente, ya que existe desde hace dos mil años, pero que, justamente por ser tan antigua, está envejecida... La Iglesia, dicen, es venerable por el hecho de su antigüedad..., pero no vive del soplo actual y siempre nuevo de la juventud. Ya no es joven. ¡Es una objeción fuerte!... Haría falta un tratado extenso para responder a ella. Para los espíritus abiertos a la verdad, sin embargo, bastaría con decir que esta perennidad de la Iglesia es sinónimo de juventud. “Es obra del Señor y es realmente admirable.” La Iglesia es joven.

     Lo más asombroso es que el secreto de su juventud es su persistencia inalterable en el tiempo. El tiempo no hace envejecer a la Iglesia. La hace crecer, la estimula hacia la vida y la plenitud... Ciertamente, todos sus miembros mueren como todos los mortales, pero la Iglesia, como tal, no sólo tiene un principio invencible de inmortalidad más allá de la historia, sino que posee también una fuerza incalculable de renovación.

12/05/2013 23:32

  

“En el mundo tendréis luchas; pero tened valor, yo he vencido al mundo.”

    “En el mundo tendréis luchas; pero tened valor, yo he vencido al mundo.”
Las familias, los grupos, los estados, la comunidad internacional misma tienen que abrirse al perdón para reanudar los lazos rotos, para ir más allá de las situaciones de condena recíproca, para vencer la tentación de excluir a los demás negándoles toda posibilidad de apelación o recurso. La capacidad de perdón está en la base de todo proyecto de una sociedad futura más justa y más solidaria.

    Negar el perdón, al contrario, sobre todo si es para mantener los conflictos, tiene repercusiones incalculables para el desarrollo de los pueblos. Los recursos se consagran a la carrera de armamentos, a los gastos de guerra o para enfrentarse a las represalias económicas. Así faltan los medios económicos necesarios para el desarrollo, la paz y la justicia. ¡Cuánto sufrimiento hay en la humanidad porque no sabe reconciliarse, qué atrasos porque no se sabe perdonar! La paz es la condición del desarrollo, pero una paz verdadera no es posible sin el perdón.

    La propuesta del perdón no es algo que se admite por su evidencia o que se acepte fácilmente. En ciertos aspectos, es un mensaje paradójico. En efecto, el perdón comporta siempre, a corto plazo, una pérdida aparente, mientras que, a largo plazo, propicia un beneficio real. Con la violencia pasa exactamente lo contrario. La violencia opta por un beneficio a corto plazo, pero prepara para un futuro lejano una pérdida real y permanente. El perdón podría parecer una debilidad. En realidad, tanto para el que lo pide como el que lo concede, hace falta una fuerza espiritual grande y un coraje moral a toda prueba. Lejos de disminuir a la persona, el perdón la conduce a un humanismo más profundo y más rico, la capacita para reflejar en ella un rayo del esplendor del Creador.

12/05/2013 00:25

  

“Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”

    La vuelta de Cristo a su Padre es a la vez fuente de pena, porque implica su ausencia, y fuente de alegría, porque implica su presencia. De la doctrina de su Ressurección y de su Ascensión brotan estas paradojas cristianas a menudo mencionadas en la Escritura: estamos afligidos, pero siempre alegres, " pobres, pero que enriquecen a muchos "

    Tal es en efecto nuestra condición presente: perdimos a Cristo y lo encontramos; no lo vemos y sin embargo lo percibimos. “Estrechamos sus pies” pero Él nos dice: " no me retengas "¿Cómo esto? El caso es que perdimos la percepción sensible y consciente de su persona; no podemos mirarlo, oírlo, hablar con él, seguirlo de lugar en lugar; pero gozamos espiritualmente, immaterialmente, interiormente, mentalmente y realmente de su vista y de su posesión: una posesión más efectiva y presente que aquella de la que los apóstoles gozaban en los días de su carne, justamente porque es espiritual, justamente porque es invisible.

