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Yo creo en Dios, y en Jesús, su Hijo, que nació de una virgen, resucitó al tercer día después de su muerte y subió al cielo, que caminó sobre las aguas,... y tú?

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09/11/2012 22:58

 

HISTORIA DEL MUNDO ANGÉLICO            10

 

 

La Trinidad Santísima estaba oculta bajo velos de luz. Los velos eran tan inenarrables que durante un tiempo, creíamos que ese Mar era Dios. Ahora veíamos ni si quiera aquello era el Señor de los Cielos. Era sólo su manifestación. Era Dios sólo en el sentido de que Dios estaba detrás. Moisés que tanto tiempo después vería el Fuego de la Zarza Ardiente, escuchó cómo aquella manifestación le dijo: Yo soy el que soy. Y se postró ante ese Fuego Sagrado desde donde le hablaba la Voz. Pero, en realidad, ni siquiera ese Fuego era Dios.

Así también ese Mar de Luz, esa Esfera Grandiosa, era la manifestación de Dios, pero Dios estaba detrás. ¿Por qué? ¿Por qué no te nos muestras?, le preguntábamos llenos de ansia por contemplar su esencia. Pero Él nos repitió afectuosamente que éste era nuestro tiempo de prueba, que ni los más sabios de entre nosotros entendíamos todos sus designios. Todo lo que hago tiene una razón, aunque no lo comprendáis ahora.

Algunos de nosotros nos preguntamos si es que le habíamos ofendido, si es que éramos radicalmente indignos. Algunos sentían tanto afán por verle, que se interrogaban si algún día lo verían. Quizá ésta sea la máxima cercanía a la que nunca podremos aproximarnos a él, discurrían. Es demasiada la diferencia entre nosotros y la Fuente. Pero aquel Padre nos seguía enseñando como el Maestro Supremo que era.

Llegará un día, nos dijo, que desearéis poder volver a este tiempo, al tiempo en que no veíais mi Rostro, para poderme manifestar vuestro amor, para poderme manifestar que aun sin verme os fiabais de mí. Ahora es cuando podéis desarrollar vuestro amor en la oscuridad, en la confianza a mi palabra. Después, ya no

 

tendrá mérito. Aprovechad el ahora que os parece tan largo. Habrá un día en que este tiempo os parecerá tan breve. Yo todo lo hago bien, y os doy un ahora que ya nunca más volverá. Aprovechadlo.

Lo cierto es que aunque con nuestras inteligencias, lo entendíamos, a nuestros corazones les costaba aceptar esa espera. ¿Por qué a Dios le gusta hacernos esperar? Sin duda se trataba de un misterio que concernía al tiempo. El Gran Eterno nos daba un poco de tiempo, antes de un tiempo sin fin. ¿Por qué? Todo se descubriría. Pero aún no.

He puesto antes la imagen de un muro suave como una montaña, pero alto como ella, para dar a entender el límite entre nuestro mundo y la Trascendencia. Otra imagen es la del mar, de forma que si tratábamos de sumergirnos en ese Mar de Luz, llegaba un momento en que las nubes (nubes de luz) eran gradualmente tan densas que no podíamos avanzar. Llegaba un momento que el Velo de Luz era tan cegador que no veíamos nada, ni podíamos avanzar. El Fuego de la presencia de la Divinidad se hacía tan intenso, aun sin quemar, que era como si perdiéramos la consciencia y lentamente una marea suave nos devolvía hacia fuera, donde recobrábamos nuestros sentidos. Los que más penetraron de ese velo, dijeron que se oía como el clamor de cientos de órganos en una armonía que iba más allá de lo comprensible por de nuestras mentes, y ya os he dicho cuán grandes eran las mentes de algunos de los nuestros.

