Evangelio según San Juan 20,1-9.
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo,
y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.

Mis queridos hermanos, aunque puedan algunos de ustedes pensar que este humilde japonés servidor del Señor les tiene abandonados, por la cada vez menor frecuencia de mis carteos, palabra tan sonora y descriptiva como merece la noble lengua castellana, el idioma de Dios, y cuyo aporte no dejaré de agradecer a mi buena amiga Ladrona, ya que mejora considerablemente el nefasto vocablo de origen anglosajón que en este foro tantos y tantos malutilizan, a pesar de eso, decía, no les tengo abandonados, sino que les recuerdo en mi corazón. Agradezco con todo fervor a mi querido hermano y amigo ADiestefano que mantenga en este foro viva la llama que el Señor ha prendido en cada uno de nosotros y que ilumina nuestros espíritus y da sentido a nuestras vida, del mismo modo que con fe cristiana aprovecho para saludar a todos mis buenos hermanos y amigos de este foro, como a mi querido hermano KPS, de corazón noble y sincero y que resiste día y noche a las tentaciones de Satanás, a mi hermano Guaguero, a mi querida hermana Pincelhada, de nombre Lucía, como la Santa cuya imagen preside el comedor de mi humilde vivienda y ante la cual rezo cada noche y cada amanecer, a mi entrañable hermano Gerbacio, y a cuantos otros de alguna manera o de otra han contribuido a mantener vivo este foro en el que alabamos la grandiosa creación de Nuestro Señor y cuya enumeración haría en extremo larga la salutación inicial de este mi nuevo carteo.

Hermanos, como bien saben todos ustedes, este viejo japonés, ya viudo, que con tanta efusión como devoción cristiana les saluda ahora, hace ya luengos años que está afincado en el sevillano barrio de Triana, en la ciudad más cristiana sobre el orbe, la más devota a Nuestro Señor, de lo cual me siento sumamente orgulloso como cristiano. Y como igualmente bien saben todos ustedes, si hay un momento en el año en que esa devoción se manifiesta con toda su intensidad, es en estos tan hermosos a pesar de la pertinaz lluvia días de la Semana Santa. Mis queridos hermanos, si en algo quieren seguir los consejos de un viejo, de un japonés que ha recorrido medio mundo para llegar a la ciudad que más fe y devoción celebra a NUestro Señor y le agradece lo mucho que nos ha dado, les recomiendo que vengan a Sevilla, que vengan a Triana, en Semana Santa, y podrán admirar e incluso participar en un espectáculo sin igual, de devoción y de entrega a Nuestro Señor, en una semana continua, desde que el sol sale hasta mucho después de que se ponga de alabanza a Nuestro Señor Jesucristo.

Mis queridos hermanos, desde este humilde foro yo quiero invitarles a todos aquellos que no lo conocen a disfrutar de la Semana Santa trianera, y a vivir con nosotros la buena nueva de la pasión, crucifixión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo, y su posterior resurrección a la que tan agradecidos debemos estar, pues su sacrificio, el sacrificio de Nuestro Señor en la persona de su Hijo, que es el mismo, nos redime de nuestro pecado original, el mismo pecado que los hombres veníamos arrastrando desde tiempos inmemoriales pero tan admirablemente narrados en ese tan hermoso libro con que comienza la Biblia, y que tiene por título el Génesis. Hermanos, es mi consejo que vengan aquí, a vivir la Semana Santa a Triana, y es mi consejo no sólo a los devotos cristianos que leeen estas letras, sino que este mismo consejo es extensivo a todos cuantos reniegan de la verdadera fe en el Dios verdadero, porque, les digo hermanos, que si vieran a los trianero en Semana Santa expresar su sagrada devoción por Nuestro Señor y la intensidad emotiva que demuestran rememorando la pasión de Nuestro Señor no dudarían de que lo que les mueve no es otra cosa que la verdadera fe en Nuestro Señor, el único Dios verdadero, y que esa fe y esa devoción no pdrían estar sustentadas en falsas creencias, como son las que ellos tiene,

Por eso, hermanos, quiero agradecer a Nuestro Señor que las circustancias de la vida me hayan traido a tan excepcional y devota barriada sevillana, a pesar de haber nacido a miles de kilómetros de esta tan religiosa ciudad, y que me haya acogido con tan cristiana hospitalidad, y quiero rogarles encarecidamente que no dejen de vivir en directo el fervor religioso que sólo se puede vivir en esta tan cristiana ciudad en estas fechas. Y quiero desearles que las bendiciones de Nuestro Señor les hagan sentir la devoción en estas tan sagradas fechas.