    Sabemos que en este mundo cuanto un objeto está más cerca, menos podemos percibirlo y comprenderlo. Cristo está tan cerca de nosotros en la Iglesia cristiana, llegando a decir, que no podemos fijar en Él la mirada o distinguirlo. Entra en nosotros, y toma posesión de la herencia que adquirió. No se nos presenta, sino que nos toma con él. Nos hace sus miembros... No lo vemos; Conocemos su presencia sólo por la fe, porque está por encima de nosotros y en nosotros. Así, estamos afligidos, porque no somos conscientes de su presencia..., y nos regocijamos porque sabemos que lo poseemos: " sin haberlo visto, le amáis, y sin contemplarlo todavía, creéis en él, y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas "

10/05/2013 23:35

  

“Si pedís cualquier cosa al Padre en mi nombre, os lo concederá”

    "No nos dejes caer en la tentación " Cuando rezamos para no caer en la tentación, nos acordamos de nuestra debilidad, con el fin de que nadie se mire con complacencia, que nadie se engrandezca con insolencia, que nadie se atribuya la gloria de su fidelidad o de su fortaleza, mientras que el Señor mismo nos enseñe la humildad cuando dice: " velad y orad para no caer en la tentación. El espíritu es ardiente pero la carne es débil " Si primero hacemos profesión de humildad, le devolvemos a Dios todo lo que pedimos con temor y reverencia, podemos estar seguros de que su bondad nos lo concederá.

    Esta oración se termina con una conclusión que recoge brevemente todas las peticiones. Al final decimos: "y líbranos del mal". Comprendemos por esto, lo que el enemigo puede maquinar contra nosotros este mundo, pero estamos seguros de tener un apoyo poderoso si Dios nos libra, si concede su socorro a los que le imploramos. Cuando decimos: " Líbranos del mal", no nos queda nada más que pedir... Estamos protegidos ante todas las maquinaciones del demonio y del mundo. ¿Qué puede temer el mundo, si Dios es su protector?

     No es de extrañar, queridos hermanos, que la oración que nos enseñó Dios con su magisterio resuma todas nuestras peticiones en tan breves y saludables palabras... Cuando vino aquel que es la Palabra de Dios en persona, nuestro Señor Jesucristo, para reunir a todos, sabios e ignorantes, y para enseñar a todos, sin distinción de sexo o edad, el camino de salvación, quiso resumir en un sublime compendio todas sus enseñanzas...

    Y así, al enseñar en qué consiste la vida eterna, nos resumió el misterio de esta vida en estas palabras tan breves y llenas de divina grandiosidad: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo”

10/05/2013 00:16

  

Dar a luz la nueva creación

 

    Escuchaste hoy al bienaventurado Pablo... que, escribiendo, decía: De modo que si alguno está en Cristo, nueva creación es Porque, dime, ¿qué provecho puede haber en ver un cielo nuevo y nuevas las demás partes de la creación? ¿Tanto como ganancia en ver a un hombre pasar del vicio a la virtud y del error a la verdad? Pues a esto, efectivamente, llamaba nueva creación aquel bienaventurado, y por eso añadió en seguida: Las cosas viejas pasaron; mira, ¡todas las cosas son hechas nuevas!; con ello nos daba a entender más o menos que, después de despojarse como de un vestido viejo de la carga de los pecados por medio de la fe en Cristo, los recién liberados del error e iluminados por el sol de justicia se ponían este nuevo y resplandeciente vestido y túnica de reyes. Por esto decía: Si alguno está en Cristo nueva creación es; las cosas viejas pasaron; mira, ¡todas las cosas son hechas nuevas!

    ¿Ves cómo el Señor cada día obra una nueva creación? Porque, dime, ¿qué otro hubiera persuadido a un hombre que con frecuencia consumía toda su vida en los placeres de la vida y que adoraba a las piedras y a la madera por creerlas dioses, a que de repente se lanzase a tal altura de virtud que pudiera, de una parte, despreciar y mofarse de todo aquello y ver piedras en las piedras lo mismo que madera en la madera, y de otra, adorar al creador de todas las cosas y preferir la fe en él a todos los bienes
de la vida presente?

    ¿Ves cómo se llama nueva creación a la fe en Cristo y al regreso a la virtud? Por tanto escuchemos todos, os lo suplico, los que fuimos iniciados antes y los que acaban de gustar la generosidad del Señor, la exhortación del Apóstol, que dice: Las cosas viejas pasaron; mira, ¡todas las cosas son hechas nuevas!, y olvidados de todo lo anterior, transformemos nuestra propia vida, como ciudadanos de un nuevo régimen de vida, y con el pensamiento clavado en la dignidad del que mora en nosotros, hablemos y obremos consecuentemente en todo.