Estas imágenes visuales les parecerán a algunos de vuestros teólogos humanos una antropomorfización excesiva. Y tienen razón. Nosotros visualmente no veíamos nada con nuestros espíritus sin ojos. Nosotros recibíamos especies inteligibles. Es decir, recibíamos de otros espíritus pensamiento puro sin el intermedio de palabras. Veíamos y comprendíamos lo que nos rodeaba sin el discurso de conceptos gramaticales, sino de un modo más intelectualmente directo. Pero lo que nosotros percibíamos al modo angélico, debo traducirlo a palabras, a conceptos, a imágenes que podáis entenderlo. Solo os puedo explicar lo que nos rodeaba usando el recurso a parábolas. Pero mis palabras, aunque imperfectas, no son erradas. Pues aunque lo que mi boca angélica os cuenta os parezca muy material, recordad que vuestros místicos recurren a este tipo de imágenes materiales para expresar lo espiritual.

Un sistema solar es como una parábola de Dios y nosotros. El problema en esta comparación es que el sol es tan limitado en tantos aspectos. Pero recordad que nosotros veíamos la manifestación de Dios, la cual también era finita. Así como la manifestación de Dios que vio Moisés, también era finita. Sólo que la teofanía que aparecía ante nosotros, era una manifestación más grandiosa que cualquiera de las que han aparecido en la historia humana. Eso era necesario, porque nosotros mismos éramos grandiosos, éramos espíritus hechos a imagen y semejanza de Dios.

08/11/2012 22:39

 

 

HISTORIA DEL MUNDO ANGÉLICO            9

 

 

 

No pasaban los días, no había sol, ni pasaban los meses, ni los años, estaba transcurriendo una especie de tiempo, el evo. Un tiempo sutil, casi diríamos espiritual. Pues realizábamos operaciones espirituales, y por lo tanto había un antes y un después.

Más que decir que nosotros estábamos en ese tiempo, podríamos decir que cada uno de nosotros teníamos un tiempo. Cada ángel poseía un tiempo inserto en el interior de su esfera individual. Si bien existía una suma de antes y después entre todos nuestros tiempos. Y ese mosaico de tiempos individuales, conformaban el mosaico de nuestra Historia, la Historia de las Glorias. Una Historia a la vera del Mar de Eternidad que era el Inmutable. 13

 

Nuestro Hacedor nos había enseñado que aquel mundo (el mundo angélico que habíamos conocido hasta entonces) era sólo una etapa previa, una fase, una prueba. Inmersos cada uno en el evo, estábamos madurando, nos desarrollábamos. Pero el Señor no quería que sólo nos desarrolláramos intelectualmente, no sólo deseaba que nos hiciéramos amigos, no sólo deseaba que constituyéramos una sociedad y que gozásemos del ser. Sino que, ante todo, era su voluntad que desarrolláramos nuestra bondad, nuestras virtudes, nuestro amor.

Nuestros intelectos eran una gran cosa, pero muchísimo más grande era la parte más interior de nuestro espíritu. Esa parte era, digámoslo así, el espíritu de nuestro espíritu. La parte más profunda, la más noble. Aquella que se desarrollaba tan sólo a través del amor. Los ángeles éramos luz, pero había una luz más pura dentro de nuestra luz. Una luz de amor dentro de nuestra luz intelectual. Una luz más bella dentro de la belleza de nuestra luz.

A través de la oración, de los actos de caridad, del sacrificio, del trabajo hecho en honor de Dios (pues trabajábamos), podíamos llegar a ser inhabitados por el mismo Creador. Podíamos desarrollar esa capacidad de acoger la gracia de Dios.

El agradecimiento, la glorificación de Dios, el amor ya lo habíamos conocido. Ahora íbamos descubriendo paulatinamente la posibilidad de santificarnos. Todos nos afanamos en este deseo divino. Era su voluntad. Una voluntad que no se imponía, que nos invitaba. Todos deseábamos ser buenos hijos de Dios. El tiempo (el evo) avanzaba y nos íbamos haciendo mejores. Todos nos hacíamos mejores, sin excepción.

Cuando con nuestros ojos, mirábamos hacia Dios, veíamos ese Mar de Luz que es Dios. Pero, en realidad, si nos acercábamos (no físicamente, sino con nuestros intelectos) a ese Mar, descubríamos sorprendidos que ese Mar que creíamos que era Dios era en realidad el velo que cubría a Dios.

