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Inmaculada Concepción de María. Hoy 8 de diciembre es el aniversario para recordar esta memorable fecha en el mundo cristiano.

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18/01/2014 00:27

Los Santos y Santas de Dios.

Santa Prisca (Priscila)

Mártir

Etimológicamente significa “antigua”. Viene de la lengua latina.

La passio -que data a lo más del siglo X- carece de verdadero valor histórico, pero es interesante leer, nos dice que Prisca era una niña de 13 años –para la ley romana, una adulta ya- que fue detenida entre un numeroso grupo de cristianos durante la persecución del emperador Claudio II (año 269). El emperador, al verla de tan corta edad, creyó fácil vencerla y la llevó al templo de Apolo para que le quemara incienso en ofrenda. Pero aunque fue abofeteada hasta que le sangró la boca, no tomó el incienso que debía ofrendar. Fue luego encarcelada en una celda rodeada de criminales que la molestaron todo el tiempo, pero eso tampoco logró abatirla. Posteriormente la torturaron quemándola con antorchas y aceite hirviendo, pero ante las protestas de la gente, el emperador mandó encerrarla de nuevo. Durante la noche recibió visitas de sus padres y parientes, que en vano le suplicaron que se salvara. Fue torturada de nuevo, quemada con grasa derretida, desgarrada con uñas de acero, azotada con cuerdas emplomadas y descoyuntada en el potro. La echaron a los leones y éstos no la tocaron, la colgaron por encima de una hoguera y no se quemó. Finalmente la llevaron a las afueras de Roma, en la Vía Ostia, y allí fue decapitada. Fue enterrada en las catacumbas de esa zona, que pasaron a llamarse catacumbas de Santa Priscila.

Las evidencias históricas

Dejando aparte el relato del martirio, que diferencia claramente a una niña mártir romana de nombre Prisca, los documentos más antiguos crean confusiones con una tal Priscila, hasta el punto

Prisca de Roma, Santa

Prisca de Roma, Santa

de hacer creer que hay tres personas distintas llamadas Prisca: una, titular de una iglesia en el Aventino, como dice un epígrafe funerario del siglo V: “Adeodatus presb. Tit. Priscae” (Adeodato, presbítero del título de Prisca). A esta se la llama “fundadora” según los sínodos romanos de 499 y 595. ¿Sería una matrona romana?

En el siglo VIII, esta Prisca pasa a ser confundida con la mujer de Aquila, a quien San Pablo menciona en varias de sus epístolas. Este matrimonio también tenía una iglesia dedicada en Roma.

Y una tercera Prisca es recordada en los Itinerarios del siglo VIII, situada en las catacumbas de Santa Priscila –es muy probable que el lío Prisca-Priscila venga de aquí, cuando en origen son nombres totalmente distintos que simplemente se parecen-. Lo mismo hace el Sacramentario Gregoriano, recordándola el 18 de enero. ¿Sería ésta la mártir?

En cuanto a ella, ya hemos dicho que tiene una iglesia en el Aventino –en cuya “confesión” del altar mayor está ubicada la urna de madera con sus restos- y que debajo apareció una casa romana. La leyenda dice que en ella se hospedó San Pedro y se conserva una antigua pila bautismal donde bautizaba –de hecho allá hay una pintura donde aparece bautizando a Santa Prisca, la matrona romana, tenida por la mártir- pero sin ningún fundamento histórico.

A Priscila, esposa de Aquila, la inscribió Baronio en el Martirologio Romano a 16 de enero, basándose en el Martirologio Jeronimiano. Pero esta Priscila es confundida constantemente entre la mujer de Aquila y la matrona romana y “fundadora” de las catacumbas que llevan su nombre en Roma. A día de hoy, eso es un problema sin resolver.

Lo que si es evidente es que a pesar de lo infundado de su passio, Prisca la mártir, tiene su iglesia y tiene sus reliquias, así como un culto muy temprano.

¡Felicidades a las que lleven este nombre!

“No hay soledad más triste y afligida que la de un hombre sin amigos, sin los cuales el mundo es desierto; el que es incapaz de amistad, más tiene de bestia que de hombre” ( Francis Bacon).

16/01/2014 23:06

Los Santos y Santas de Dios.

San Jenaro (Gennaro) Sánchez Delgadillo

En el seno de una familia bondadosa nació Jenaro en Agualele lugar perteneciente a Zapopan (Jalisco) el 19 de septiembre de 1886. A Julia, su madre, iban a marcarle dos abrazos irrepetibles. El de este primer instante en el que acogió con indecible gozo a su pequeño recién nacido, y el que décadas más tarde le daría envuelto en la amargura cuando lo tuvo inerte en su regazo después de haber sido martirizado.

Ella y su esposo Cristóbal eran cristianos comprometidos y estimados en la localidad por sus convecinos. Jenaro heredó esos rasgos de piedad que había aprendido en su propio hogar. La oración ante el Santísimo y su amor a la Virgen María enriquecían una acción pastoral fecunda que se extendió por un buen puñado de parroquias. Disponible para todos en el confesionario, los feligreses agradecían no sólo contar con sus sabios consejos, sino que acogían conmovidos sus enfervorizadas predicaciones cuidadosamente preparadas, como las celebraciones eucarísticas, en presencia del Sagrario donde al finalizarlas se le podía ver sumamente recogido en acción de gracias.

