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En un lugar de la Mancha ...

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24/02/2017 12:46
La del Señor no me falte, que es la que hace al caso. Y en lo demás, sabréis que aunque el tío proponía a la sobrina, y le decía las calidades de cada uno, en particular de los muchos que por mujer la pedían, rogándole que se casase y escogiese a su gusto, jamás ella respondió otra cosa sino que por entonces no quería casarse, y que por ser tan muchacha no se sentía hábil para poder llevar la carga del matrimonio. Con estas que daba al parecer justas excusas, dejaba el tío de importunarla, y esperaba que entrase algo más en edad y ella supiese escoger compañía a su gusto. Porque decía él, y decía muy bien, que no habían de dar los padres a sus hijos estado contra su voluntad. Pero hételo aquí, cuando no me cato, que remanece un día la melindrosa Marcela hecha pastora; y sin ser parte su tío ni todos los del pueblo que se lo desaconsejaban, dio en irse al campo con las demás zagalas del lugar, y dio en guardar su mesmo ganado. Y así como ella salió en público, y su hermosura se vio al descubierto, no os sabré buenamente decir cuántos ricos mancebos, hidalgos y labradores han tomado el traje de Grisóstomo, y la andan requebrando por estos campos. Uno de los cuales, como ya está dicho, fue nuestro difunto, del cual decían que la dejaba de querer y la adoraba. Y no se piense que porque Marcela se puso en aquella libertad y vida tan suelta, y de tan poco o de ningún recogimiento, que por eso ha dado indicio, ni por semejas, que venga en menoscabo de su honestidad y recato; antes es tanta y tal la vigilancia con que mira por su honra, que de cuantos la sirven y solicitan ninguno se ha alabado, ni con verdad se podrá alabar, que le haya dado alguna pequeña esperanza de alcanzar su deseo.

22/02/2017 12:44
Guardábala su tío con mucho recato y con mucho encerramiento, pero con todo esto, la fama de su mucha hermosura se extendió de manera, que así por ella, como por sus muchas riquezas, no solamente de los de nuestro pueblo, sino de los de muchas leguas a la redonda, y de los mejores de ellos, era rogado, solicitado e importunado su tío se la diese por mujer. Mas él, que a las derechas es buen cristiano, aunque quisiera casarla luego, así como la vía de edad, no quiso hacerlo sin su consentimiento, sin tener ojo a la ganancia y granjería que le ofrecía el tener la hacienda de la moza, dilatando su casamiento. Y a fe que se dijo esto en más de un corrillo en el pueblo en alabanza del buen sacerdote. Que quiero que sepa, señor andante, que en estos lugares cortos de todo se trata y de todo se murmura; y tened para vos, como yo tengo para mí, que debe de ser demasiadamente bueno el clérigo que obliga a sus feligreses a que digan bien dél, especialmente en las aldeas.

Así es la verdad, dijo Don Quijote, y proseguid adelante, que el cuento es muy bueno, y vos, buen Pedro, le contáis con mucha gracia.

21/02/2017 13:35
Decid Sarra, replicó Don Quijote, no pudiendo sufrir el trocar de los vocablos del cabrero. Harto vive la sarna, respondió Pedro; y si es, señor, que me habéis de andar zaheriendo a cada paso los vocablos, no acabaremos en un año. Perdonad, amigo, dijo Don Quijote, que por haber tanta diferencia de sarna a Sarra os lo dije; pero vos respondísteis muy bien, porque vive más sarna que Sarra, y proseguid vuestra historia, que no os replicaré más en nada.
Digo, pues, señor de mi alma, dijo el cabrero, que en
nuestra aldea hubo un labrador aún más rico que el padre de Grisóstomo, el cual
se llamaba Guillermo, y al cual dio Dios, amén de las muchas y grandes
riquezas, una hija, de cuyo parto murió su madre, que fue la más honrada mujer
que hubo en todos estos contornos; no parece sino que ahora la veo con aquella
cara, que del un cabo tenía el sol y del otro la luna, y sobre todo hacendosa y
amiga de los pobres, por lo que creo que debe de estar su ánima a la hora de
hora gozando de Dios en el otro mundo. De pesar de la muerte de tan buena mujer
murió su marido Guillermo, dejando a su hija Marcela muchacha y rica en poder
de un tío suyo, sacerdote, y beneficiado en nuestro lugar. Creció la niña con
tanta belleza, que nos hacía acordar de la de su madre, que la tuvo muy grande,
y con todo esto se juzgaba que le había de pasar la de la hija; y así fue, que
cuando llegó a edad de catorce a quince años, nadie la miraba que no bendecía a
Dios, que tan hermosa la había criado, y los más quedaban enamorados y perdidos
por ella.

20/02/2017 14:23
Finalmente no pasaron muchos meses después que vino de Salamanca, cuando un día remaneció vestido de pastor con su cayado y pellico, habiéndose quitado los hábitos largos que como escolar traía, y juntamente se vistió con él de pastor otro su grande amigo llamado Ambrosio, que había sido su compañero en los estudios. Olvidábaseme decir cómo Grisóstomo el difunto fue grande hombre de componer coplas, tanto que él hacía los villancicos para la noche del Nacimiento del Señor, y los autos para el día de Dios, que los representaban los mozos de nuestro pueblo, y todos decían que eran por el cabo. Cuando los del lugar vieron tan de improviso vestidos de pastores a los dos escolares, quedaron admirados y no podían adivinar la causa que les había movido a hacer tan extraña mudanza. Ya en este tiempo era muerto el padre de nuestro Grisóstomo, y él quedó heredado en mucha cantidad de hacienda, ansí en muebles como en raíces, y en no pequeña cantidad de ganado mayor y menor, y en gran cantidad de dineros: de todo lo cual quedó el mozo señor desoluto; y en verdad que todo lo merecía, que era muy buen compañero y caritativo y amigo de los buenos, y tenía una cara como una bendición. Después se vino a entender que el haberse mudado de traje no había sido por otra cosa que por andarse por estos despoblados en pos de aquella pastora Marcela que nuestro zagal nombró denantes, de la cual se había enamorado el difunto de Grisóstomo. Y quiéroos decir ahora, porque es bien que lo sepáis, quén es esta rapaza; quizá y aun sin quizá no habréis oído semejante cosa en todos los días de vuestra vida, aunque viváis más años que sarna.
18/02/2017 14:28