07/11/2012 21:20

 

 

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Otros espíritus se unieron para formar actos de adoración colectivos hacia el Creador. Esos actos de adoración fueron añadiendo más y más ángeles. Comenzaron de forma espontánea liturgias de alabanza a Dios. Nadie nos lo mandó. Surgieron. Surgieron como un impulso natural. Al final, todos formamos parte de la gran liturgia de todos los ángeles unidos en una sola adoración tributada al Eterno.

Nuestro incienso de alabanza no cesaba ni de noche ni de día, en el caso de que hubiera habido día y noche. Pero vivíamos en un inacabable día, en una sempiterna luz. Nos rodeaba la noche, la oscuridad, el vacío, el no-ser. Pero nosotros emanábamos luz alrededor de la Luz. Éramos como constelaciones de luz, constelaciones de dicha. Éramos gloria alrededor de la Esfera Infinita.

Nuestra vida no era sólo liturgia, ni profundizaciones intelectuales. No todo eran grandes temas en nuestras conversaciones. También jugábamos. Nuestros juegos serían completamente incomprensibles para vosotros. Renuncio a explicároslos. Pero para que podáis, al menos, vislumbrar nuestros juegos, os pediré que recordéis que dos mentes humanas también pueden jugar entre sí, de un modo enteramente intelectual. Es el caso, por ejemplo, de dos mentes humanas enfrentadas en un juego de ajedrez. Así también jugábamos entre nosotros en gran variedad de modos. Aunque nuestros juegos eran muy complicados para vosotros. Para que vislumbréis de qué estoy imaginando. Por seguir el mismo ejemplo, si nosotros hubiéramos jugado al ajedrez, cosa que no hacíamos, tratad de visualizar no un tablero de ajedrez de 64 casillas como los vuestros, sino un tablero de 100.000 casillas. Imaginaos que sobre ese tablero no hay 32 fichas como en vuestros ajedreces, sino 900 fichas con muchas más variedades que vuestros peones, torres, alfiles y el resto de figuras. Imaginaos que ese tablero no se extiende en dos dimensiones, sino en tres dimensiones. Que las casillas corren en todas las direcciones. Pensad en un juego, en realidad, que no es el ajedrez sino uno mucho más enrevesado. Y que en ese juego podemos intervenir no sólo dos jugadores, sino tres docenas. Si os podéis imaginar eso, podéis atisbar cómo nosotros los espíritus podemos jugar entre nosotros.

Nuestro mundo, a pesar de lo que os pueda parecer estas comparaciones, era muy distinto del vuestro. Os puede dar la sensación de semejanza, el hecho de que debo buscar elementos que sean ligeramente comunes entre nuestros mundos. Pero se trata de mundos sustancialmente diferentes. Además, no había campos, no había bosques, no había ciudades, no había edificios. Sólo estaba Dios, nosotros y el vacío exterior. Era un mundo sin un solo elemento material, sin un solo instrumento. Era un mundo de presencias. Pero un mundo que nada tenía que envidiar vuestro planeta de ríos, selvas, islas, peces, montañas y arcos iris. Os lo repito, nuestro mundo nada tenía de aburrido.

06/11/2012 22:43

 

 

HISTORIA DEL MUNDO ANGÉLICO            7

 