En Cocula había sido profesor del seminario menor y fue un excelente formador de los niños que aprendían llevados por él las verdades esenciales de la fe. En todas sus misiones era bien conocido por su generosidad y ternura con los débiles, especialmente con los enfermos que le atraían como un poderoso imán, aventurándose a partir de inmediato donde alguno de ellos pudiera necesitarlo. Con una especial sensibilidad se ocupaba de consolar y auxiliar igualmente a sus allegados.

Sus padres le acompañaron en 1923 a Tamazulita, capellanía perteneciente a Tecolotlán. Al frente de esta parroquia se hallaba entonces otro santo como él, José María Robles Hurtado, del que fue su vicario. En esta parroquia permaneció hasta el fin. La época, políticamente tormentosa para los religiosos, hacía temer lo peor. De la noche a la mañana, un día supo que al ser clausurados los templos y desatarse la persecución gubernamental contra los presbíteros, no podría ejercer su ministerio. Entonces, no pudo contener el llanto.

Como es sabido, cuando la fe es el baluarte de la vida los hechos así lo demuestran. Doler, en este contexto y tal como se aventura en el encabezamiento de esta biografía, significa sufrir en el momento en que graves impedimentos dificultan que fluya la fe en paz y libertad. Duele lo que se ama. El apóstol se aflige por todos aquellos a los que ha de dejar huérfanos de consuelo humano y espiritual. Doler la fe al punto de estar dispuesto a morir, como le sucedió a Jenaro, es la cúspide de un amor a Dios que se ha ido labrando día tras día.

Jenaro ejerció su sacerdocio en la clandestinidad; era la consecuencia de una vocación clara vivida con honestidad y coherencia en la que explícitamente mostraba su resolución a apurar el cáliz en vez de elegir otra vía más fácil y menos peligrosa. «En esta persecución van a morir muchos sacerdotes y tal vez yo sea uno de los primeros», comentó entre sus allegados. En realidad, antes de incorporarse a Tamazulita ya había recibido el primer aviso de lo que podía aguardarle cuando fue encarcelado en Zacoalco por haber dado lectura en el templo a la denuncia del prelado Francisco Orozco y Jiménez ante los atropellos que sufría la Iglesia.

Hasta que fue apresado ejerció su ministerio en domicilios particulares y espacios donde podía quedar a salvo de los perseguidores. Su más grande tesoro: el Santísimo, estaba custodiado en una casa a la que no perdía de vista impidiendo su profanación. Rodeado siempre de los feligreses que le estimaban y protegían le sorprendió el 17 de enero de 1927 la presencia de militares que iban tras él. Le sugirieron que escapara, pero no quiso. Mostrando plena confianza en Dios no abandonó a sus acompañantes, seguro de que si le apresaban sería su fin, pero que con esa decisión salvaría la vida de los demás que hubieran podido sufrir represalias.

Al regresar al rancho donde vivía junto a una familia fue arrestado y conducido como sus acompañantes a Tecolotlán. Sin embargo, al llegar allí el cabecilla determinó que liberasen a todos menos a Jenaro, como él había predicho. Llegó así su hora postrera. Le colocaron una soga al cuello y al tiempo que exclamaba: «¡Qué viva Cristo Rey!» hizo acreedores a los verdugos de su perdón: «Yo los perdono y que mi Padre Dios también los perdone, y siempre!».

Su cuerpo quedó pendido de un árbol donde horas más tarde fue objeto de otras crueldades incluso cuando ya era cadáver. Los militares impidieron que personas de buen corazón le dieran sepultura. Cuando fue posible, su madre tomó los restos del fruto de sus entrañas y lo cubrió con sus lágrimas.

El arzobispo Orozco manifestó:«Levanto mi voz para pregonar la gloria de la Iglesia de Guadalajara, que ciñe su frente con el nombre del Padre Jenaro Sánchez, colgado y apuñalado por confesar a Cristo Rey». Juan Pablo II lo beatificó el 22 de noviembre de 1992 y también lo canonizó el 21 de mayo del año 2000.

15/01/2014 23:42

Los Santos y Santas de Dios.

San Berardo Antonna

Santos Berardo, Pedro, Acursio, Adyuto y Otón. Mártires en Marruecos († 1220). Canonizados por Sixto IV el 7 de agosto de 1481.

San Berardo, sacerdote de la Orden de los Hermanos Menores, óptimo predicador y conocedor de la lengua árabe, y otros cuatro compañeros Pedro y Otón, sacerdotes, y Acursio y Adyuto, no clérigos, dieron la vida por Cristo en Marrakesch el 16 de enero de 1220.

“El bienaventurado Francisco, movido por divina inspiración, escogió a seis de sus mejores hijos y los envió a predicar la fe católica entre infieles.

Se pusieron en camino hacia España y llegaron al reino de Aragón, en donde enfermó gravemente fray Vidal, y, no logrando reponerse en su salud, dispuso que sus cinco compañeros prosiguieran la empresa. Se dirigieron a Coimbra y desde allí a Sevilla, pero antes se despojaron del hábito religioso.

Un día, confortados espiritualmente, salieron por la ciudad de Sevilla con el propósito de visitar la mezquita principal y de entrar en ella; pero los sarracenos se lo impidieron, empleando la fuerza, a gritos, empellones y golpes. Apresados, fueron conducidos al palacio de su soberano, ante quien estos varones de Dios aseguraron ser mensajeros del Rey de reyes, Cristo Jesús. Tras una exposición de las principales verdades de la fe católica y animando a sus oyentes a que se bautizaran, el rey, enfurecido por tanta osadía, mandó que fueran decapitados inmediatamente. Mas su Consejo, presente allí, sugirió al rey que suspendiera la sentencia, dejándolos ir a Marruecos, en conformidad con los deseos manifestados por ellos.