09/05/2013 00:10

  

«Nadie os quitará vuestra alegría»

     Estas palabras del Salvador: «Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría» no deben ser referidas a este tiempo en que, después de su resurrección, se dejó ver en su misma carne por sus discípulos y les dijo que le tocaran, sino a ese otro tiempo del cual él mismo ya había dicho: «El que me ama, lo amará mi Padre y lo amaré yo y me mostraré a él» Esta visión no es para esta vida sino para la vida del mundo venidero. No es por un tiempo sino que no tendrá fin. «La vida eterna es que te conozcan a ti al único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo» El apóstol Pablo dice sobre esta visión y conocimiento: «Ahora vemos como en un espejo de adivinar, entonces veremos cara a cara. Mi conocer es por ahora inmaduro, entonces podré conocer como Dios me conoce»

     Este es el fruto del trabajo de la Iglesia, ésta lo da a luz ahora en el deseo, entonces lo dará a luz en la visión; ahora en el dolor, entonces en el gozo, ahora en la súplica, entonces en la alabanza. Este fruto no tendrá fin porque nada nos va a satisfacer sino lo que es infinito. Es ese deseo el que hizo decir a Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta»

08/05/2013 01:41

  

“Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena”

    El es el Espíritu de vida, la fuente de agua que mana para la vida eterna. (Jn 4-14). Por él, el Padre da la vida a los hombres, muertos por el pecado, hasta que resucite en Cristo sus cuerpos mortales El Espíritu habita en la Iglesia y en los corazones de los creyentes como en un templo ora en ellos y da testimonio de que son hijos adoptivos. El conduce la Iglesia a la verdad total, la une en la comunión y el servicio, la construye y dirige con diversos dones jerárquicos y carismáticos y la adorna con sus frutos. Con la fuerza del evangelio, el Espíritu rejuvenece a la Iglesia, la renueva sin cesar y la lleva a la unión perfecta con su Esposo. En efecto, el Espíritu y la Esposa dicen al Señor Jesús: ¡Ven!

    La totalidad de los fieles, que tienen la unción del Santo no puede equivocarse cuando cree, y esta prerrogativa peculiar suya la manifiesta mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo cuando «desde los Obispos hasta los últimos fieles laicos» presta su consentimiento universal en las cosas de fe y costumbres. Con este sentido de la fe, que el Espíritu de verdad suscita y mantiene, el Pueblo de Dios se adhiere indefectiblemente “a la fe confiada de una vez para siempre a los santos” penetra más profundamente en ella con juicio certero y le da más plena aplicación en la vida, guiado en todo por el sagrado Magisterio, sometiéndose al cual no acepta ya una palabra de hombres, sino la verdadera palabra de Dios

      Además, el mismo Espíritu Santo no sólo santifica y dirige al Pueblo de Dios mediante los sacramentos y los ministerios y lo llena de virtudes. También reparte gracias especiales entre los fieles de cualquier estado o condición y distribuye sus dones a cada uno según quiere Con esos dones hace que estén preparados y dispuestos a asumir diversas tareas o ministerios que contribuyen a renovar y construir más y más la Iglesia, según aquellas palabras: “A cada uno... se le da la manifestación del Espíritu para el bien común”

07/05/2013 01:28

  

“...os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito.”

¿Quién eres, dulce luz que me inundas
alumbrando las tinieblas de mi corazón?...
¿Eres Tú el Arquitecto que construye la catedral eterna,
que se levanta de la tierra hasta el cielo?
Animadas por Ti, se yerguen las columnas a las alturas
cimentadas, firmes, inamovibles
Marcadas con el nombre del Dios eterno
buscan la luz, sostienen la cúpula
que corona y perfecciona el edificio,
tu obra que abarca al mundo entero:
¡Espíritu Santo – mano creadora de Dios!...

¿Eres Tú el dulce cántico de amor,
del temor santo
que resuena en el trono de la Trinidad
en unión esponsal con todo lo que es?
la melodía jubilosa, al unísono
que conduce cada miembro hacia la Cabeza
donde cada ser recobra el sentido misterioso de si mismo
y jubiloso se derrama
en corriente libre, desligada:
¡Espíritu Santo – júbilo eterno!

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