A vosotros, estos sacrificios os parecerán pequeños sacrificios. Pero os aseguro que algunos de nosotros hicieron sacrificios sólo comparables a aquellos humanos que renuncian a todos los placeres del mundo para irse a un desierto a dedicarse a la oración. Otros espíritus se centraron más en las obras de caridad, ayudando a las necesidades de otros espíritus: instruyendo, aconsejando, no dejando solos, siempre deseosos de que todos comprendieran mejor a la Fuente. Otros se dedicaron más al conocimiento, empleándose en indagar las profundidades de la Ciencia del Ser Infinito. Indagaban por sí mismos, preguntaban a otros, recorrían las jerarquías angélicas en busca de ciencia, en busca de fragmentos de saber. Estos recolectores de materiales levantaron magníficas construcciones intelectuales. Algunas mentes estaban dotadas de tal fuerza que fueron capaces de levantar impresionantes fundamentos sobre los que otros erigieron altas moles de ciencia. La ciencia acerca de Dios mismo y la ciencia acerca de lo que sabía. No sólo era Dios, era también lo que Dios podía crear. Y no sólo eso, también estaba lo que era fruto de la lógica. Por ejemplo, las matemáticas existían por sí mismas. No habían sido creadas por el Creador. Como este ejemplo os podría poner otros, cada vez más complicados, vosotros sólo habéis esbozado la metafísica. Pero el mundo del conocimiento, antes de la creación del cosmos material, ya era rico, variado y digno de dedicar toda una vida a él. La ciencia era fascinante y nos sentíamos atraídos a ella de un modo natural, éramos inteligencias.

Pero no todo era conocimiento. El amor ya había aparecido, de forma natural, casi sin darnos cuenta. Amábamos. Cada uno en un grado, cada uno de un modo diferente y personal. Cada espíritu tenía su personalidad, su psicología. Cada uno amaba con una intensidad propia, cada uno poseía un amor único. No sólo amábamos agradecidamente a Dios, también nos queríamos entre nosotros. Queríamos a todo ese mundo en el que estábamos insertos.

Yo comencé a admirar a algún Intelecto Superior. Su penetración en las más recónditas cuestiones de la Filosofía me parecía la obra de arte más increíble. Además, desde mi posición, podía proponerle nuevas cuestiones. Podía contrastar sus respuestas con otros altos intelectos. Entre nosotros los ángeles surgieron amistades. Pues no sólo conversábamos de cosas altas y sublimes, también nos conocíamos entre nosotros. Charlábamos de nuestras ilusiones, acerca de nuestras distintas formas de ver las cosas, incluso de nuestras anécdotas en nuestra sociedad, en nuestros grupos. Otros eran exploradores, se dedicaban a recorrer las regiones del mundo angélico. Las jerarquías, de por sí, se habían convertido en objeto de ciencia.

En nuestras conversaciones, os parecerá extraño, pero había sentido del humor a veces. Algunos bromeaban incluso. El sentido del humor es privilegio de los seres racionales. Hubo también espíritus que fueron más allá de la admiración, más allá de la amistad: se enamoraron. En su amor no había nada físico, no tenemos cuerpo, no tenemos rostro propiamente hablando. Pero el sentimiento que apareció entre algunos espíritus, insisto, era algo que iba más allá de un mero estar bien con el otro. Era verdadero amor. A veces era la forma de ser del otro, a veces admiración por su intelecto. Lo cierto es que algunos espíritus iban más allá de la amistad y deseaban con recta pasión estar junto a otro espíritu.

06/11/2012 06:52

 

 

HISTORIA DEL MUNDO ANGÉLICO            6

 

 

 

Aun conscientes de nuestra poquedad, cuanto más conocíamos, más queríamos conocer. Y con nuestra inteligencia sí que podíamos recorrer ese objeto de nuestro conocimiento. Éramos como exploradores de lo que teníamos delante. Nuestras construcciones lógicas, metafísicas, teológicas acerca de la Divinidad nos dejaban pasmados. Cada vez estábamos más admirados del Ser Infinito.

Algunos de nosotros, abrumados ante tanta belleza, comenzaron a organizarse para darle culto de un modo colectivo. Así comenzó la liturgia celeste, como respuesta ante semejante espectáculo de la Divinidad.