Llegados a Marruecos, sin pérdida de tiempo predicaron el Evangelio, especialmente en el zoco mayor de la ciudad. Se comunicó el hecho al Sultán, quien dispuso que fueran encarcelados sin demora. Veinte días permanecieron en prisión, sin darles alimento, ni bebidas, confortados sólo con la refección del espíritu. Acabada esta reclusión, fueron llevados a la presencia del Sultán, e, interrogados, siguieron firmes en sus decisiones anteriormente manifestadas de plena fidelidad a la religión católica. Encolerizado el Sultán, mandó que fueran azotados, y que, separados los unos de los otros en diversas cárceles, fueran sometidos a intensas torturas.

Los esbirros, una vez esposados los santos varones, atados los pies, y con sogas puestas al cuello, los arrastraron con tanta violencia, que casi se les salían las entrañas por las heridas abiertas en sus cuerpos. Sobre esas mismas heridas arrojaban aceite y vinagre hirviendo, y esparcieron por el suelo los vidrios que contenían esos líquidos para que se les clavaran al pasar por encima de ellos. Toda la noche duró este tormento, bajo la custodia de unos treinta sarracenos, quienes los flagelaron sin ninguna consideración.

A la mañana siguiente, reclamados por el Sultán, fueron trasladados semidesnudos y descalzos, mientras eran golpeados. Se repitió el interrogatorio, con idénticas respuestas, por lo que el soberano cambió de táctica, haciendo traer hermosas mujeres, a las que recluyó con ellos, mientras les increpaba: “Convertíos a nuestra religión mahometana y, en premio, os daré por esposas a estas doncellas; os colmaré de riquezas y seréis honrados por todo mi reino”.

La contestación fue unánime: “Quédate con tu dinero, con tus mujeres y con tus honras, que nosotros renunciamos a todos esos bienes pasajeros del mundo por amor a Cristo”. Otón le dice: “No tientes más a los siervos de Dios. ¿Crees que con tus promesas vas a hacer flaquear nuestra voluntad? ¿No sabes que Dios desde el cielo vela continuamente sobre nosotros? ¿Nosotros somos soldados intrépidos de Jesús, dispuestos a caer en nuestro campo de batalla antes que desertar de la Cruz de Cristo. !Nuestra sangre, derramada por una causa tan santa y noble, hará germinar nuevos cristianos!”.

El rey, al verse desairado, se encolerizó, empuñó la espada y uno a uno, de un tajo, les abrió una brecha en la cabeza; luego, con su propia mano, les clavó en la garganta tres cimitarras. Así murieron. Era el 16 de enero de 1220.

Cuando San Francisco supo la noticia del martirio de sus hermanos, agradecido al Señor exclamó: “Ahora sí puedo decir con verdad que tengo cinco hermanos menores”.

Los restos de estos hermanos mártires fueron trasladados a Coimbra y allí conquistaron para la Orden a San Antonio de Padua. Reposan en un monumento y desde entonces son objeto de la veneración de los fieles, quienes son beneficiados con abundantes milagros.

Esta expedición a Marruecos y su exitosa culminación fue el comienzo de la gloriosa carrera misional de la Orden a lo largo de los siglos, iniciada en vida del propio fundador y bajo su ardiente inspiración y mandato.

15/01/2014 00:36

Los Santos y Santas de Dios.


 


San Pablo de Tebas
San Pablo es venerado por la Iglesia como modelo de la vida solitaria, por ser el primer ermitaño o anacoreta de quien habla la historia. Nació en la Tebaida, hacia el año 228. Sus padres le dieron una esmerada educación en las ciencias humanas, pero él cada día progresaba más en las divinas. Quedó huérfano muy joven, heredero de los bienes paternos, de los que muy pronto se desprendió totalmente para siempre.
Ante la persecución contra los cristianos decretada por el emperador Decio, huyó al desierto. En principio su idea era estar allí sólo hasta que amainase la persecución. Pero empezó a tomarle gusto al silencio del desierto, a la oración sin estorbos. Perdió el miedo a las fieras que al principio le asustaban. Y se quedó en el desierto, para no salir nunca más. Una pléyade de anacoretas le seguirían, y "el desierto se cubrió de flores".
Se adentró más y más en aquellas soledades. Encontró una cueva como destinada para él por la divina Providencia, y determinó sepultarse en ella para todos los días de su vida, sin otra ocupación que contemplar las verdades eternas y gastar en oración los días y las noches.
Había a la entrada de la cueva una palmera que con sus hojas y dátiles le daba para cubrirse y alimentarse. Más tarde cuenta la tradición que, la divina Providencia, que alimenta las aves del cielo y viste los lirios del campo, dispuso que un cuervo, como al santo profeta Elías, le trajese cada día medio pan, prodigio que duró hasta el día de su muerte.
Tenía Pablo 113 años y llevaba ya 90 en el desierto. Entonces San Antonio, que tenía 90 años y vivía en otro desierto - la región de la Tebaida estaba llena de anacoretas y cenobita - tuvo el deseo de saber si habría algún otro anacoreta que viviese por aquellos agrestes parajes. Se sintió inspirado por Dios y desafiando las fieras que, según San Jerónimo, le salían al paso, caminó sin parar hasta dar con la cueva de Pablo. Así vencería la tentación de vanagloria al creer que no había en todo el desierto otro más antiguo y santo que él.
Una escena entrañable tuvo lugar entonces. Se abrazaron con ternura los dos ancianos, se saludaron por sus nombres, y pasaron muchas horas en oración y en santas conversaciones. En esto vieron llegar al cuervo con un pan entero en el pico. Admirado Pablo, dijo: Alabado sea Dios. Hace 60 años que este cuervo me trae medio pan cada día, pero hoy Jesucristo, en tu honor, ha doblado la ración. Demos gracias a Dios por su bondad.
Pablo anunció a Antonio - sigue la leyenda dorada - que estaba muy próxima su muerte, y le pidió que le trajese el manto de San Atanasio. Cuando Antonio volvía con el manto, vio subir al cielo el alma de Pablo, llena de esplendor. Llegó a la cueva, lo amortajó con el manto y, con la ayuda de dos leones que abrieron la sepultura, lo enterró. Era el año 342. Antonio se quedó con la túnica de Pablo, que luego vestía en las solemnidades.
San Jerónimo termina su relato comparando a los que tienen fortunas fabulosas con la vida del más perfecto solitario de todos los tiempos. Vosotros, les dice, lo tenéis todo, él no tenía nada. Pero el cielo se le ha abierto a este pobre, a vosotros, en cambio, se os va a abrir el infierno. Por mi parte, prefiero la túnica de Pablo a la púrpura de los reyes.
Velásquez inmortalizó con su pincel la figura de Pablo el Tebano.

13/01/2014 22:42

Los Santos y Santas de Dios.

 

 

  

 

 

San Felix de Nola

 Natural de Nola, abrazó el servicio apostólico desde muy joven. Al morir su padre, Feliz distribuyó su herencia entre los pobres y fue ordenado sacerdote por San Máximo, Obispo de Nola. Al iniciarse una cruel persecución contra la Iglesia, Máximo huyó al desierto para continuar al servicio de su rebaño.

 Al no ser encontrado por los soldados romanos, Felix, quien lo sustituía en sus deberes pastorales, fue tomado preso, azotado, cargado de cadenas y encerrado en el calabazo cuyo piso estaba lleno de vidrios.

 Sin embargo, el Ángel del Señor se le apareció y le ordenó ir en ayuda de su Obispo, quien yacía medio muerto de hambre y de frío. Ante su capacidad de hacerlo volverlo en sí, el Santo acudió a la oración y al punto apareció un racimo de uvas, cuyas gotas derramó sobre los labios del maestro, el cual recuperó el conocimiento siendo conducido luego a su Iglesia.

 Felix permaneció escondido orando permanente por la Iglesia hasta la muerte de Decio; sin embargo, continuó siendo perseguido hasta que se estableció la paz de la Iglesia. Murió en medio de la pobreza y el servicio de los más necesitados, a pesar de que fue elegido como Obispo de Nola.

13/01/2014 22:15

Los Santos y Santas de Dios.

 

 

  

 

 

Beata Francisca de la Encarnación

En 1936, desde su misión de tornera, la religiosa española Francisca Espejo Martos escuchaba aterrorizada las pésimas noticias que penetraban por las rejas del convento trinitario de Martos (Jaén), su ciudad natal, atentando contra la paz que latía en la comunidad. El terror que le producían los clarines de muerte trazó provisionalmente una escurridiza pirueta sobre su vida al intervenir la priora, quien caritativamente la dispensó de su responsabilidad para ahorrarle sufrimientos, y hallarse a resguardo de los captores en casa de su hermano por un tiempo. Pero su fin estaba ya trazado y dispuesta para ella la gloria del martirio.

Su biografía había comenzado el 2 de febrero de 1873, día de su nacimiento. Huérfana de madre y responsable de un hermano menor, cuando su padre se desposó nuevamente, se instaló junto a su tía Rosario, priora del convento trinitario, y siguió sus pasos en la vida religiosa. Profesó en 1894 y fue viendo caer las hojas del calendario entregada a la oración y realizando las labores domésticas con espíritu de mansedumbre y sencillez, siendo el paño de lágrimas de los pobres a los que socorría. Durante años nada hacía presagiar la tormenta que se cernía en el horizonte hasta que las llamas devoraron las iglesias de Nuestra Señora de la Villa y de San Amador la fatídica madrugada del 18 al 19 de julio de 1936. Dos días más tarde el convento de las Madres Trinitarias estaba en el punto de mira de los perversos sanguinarios que penetraron en el recinto y las dejaron desprovistas de todo, viéndose obligadas a buscar cobijo entre gentes de buen corazón. Junto a su tía, Encarnación siguió realizando en casa de su hermano lo que mejor sabía hacer: orar y trabajar. ¿Ofendían a alguien con este proceder?

Enero de 1937 vino cargado de malos augurios. El día 11, su tía, su cuñada y ella misma fueron apresadas. Su hermano, que les había precedido en este desatino, fue liberado. Entre el importante número de religiosos que estaban marcados de forma ignominiosa por los milicianos para derramar su sangre, algunos fueron liberados en medio de distintas circunstancias; en el caso de su tía Rosario, por motivos de avanzada edad. En el calabozo, Encarnación y otras religiosas compartían temblores y angustia unidas en la oración y alentadas por el ejemplo de los primeros mártires. El 13 de enero las obligaron a subir a una destartalada camioneta conduciéndolas a varios kilómetros distantes de su localidad natal, concretamente a Casillas de Martos.