sección 2

Frente a la Esfera, alrededor de la Esfera, todo aquel mundo angélico se llenó de actividad. Unos enseñaban a otros. Otros levantaban construcciones del intelecto. Había quienes se dedicaban más a la oración. Otros se afanaban en ir de un lugar a otro a ayudar a aquellos que tenían alguna dificultad en entender algo. Comenzó incluso a haber ascetas. Pues hubo quienes comenzaron a sacrificarse en el uso de sus potencias intelectuales, centrándose, ante todo, en buscar la esencia de Dios a través de la adoración. Habrá entre vosotros, humanos, que me entenderán muy bien cuando afirmo lo grande que puede ser el sacrificio que supone sacrificar las operaciones del intelecto que nos producen placer. Cuando se habla del placer, muchos piensan en la comida, la bebida y demás satisfacciones del cuerpo. Pero también vosotros conocéis gozos del intelecto como escuchar una sinfonía, jugar una partida de ajedrez, leer un libro o escuchar una conferencia. También a vosotros os cuesta sacrificar las operaciones del intelecto que os gustan. También, a veces, mantener la presencia de Dios o dedicarse a la oración, es un sacrificio cuando uno quiere pensar y hacer otras cosas.

Y así algunos de nosotros descubrieron este modo de hacer la voluntad Dios. Y quisieron desnudarse de todo lo que no fuera Dios mismo. Ellos deseaban, ante todo y sobre todo, arder de amor a Dios. Y dejaron todo lo demás. Renunciaron incluso a lo bueno, para dedicarse a lo mejor. Algunos de estos ángeles ascetas se recluyeron en sí mismos para dedicarse exclusivamente a la adoración de la Trinidad. Esta reclusión voluntaria de algunos fue tan estricta que, a los ojos de muchos, fue como si muriesen en vida, como si se enterrasen en sí mismos. Todo lo sacrificaron algunos para que en la oscuridad de su interior, pudiera comenzar a brillar una luz más espiritual.

04/11/2012 23:21

 

 

HISTORIA DEL MUNDO ANGÉLICO            5

 

 

Decir que era una voz poderosa, no es hacerle justicia. Sus voz estaba dotada de la mayor intensidad que uno pudiera imaginarse. Y al mismo tiempo, sus palabras transmitían ternura y cariño. Eran las palabras de un padre. Nada en ellas había de amenazador. Pero sin ser amenazadora, su voz era tal que dejaba claro que no admitía réplica.

Dios nos habló. Nos explicó quién era Él. Nos expuso quiénes éramos, para qué nos había creado, qué esperaba de nosotros, lo que debíamos y lo que no debíamos hacer. Dios nos hizo de Maestro, le escuchamos con la boca abierta. Su voz nos manifestaba cuáles eran los abismos del ser, los caminos del Bien y del Mal. La estructura lógica de lo que había creado y de lo que podía crear. Sus palabras eran ciencia pura sin error.

Pero no hablaba todo el tiempo. En su discurso, en su explicación del Ser y del ser, en su explicación de todo, había, como si de una sinfonía se tratase, momentos de silencio. Y nos preguntaba. Nosotros le respondíamos, le preguntábamos, individual y colectivamente. Dialogábamos con Él como unos hijos con un padre. Verdaderamente era un padre. Éramos como polluelos alrededor de una gallina. Nos sentíamos calientes bajo sus alas. Nos sentíamos protegidos. No teníamos cuerpo, pero sentíamos el calor de su presencia. La imagen de los pollitos acurrucados en el seno de su madre es lo que más idea puede dar de aquel tiempo feliz. No era sólo estar bajo sus alas, era estar en su seno. Como unos polluelos completamente envueltos en un lecho de plumas.

¿De qué nos podíamos sentir protegidos? ¿Cómo podíamos conocer la sensación de temor? Nos sentíamos seguros frente al vacío de la Nada, frente a la inseguridad de no saber. Él nos daba certeza frente a la duda. Él nos ofrecía el firme fundamento de saber de dónde veníamos, quiénes éramos, adónde íbamos, cuál era el sentido de todo. Sin Él hubiéramos sido náufragos en medio del vacío. Sin Él nos hubiéramos sentido abandonados en mitad de esas soledades. Mirando hacia atrás, allí estaban esas soledades vacías y oscuras. Daba casi miedo mirar al no-ser de donde habíamos salido, de donde perfectamente podríamos no haber salido nunca. Había bastado una palabra suya, para sacarnos de la nada. Pero con Él no temíamos a la nada: Él lo llenaba todo.