La bajeza y brutalidad de los asesinos se mostró con toda su crudeza cuando después de fusilar cobardemente frente a una tapia a los numerosos varones que habían capturado, se propusieron violentar a las tres religiosas, una de ellas Encarnación, en el barranco que se hallaba enfrente del cementerio. Ellas se defendieron con uñas y dientes. Y en medio de tan brutal lucha, los viles verdugos, contrariados e impotentes, al no lograr sus propósitos dejaron fluir toda su rabia destrozando el cráneo de la beata con varios culatazos de escopeta; su cuerpo abandonado mostraba huellas estremecedoras de fiereza. Encarnación tenía entonces 64 años. Benedicto XVI la beatificó el 28 de octubre de 2007. Su cuerpo incorrupto se conserva en el Monasterio de la Santísima Trinidad de Martos.

13/01/2014 01:21

Los Santos y Santas de Dios.

 

 

  

 

 

San Hilario de Poitiers

Queridos hermanos y hermanas: Hoy quiero hablar de un gran Padre de la Iglesia de Occidente, san Hilario de  Poitiers, una de las grandes figuras de obispos del siglo IV. Enfrentándose a  los arrianos, que consideraban al Hijo de Dios como una criatura, aunque  excelente, pero sólo criatura, san Hilario consagró toda su vida a la defensa de  la fe en la divinidad de Jesucristo, Hijo de Dios y Dios como el Padre, que lo  engendró desde la eternidad.

No disponemos de datos seguros sobre la mayor parte de la vida de san Hilario.  Las fuentes antiguas dicen que nació en Poitiers, probablemente hacia el año  310. De familia acomodada, recibió una sólida formación literaria, que se puede  apreciar claramente en sus escritos. Parece que no creció en un ambiente  cristiano. Él mismo nos habla de un camino de búsqueda de la verdad, que lo  llevó poco a poco al reconocimiento del Dios creador y del Dios encarnado, que  murió para darnos la vida eterna.

Bautizado hacia el año 345, fue elegido obispo de su ciudad natal en torno a los  años 353-354. En los años sucesivos, san Hilario escribió su primera obra, el  Comentario al Evangelio de san Mateo. Se trata del comentario más antiguo en  latín que nos ha llegado de este Evangelio. En el año 356 asistió como obispo al  sínodo de Béziers, en el sur de Francia, el "sínodo de los falsos apóstoles",  como él mismo lo llamó, pues la asamblea estaba dominada por obispos  filo-arrianos, que negaban la divinidad de Jesucristo. Estos "falsos apóstoles"  pidieron al emperador Constancio que condenara al destierro al obispo de  Poitiers. De este modo, san Hilario se vio obligado a abandonar la Galia en el  verano del año 356.

Desterrado en Frigia, en la actual Turquía, san Hilario entró en contacto con un  contexto religioso totalmente dominado por el arrianismo. También allí su  solicitud de pastor lo llevó a trabajar sin descanso por el restablecimiento de  la unidad de la Iglesia, sobre la base de la recta fe formulada por el concilio  de Nicea. Con este objetivo emprendió la redacción de su obra dogmática más  importante y conocida: el De Trinitate ("Sobre la Trinidad").

En ella, san Hilario expone su camino personal hacia el conocimiento de Dios y  se esfuerza por demostrar que la Escritura atestigua claramente la divinidad del  Hijo y su igualdad con el Padre no sólo en el Nuevo Testamento, sino también en  muchas páginas del Antiguo Testamento, en las que ya se presenta el misterio de  Cristo. Ante los arrianos insiste en la verdad de los nombres de Padre y de  Hijo, y desarrolla toda su teología trinitaria partiendo de la fórmula del  bautismo que nos dio el Señor mismo:  "En el nombre del Padre y del Hijo y del  Espíritu Santo".

El Padre y el Hijo son de la misma naturaleza. Y si bien algunos pasajes del  Nuevo Testamento podrían hacer pensar que el Hijo es inferior al Padre, san  Hilario ofrece reglas precisas para evitar interpretaciones equívocas:  algunos  textos de la Escritura hablan de Jesús como Dios, otros en cambio subrayan su  humanidad. Algunos se refieren a él en su preexistencia junto al Padre; otros  toman en cuenta el estado de abajamiento (kénosis), su descenso hasta la muerte;  otros, por último, lo contemplan en la gloria de la resurrección.

En los años de su destierro, san Hilario escribió también el Libro de los  Sínodos, en el que reproduce y comenta para sus hermanos obispos de la Galia  las confesiones de fe y otros documentos de los sínodos reunidos en Oriente a  mediados del siglo IV. Siempre firme en la oposición a los arrianos radicales,  san Hilario muestra un espíritu conciliador con respecto a quienes aceptaban  confesar que el Hijo era semejante al Padre en la esencia, naturalmente  intentando llevarles siempre hacia la plena fe, según la cual, no se da sólo una  semejanza, sino una verdadera igualdad entre el Padre y el Hijo en la divinidad.  También me parece característico su espíritu de conciliación:  trata de  comprender a quienes todavía no han llegado a la verdad plena y, con gran  inteligencia teológica, les ayuda a alcanzar la plena fe en la divinidad  verdadera del Señor Jesucristo.

En el año 360 ó 361, san Hilario pudo finalmente regresar del destierro a su  patria e inmediatamente reanudó la actividad pastoral en su Iglesia, pero el  influjo de su magisterio se extendió de hecho mucho más allá de los confines de  la misma. Un sínodo celebrado en París en el año 360 o en el 361 retomó el  lenguaje del concilio de Nicea. Algunos autores antiguos consideran que este  viraje antiarriano del Episcopado de la Galia se debió en buena parte a la  firmeza y a la bondad del obispo de Poitiers. Esa era precisamente una  característica peculiar de San Hilario:  el arte de conjugar la firmeza en la fe  con la bondad en la relación interpersonal.

En los últimos años de su vida compuso los Tratados sobre los salmos, un  comentario a 58 salmos, interpretados según el principio subrayado en la  introducción de la obra:  "No cabe duda de que todas las cosas que se dicen en  los salmos deben entenderse según el anuncio evangélico, de manera que,  independientemente de la voz con la que ha hablado el espíritu profético, todo  se refiera al conocimiento de la venida de nuestro Señor Jesucristo,  encarnación, pasión y reino, y a la gloria y potencia de nuestra resurrección" (Instructio  Psalmorum 5). En todos los salmos ve esta transparencia del misterio de  Cristo y de su cuerpo, que es la Iglesia. En varias ocasiones, san Hilario se  encontró con san Martín:  precisamente cerca de Poitiers el futuro obispo de  Tours fundó un monasterio, que todavía hoy existe. San Hilario falleció en el  año 367. Su memoria litúrgica se celebra el 13 de enero. En 1851 el beato Pío IX  lo proclamó doctor de la Iglesia.

Para resumir lo esencial de su doctrina, quiero decir que el punto de partida de  la reflexión teológica de san Hilario es la fe bautismal. En el De Trinitate,  escribe:  Jesús "mandó bautizar en el nombre del Padre y del Hijo y del  Espíritu Santo es decir, confesando al Autor, al  Unigénito y al Don. Sólo hay un Autor de todas las cosas, pues sólo hay un  Dios Padre, del que todo procede. Y un solo Señor nuestro, Jesucristo,  por quien todo fue hecho y un solo Espíritu don en todos. (...) No puede encontrarse nada que falte a una  plenitud tan grande, en la que convergen en el Padre, en el Hijo y en el  Espíritu Santo la inmensidad en el Eterno, la revelación en la Imagen, la  alegría en el Don"

Dios Padre, siendo todo amor, es capaz de comunicar en plenitud su divinidad al  Hijo. Considero particularmente bella esta formulación de san Hilario:  "Dios  sólo sabe ser amor, y sólo sabe ser Padre. Y quien ama no es envidioso, y quien  es Padre lo es totalmente. Este nombre no admite componendas, como si Dios sólo  fuera padre en ciertos aspectos y en otros no" (ib. 9, 61).

 Por esto, el Hijo es plenamente Dios, sin falta o disminución alguna:  "Quien  procede del perfecto es perfecto, porque quien lo tiene todo le ha dado todo" (ib. 2, 8). Sólo en Cristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, la humanidad encuentra  salvación. Al asumir la naturaleza humana, unió consigo a todo hombre, "se hizo  la carne de todos nosotros" (Tractatus in Psalmos 54, 9); "asumió en sí  la naturaleza de toda carne y, convertido así en la vid verdadera, es la raíz de  todo sarmiento"

Precisamente por esto el camino hacia Cristo está abierto a todos  —porque él ha  atraído a todos hacia su humanidad—, aunque siempre se requiera la conversión  personal:  "A través de la relación con su carne, el acceso a Cristo está  abierto a todos, a condición de que se despojen del hombre viejo y lo claven en su cruz a condición de que  abandonen las obras de antes y se conviertan, para ser sepultados con él en su  bautismo, con vistas a la vida  

La fidelidad a Dios es un don de su gracia. Por ello, san Hilario, al final de  su tratado sobre la Trinidad, pide la gracia de mantenerse siempre fiel a la fe  del bautismo. Es una característica de este libro:  la reflexión se transforma  en oración y la oración se hace reflexión. Todo el libro es un diálogo con Dios.

Quiero concluir la catequesis de hoy con una de estas oraciones, que se  convierte también en oración nuestra:  "Haz, Señor —reza san Hilario, con gran  inspiración— que me mantenga siempre fiel a lo que profesé en el símbolo de mi  regeneración, cuando fui bautizado en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu  Santo. Que te adore, Padre nuestro, y juntamente contigo a tu Hijo; que sea  merecedor de tu Espíritu Santo, que procede de ti a través de tu Unigénito.  Amén"

12/01/2014 02:06

Los Santos y Santas de Dios.

 

 

  

 

 

San Arcadio Mauritania

 

Mártir. Se desconoce la fecha exacta de su martirio, pero parece que tuvo lugar en alguna ciudad de Mauritania, probablemente en Cesarea, la capital. Las persecuciones estaban en todo su furor y miles de cristianos eran torturados por los soldados romanos sin esperar la sentencia del juez.

 En tan terribles circunstancias, San Arcadio se retiró a la soledad. Sin embargo, el gobernador de la ciudad al saber que no se había presentado a los sacrificios públicos, capturó a un pariente y lo mantuvo como rehén hasta que el prófugo se presentara. Al saberlo, el mártir volvió a la ciudad y se entregó al juez quien lo obligó a que se sacrificase a los dioses.