Y nuestro Maestro seguía paciente y amorosamente respondiendo a sus hijos. Podía responder a millones de seres a la vez. Éramos tantos, y, no obstante, cada uno escuchaba distintamente su voz. Nosotros las glorias podíamos escuchar las palabras de muchos ángeles dirigiéndose a Dios, y simultáneamente podíamos hacerle 10

 

preguntas. Nosotros podíamos atender sin problema en medio de aquel tapiz de voces. Cada uno podía percibir más o menos de esos diálogos, según el poder de su inteligencia.

En medio de aquella sinfonía, formulábamos a coro una cuestión a Dios. Pero en medio de esa coral, un pequeño espíritu podía hacerle una pequeña pregunta a Dios. Había conversaciones colectivas, se daban conversaciones individuales. Otras conversaciones eran, porque así lo querían algunas glorias, privadas, personales. Y no sólo preguntábamos, también le dábamos gracias, gracias por todo. Y también nos comunicábamos entre nosotros.

Los ángeles más inteligentes comprendían mejor lo que decía la Esfera, y nos lo explicaban a los ángeles intermedios. Nosotros a nuestra vez explicábamos detalles a los ángeles inferiores. Había miles de escalas en aquella jerarquía celeste. Todos entendían el discurso de Dios, pero los ángeles superiores nos hacían ver que habíamos captado sólo una parte de la profundidad de su discurso.

Entre nosotros nos enseñábamos, y en conjunto profundizábamos con nuestros intelectos en ese Océano Infinito de Luz que teníamos delante. Íbamos viendo más claro quién era el Hacedor, la Fuente, el Sol de Santidad. Casi sin darnos cuenta, íbamos erigiendo construcciones intelectuales. Éramos seres intelectuales y disfrutábamos sumergiéndonos con nuestras mentes en esa Esfera sin fin. Podíamos sumergirnos en Él sólo con nuestra inteligencia, sólo con nuestro conocimiento. Pues Él, digámoslo así, estaba allí y nosotros aquí. La increíble frontera de la trascendencia era impenetrable. Impenetrabilidad de Dios que no era percibida como un muro, sino más bien como una montaña que se necesitarían siglos para ascenderla. La Esfera, en ese sentido, estaba tan cerca y tan lejos. La Esfera estaba como rodeada de un muro alto como una montaña. Quizá tras siglos de ascender sus laderas, comprenderíamos que sólo habíamos comenzado nuestro viaje. Sí, la Esfera tan sólo era el velo de la trascendencia.

03/11/2012 21:15

 

 

HISTORIA DEL MUNDO ANGÉLICO            4

 

 

El número de los ángeles era incalculable, pero hubo un último ángel en aparecer. Decir que eran trillones de trillones era poco. Dios había sido extraordinariamente generoso al crear. Dios había querido comunicar el gozo del ser de un modo espléndido, feliz de que fueran muchos los que pudieran existir. Aquellos ángeles nada más ser creados recibían el nombre de glorias, porque ellos eran la gloria de su Creador.

Todos los espíritus estaban sorprendidos. Habían sido lanzados a la existencia. Habían pasado de la nada a existir de golpe. Aquello era como millones de seres que hubiesen acabado de despertar. Pero no sólo no estaban somnolientos, sino que por el contrario se mostraban llenos de vida. Las nebulosas bullían de vigor alrededor de la Esfera de Vida. La vida se agitaba en ellos por la felicidad de existir.

Los espíritus se miraban a sí mismos, se conocían, volvían a mirarse entre sí sorprendidos. Como las glorias se hallaban girando alrededor de glorias más grandes, admiraban al gran ángel alrededor del cual cada espíritu se movía. Divisaban la magnitud de los gigantescos astros angélicos. Aunque las veían de lejos, se hallaban sorprendidos de que pudiera haber glorias tan descomunalmente grandes. Y en el centro de todo: el Divino Océano Infinito de Luz del que habían salido. Era como estar junto a los márgenes de un gran mar. Podríamos decir que estaban suspendidos, flotando en el aire, levitando sobre un océano. Pero en ese caso no 9

 

tenía sentido afirmar que se estaba encima o en un flanco de ese Mar. En un universo sin referencias espaciales, no había arriba, ni abajo. Únicamente un gran centro. Un gran centro que era esa Esfera que parecía ilimitada.