 Ante su negativa, el juez lo condenó a muerte, cortando cada uno de sus miembros de manera lenta. Al encontrarse totalmente mutilado, el mártir se dirigió a la comunidad pagana, exhortándolos a abandonar a sus dioses falsos y a adorar al único Dios verdadero, el Señor Jesús.- Los paganos se quedaron maravillados de tanto valor y los cristianos recogieron su cadáver y empezaron a honrarlo como a un gran santo.

11/01/2014 00:43

Los Santos y Santas de Dios.

 

 

  

 

 

SANTO TOMÁS DE CORI

Este santo franciscano era de origen humilde. Había nacido en Cori, en la campiña romana. De niño, un sacerdote había empezado a enseñarle las primeras letras, pero sus padres necesitaron pronto de la ayuda de Tomás en el pastoreo. Como leemos de muchos otros jóvenes pastores de ambos sexos que figuran entre los santos, Tomás aprovechó bien las largas horas de soledad pasadas junto a su rebaño y con Dios. En breve, adquirió un gran hábito de contemplación; nada tiene, pues, de extraño que a la muerte de sus padres, Tomás haya solicitado la admisión en el convento de los franciscanos de la estricta observancia en Cori. Fue admitido, y seis años más tarde recibió la ordenación sacerdotal.

Al principio sus superiores le dedicaron al oficio de maestro de novicios; pero Tomás no había perdido el gusto por la vida eremítica, y obtuvo permiso para retirarse al pequeño convento de Civitella, en las montañas de las proximidades de Subiaco. Allí pasó casi todo el resto de su vida, entregado mansa y gozosamente a las más humildes ocupaciones, practicando grandes penitencias, predicando a los pocos y rudos habitantes de la montaña (casi lodos ellos bandoleros), y gozando de extraordinarias gracias y éxtasis. Se cuenta en particular que, en cierta ocasión, mientras distribuía la comunión en la iglesia, fue arrebatado en éxtasis y se elevó hasta el techo, con el copón en la mano; momentos después, descendió lentamente y siguió distribuyendo la comunión, como si nada hubiese sucedido.

Elegido guardián del convento. Tomás dio muestras de una caridad y una confianza en Dios ilimitadas. En una ocasión en que había repartido a los pobres todo el pan, la comunidad encontró la mesa absolutamente vacía, pero en ese preciso instante llegó un regalo inesperado y la comunidad tuvo todo lo necesario. Aunque Tomás se mostró siempre bondadoso y considerado en el ejercicio de su cargo, no por ello dejaba de ser muy estricto en lo relacionado con el servicio de Dios, insistiendo en particular en que sus monjes recitasen el oficio divino lenta y devotamente. «Si cor non orat -acostumbraba decir-, in vano lingua laborat» («si el corazón no está en oración, la lengua trabaja en vano»). Tomás murió el 11 de enero de 1729, a los setenta y tres años de edad, fue beatificado en 1785 y canonizado en 1999.

10/01/2014 01:21

Los Santos y Santas de Dios.  

BEATA MARIA DOLORES RODRIGUEZ SOPEÑA

 

 

María Dolores Rodríguez Sopeña nace en Vélez Rubio (Almería), en 1848, Sus padres, Tomás Rodríguez Sopeña y Incolaza Ortega Salomón, castellanos, se habían trasladado desde Madrid. Don Tomás había terminado su carrera judicial demasiado joven, por lo que no podía ejercer y consigue un empleo como administrador de las fincas de los marqueses de Vélez.

EN LAS ALPUJARRAS

Su infancia y adolescencia transcurren en distintos pueblos de las Alpujarras donde su padre ejerce como magistrado. María Dolores define esta etapa de su vida como un «lago de tranquilidad». Cuando su padre es nombrado Fiscal de la Audiencia de Almería, Dolores tiene 17 años. No le llamaban la atención las fiestas ni la vida social; su interés es hacer bien a los demás. En Almería tiene sus primeras experiencias apostólicas: atiende, material y espiritualmente, a dos hermanas enfermas de tifus y a un leproso, todo ello a escondidas por miedo a que se lo prohibiesen sus padres. Visita a los pobres de las Conferencia de San Vicente de Paúl con su madre. Su padre es trasladado a la Audiencia de Puerto Rico, donde viaja con uno de sus hijos y el resto de la familia se instala en Madrid. Dolores elige un director espiritual y colabora enseñando la doctrina en la cárcel de mujeres, en el hospital de la Princesa y en las Escuelas Dominicales.

PUERTO RICO

En 1872, la familia se reúne en Puerto Rico. Dolores tiene 23 años y permanecerá en América hasta los 28. El P. Goicoechea dirige espiritualmente su alma. Funda la Asociación de Hijas de María y Escuelas para las personas de color donde alfabetiza y enseña el catecismo. Su padre es nombrado Fiscal de la Audiencia de Santiago de Cuba. Estalla un cisma religioso en la isla y su su acción se reduce a visitar a los enfermos del hospital militar. Quiere ingresar en las Hermanas de la Caridad, pero no la aceptan por su falta de vista, dolencia que la acompañará toda la vida.

CENTROS DE INSTRUCCIÓN

Al terminar el cisma empieza a trabajar en los barrios marginales y funda los «Centros de Instrucción», donde enseña el catecismo y cultura general y se da asistencia médica. Para esta obra consigue muchas colaboradoras. En Cuba muere su madre, su padre se jubila y vuelven a Madrid en 1877. En Madrid atiende el cuidado de la casa y de su padre, el apostolado y su vida espiritual: elige director espiritual y empieza a hacer cada año los Ejercicios Espirituales de san Ignacio. En 1883 muere su padre y se reavivan sus luchas de su vocación.