Las glorias contemplaban la Gran Esfera, sabían que era una forma esférica. Pero era tan grande que ellos la veían como un océano, cuyos límites escapaban a su visión. Ese Océano Divino estaba en silencio, todos lo contemplaban admirados: constituía en sí mismo un espectáculo. Porque esa Luz era amor, sabiduría, belleza, perfección, equilibrio, plenitud. De pronto, la Esfera habló. Era la primera vez que resonaba su voz fuera de su seno. Su voz resultó el hecho más impresionante que uno pueda imaginarse. La voz de Dios dirigiéndose a millones de millones de espíritus angélicos.

Todos oyeron una voz potente, grave, llena de poder. Se trataba de una voz que podía doblar el hierro, tronchar los cedros. Aun no existía el hierro, aun no habían crecido los cedros, pero si hubiera sido creado un orbe, los pilares de la tierra no hubieran resistido el poder de la primera sílaba de la primera palabra. Ante la aparición de su voz, todos los ángeles dieron un paso hacia atrás, como el que recibe la embestida del viento.

02/11/2012 22:20

 

 

HISTORIA DEL MUNDO ANGÉLICO            3

 

 

 

Si uno se aproximaba a esa luz, veía que cada haz de luz estaba formado por millones de millones de seres angélicos. Cada naturaleza angélica era como una pequeña estrella. Las había de todos los tamaños. Cada ser angélico resplandecía con su propio tono de luz, cada uno emitía una música particular. Cada uno, si se me permite la expresión, mostraba un rostro atónito, felizmente atónito, ante el espectáculo del acto creador.

Los ángeles más grandiosos se hallaban suspendidos como tocando a la Esfera. Cada ángel superior tenía otros menores alrededor de él, como planetas que rodean a un astro. Cada uno de los satélites tenía a su vez otros espíritus angélicos que eran como satélites de los planetas. Y así podíamos ver que había centenares de jerarquías angélicas. Cada ángel dependía de otro ángel superior. Los ángeles superiores, menores e intermedios formaban innumerables niveles, complejísimas rotaciones, innumerables jerarquías, complicadas series de niveles, de escalones, como si de una zoología infinita se tratara.

¿A qué compararemos la visión de ese acto creador? Era como si la Gran Esfera estuviera rodeada por brumas. Esas brumas eran como Vía Lácteas. Cada una de estas Vía Lácteas estaba formada por millones de millones de seres angélicos. Toda la Esfera estaba cubierta de estas nebulosas. Partes de la superficie de la Esfera estaban más densamente cubiertas. En otras partes, esas nubes era como si se deshilachasen hacia fuera. Y seguían surgiendo más y más de estas nebulosas del interior de la Esfera. Era como si del seno del Ser Infinito fluyeran ríos grandiosos de luz. Universos y universos de ángeles salían de la Esfera Incomparable.

Aquellos ríos parecían no agotarse. Unos surgían con fuerza hacia fuera, se doblaban como atraídos por la fuerza de atracción de la Esfera de la que surgían, y retornaban hacia la Esfera recorriendo su superficie inacabable. Otros ríos salían expelidos con vigor y se adentraban en la nada exterior, formando espirales, mezclándose a su vez con otras espirales angélicas, combinándose en más y más increíbles volutas de luz que se arremolinaban, que giraban alrededor de sí mismas, formando centros y más centros angélicos.