EN EL MONASTERIO DE LAS SALESAS

El P. López Soldado sj, la orienta hacia las Salesas, aunque ella nunca se había planteado una vida contemplativa. A los diez días sale pues comprobó que no era esa su vocación. Al salir se dedica con más intensidad al apostolado. Abre una «Casa Social» donde tramita los asuntos que le presentan sus visitas al hospital y a la cárcel. Al vistar a una de las presas que acababa de quedar en libertad, conoce el Barrio de las Injurias. Es el año 1885. Dolores tiene 36 años.

OBRA DE LAS DOCTRINAS. MOVIMIENTO DE LAICOS SOPEÑA

Al ver la situación moral, material y espiritual de la gente, empieza a visitar el barrio todas las semanas e invita a muchas de sus amigas. Ahí empezará la «Obra de las Doctrinas», antecedente de sus «Centros Obreros». A sugerencia del obispo de Madrid, D. Ciríaco Sancha, en 1892 funda una Asociación de Apostolado Seglar, que hoy es el «Movimiento de Laicos Sopeña», que será aprobado por el Ministerio de Justicia. La Obra se extiende en 8 barrios de la capital.

EXTENSION DE LA OBRA

En 1896 empieza su actividad fuera de Madrid. Fundar la Obra en Sevilla. Dimite como Presidenta en Madrid y se establece en Sevilla. En sólo cuatro años realiza 199 viajes por toda España para establecer y consolidar la Obra de las Doctrinas. A su vez, acompaña al P. Tarín, sj, en algunas misiones por Andalucía. En el año 1900 participa en una peregrinación a Roma el Año Santo. Hace un día de retiro en el sepulcro de San Pedro y allí recibe la confirmación de fundar un Instituto Religioso que diera continuidad a la Obra de las Doctrinas y que ayudara a sostener espiritualmente a la Asociación laical. El Cardenal Sancha, ya arzobispo de Toledo, le propone fundar allí.

INSTITUTO CATEQUISTA DOLORES SOPEÑA

El 24 de septiembre de 1901, en Loyola, después de unos Ejercicios Espirituales realizados junto con ocho compañeras, se levanta acta de fundación del «Instituto de Damas Catequistas», hoy «Instituto Catequista Dolores Sopeña», aunque la fundación oficial fue el 31 de octubre en Toledo. Una de sus grandes intuiciones fue fundar, al mismo tiempo, una Asociación civil, hoy llamada «Obra Social y Cultural Sopeña - OSCUS», que, en 1902, consigue el reconocimiento del gobierno. En 1905 recibe de la Santa Sede el Decretum laudis y, el 21 de noviembre de 1907, la aprobación de las Constituciones concedida directamente por San Pío X.

INVASION LAICISTA

Sus «Doctrinas» se fueron transformando en «Centros Obreros de Instrucción», a los que asistían obreros fuertemente influenciados por el anticlericalismo y no se podía dar enseñanza de religión directamente. Esto también determina que las religiosas de este Instituto no lleven hábito ni un signo religioso externo. Cambia sus medios y sus métodos para poder conseguir acercarse a los obreros «alejados de la Iglesia», que no habían podido recibir instrucción cultural, moral ni religiosa y unir a los «distanciados socialmente», entonces, «la clase obrera y del pueblo» con la «alta y acomodada». Esto lo resume en dos líneas: dignificar al trabajador y crear fraternidad.

VIDA PROFUNDA

En la raiz de su entrega al servicio de los demás hay una fe profunda y auténtica, una rica espiritualidad. Su compromiso por la dignidad de la persona brota de su experiencia de un Dios Padre de todos, que nos ama con una ternura infinita y desea que vivamos como hijos y hermanos. De ahí nace su gran deseo de «Hacer de todos una sola familia en Cristo Jesús.» Su gran unión con Dios le permite descubrirlo presente en todo y en todos, especialmente en los más necesitados de dignidad y afecto.

PIONERA Y SUPERIORA GENERAL

Salir al encuentro de cada persona en su situación, introducirse en los barrios marginales de la época, era inconcebible para una mujer a finales del siglo XIX. El secreto de su audacia es su fe, su confianza sin límites, que reconoce como su mayor tesoro y que la hace sentirse instrumento en manos de Dios, instrumento al servicio de la fraternidad, del amor, de la misericordia, de la igualdad, de la dignidad, de la justicia, de la paz... En pocos años, establece comunidades y Centros en las ciudades más industrializadas de entonces. En 1910 se celebra el primer Capítulo General y es reelegida Superiora General. En 1914 funda en Roma y en 1917 viajan las primeras Catequistas para abrir la primera casa en América, concretamente en Chile.

EL GRANO DE TRIGO QUE CAE Y DA MUCHO FRUTO

El 10 de enero de 1918, Dolores Sopeña muere en Madrid con fama de santidad. El día 11 de julio de 1992, Juan Pablo II declara heroicas sus virtudes y el 23 de abril de 2002 se promulgó el Decreto de Aprobación del milagro que ha dado paso a su Beatificación. Actualmente la Familia Sopeña, formada por las tres instituciones que dejó fundadas, el Instituto Catequistas Dolores Sopeña, el Movimiento de la Laicos Sopeña y la Obra Social y Cultural Sopeña, trabaja en España, Italia, Argentina, Colombia, Cuba, Chile, Ecuador, México y República Dominicana.

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