Cómo un órgano catedralicio al que con dos manos se le presionan diez notas a la vez con todos sus registros en una magnífica armonía, con todos sus tubos a pleno pulmón, y que tras alcanzar el clímax, el sonido se difumina perdiéndose en las bóvedas, así también los ríos de luz que surgían de la Esfera, fueron debilitándose en una especie de eco que se extingue lleno de majestad. Ese eco sinfónico se fue desvaneciendo, hasta que el último brazo de luz se despegó del Océano de Luz de la Esfera: la Creación de los ángeles había acabado. El último ángel había sido creado.

01/11/2012 20:24

 

HISTORIA DEL MUNDO ANGÉLICO            

2

 


En el principio estaba el Ser, el Ser Infinito, la Trinidad Sublime. Imaginaos a Dios como una inmensa esfera de luz blanquísima. De nuevo os recuerdo que debo recurrir a términos limitados, a comparaciones, para expresar lo que es incomparable. Dios no es una esfera, Dios no tiene forma geométrica alguna. Pero os pido que os imaginéis mi historia de un modo visual. Imaginaos al Gran Dios como una esfera de luz de proporciones infinitas.

Esa Esfera de Luz estaba en medio de la Nada. Una Esfera resplandeciente en mitad de la oscuridad más absoluta, la oscuridad perfecta. Al principio únicamente existía esa Esfera. Nadie la contemplaba, nadie la podía ver, porque no había nadie. Esa Esfera de Vida Trina era Luz, y era grande como millares de océanos de luz. Era colosal como millares de millares de universos.

Nunca os imaginaréis, mientras viváis, lo difícil que es para mí expresaros de un modo alegórico lo que nosotros percibíamos de Dios. Permitidme usar la imagen de una esfera para hablar de Dios, la imagen de, una esfera grandiosa. Porque en su Ser reinaba una perfección, como sólo se expresa en la geometría. Pero al mismo tiempo era ilimitado como un mar. El mar es estable, pero tiene movimiento en sí. Dios, asimismo, se nos mostraba lleno de vida. Lo que nosotros veíamos era como una esfera infinita llena de mares de vida. Pero eso lo percibíamos a través de los rayos que atravesaban sus velos. La imagen del sol cuya luz sale arrolladora y límpida tras las nubes de una tormenta que escampa, es la escena más aproximada para que entendáis qué era lo que nosotros veíamos. Reunid todos estos conceptos tan pobres, y os haréis una idea aproximada.

La Vida Trina latía en su interior, fluía en el seno de esa Esfera. De pronto, ocurrió algo. Era la primera vez que ocurría algo hacia fuera de la Esfera. No podemos decir que eso ocurrió tras millones de millones de siglos, porque en realidad no había Tiempo. Pero entre ese antes y ese después hubo mil eternidades, y después eternidad tras eternidad. Antes del primer AHORA, hubo una serie incontable de siglos de no-tiempo.

Y así, en el momento previsto, en el instante exacto, antes del cual no hubo un instante, una voz poderosa resonó en el interior de la Esfera y dijo: ¡Hágase! Y de la Esfera surgió una luz. Aquel acto se parece lejanamente a una flor que extendiera sus pétalos blancos. Ese instante semejaba como una corola de la que surgiesen hacia fuera sus pétalos. Aquello parecía como una explosión de luz a cámara lenta...

31/10/2012 23:31

 

 

HISTORIA DEL MUNDO ANGÉLICO            1

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I Parte


Antes de los faraones, antes de los constructores de los zigurats, antes de que en el desierto reposase la arena, antes de que la primera gota de agua cayese en el primer mar, fue nuestra historia. Antes de que el sol brillase por primera vez, antes de que Dios dijese: Hágase la luz.

Antes de la historia de cualquier criatura, vino nuestra historia, que es la más antigua. De hecho, ésta historia tuvo lugar antes del Tiempo. Antes de nuestra historia no hay historia alguna. Puesto que el Único que estaba antes de nosotros, no tiene historia. Dios no tiene historia.

Yo, un ángel os la voy a contar a vosotros, humanos, aunque no podáis entender muchas cosas, aunque tenga que recurrir a comparaciones humanas para que podáis comprender lo incomprensible. Doy comienzo a mi crónica.

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