Y Don Quijote rogó a Pedro le dijese qué muerto era aquel y qué pastora aquella. A lo cual Pedro respondió, que lo que sabía era que el muerto era un hijodalgo rico, vecino de un lugar que estaba en aquellas sierras, el cual había sido estudiante muchos años en Salamanca, al cabo de los cuales había vuelto a su lugar con opinión de muy sabio y muy leído.

Principalmente decían que sabía la ciencia de las estrellas, y de lo que pasaban allá en el cielo el sol y la luna, porque puntualmente nos decía el cris del sol y de la luna. Eclipse se llama, amigo, que no cris, el escurecerse esos dos luminares mayores, dijo Don Quijote. Mas Pedro, no reparando en niñerías, prosiguió su cuento, diciendo: asimesmo adivinaba cuando había de ser el año abundante o estil. Estéril queréis decir, amigo, dijo Don Quijote. Estéril, o estil, respondió Pedro, todo se sale allá. Y digo que, con esto que decía, se hicieron su padre y sus amigos que le daban crédito muy ricos, porque hacían lo que él les aconsejaba, diciéndoles: sembrad este año cebada, no trigo; en este podéis sembrar garbanzos, y no cebada; el que viene será de guilla de aceite; los tres siguientes no se cogerá gota. Esa ciencia se llama Astrología, dijo Don Quijote. No sé yo cómo se llama, replicó Pedro, mas sé que todo esto sabía y aún más.


16/02/2017 20:55

Capítulo duodécimo

De lo que contó un cabrero a los que estaban con Don Quijote

Estando en esto llegó otro mozo de los que les traían de la aldea el bastimento, y dijo: ¿sabéis lo que pasa en el lugar, compañeros? ¿cómo lo podemos saber? respondió uno de ellos. Pues sabed, prosiguió el mozo, que murió esta mañana aquel famoso pastor estudiante llamado Grisóstomo, y se murmura que ha muerto de amores de aquella endiablada moza de la aldea, la hija de Guillermo el rico, aquella que se anda en hábito de pastora por esos andurriales. Por Marcela dirás, dijo uno. Por esa digo, respondió el cabrero; y es lo bueno, que mandó en su testamento que le enterrasen en el campo como si fuera moro, y que sea al pie de la peña donde está la fuente del alcornoque, porque según es fama (y él dicen que lo dijo) aquel lugar es adonde él la vio la vez primera. Y también mandó otras cosas tales, que los abades del pueblo dicen que no se han de cumplir ni es bien que se cumplan, porque parecen de gentiles. A todo lo cual responde aquel gran su amigo Ambrosio el estudiante, que también se vistió de pastor con él, que se ha de cumplir todo sin faltar nada como lo dejó mandado Grisóstomo, y sobre esto anda el pueblo alborotado, mas a lo que se dice, en fin se hará lo que Ambrosio y todos los pastores sus amigos quieren, y mañana le vienen a enterrar con gran pompa adonde tengo dicho; y tengo para mí que ha de ser cosa muy de ver, a lo menos yo no dejaré de ir a verla, si supiese no volver mañana al lugar. Todos haremos lo mismo, respondieron los cabreros, y echaremos suertes a quien ha de quedar a guardar las cabras de todos. Bien dices Pedro, dijo uno de ellos, aunque no será menester usar de esa diligencia, que yo me quedaré por todos; y no lo atribuyas a virtud y a poca curiosidad mía, sino a que no me deja andar el garrancho que el otro día me pasó este pie. Con todo esto, te lo agradecemos, respondió Pedro.

14/02/2017 14:35





14/02/2017 14:09
Con esto dio el cabrero fin a su canto, y aunque Don Quijote le rogó que algo más cantase, no lo consintió Sancho Panza, porque estaba más para dormir que para oír canciones. Y así dijo a su amo: bien puede vuestra merced acomodarse desde luego a donde ha de pasar esta noche, que el trabajo de estos buenos hombres tienen todo el día no permite que pasen las noches cantando. Ya te entiendo, Sancho, respondió Don Quijote, que bien se me trasluce que las visitas del zaque piden más recompensa de sueño que de música. A todos nos sabe bien, bendito sea Dios, respondió Sancho. No lo lo niego, replicó Don Quijote; pero acomódate tú donde quisieres, que los de mi profesión mejor parecen velando que durmiendo; pero con todo eso sería bien, Sancho, que me vuelvas a curar esta oreja, que me va doliendo más de lo que es menester. Hizo Sancho lo que se le mandaba; y viendo uno de los cabreros la herida, le dijo que no tuviese pena, que él pondría remedio con que fácilmente se sanase; y tomando algunas hojas de romero, de mucho que por allí había, las mascó y las mezcló con un poco de sal, y aplicándoselas a la oreja, se las vendó muy bien, asegurándole que no había menester otra medicina. Y así fue la verdad.
.
FIN DEL CAPITULO XI
13/02/2017 11:55

ANTONIO

Yo sé, Olalla, que me adoras,
puesto que no me lo has dicho
ni aún con los ojos siquiera,
mudas lenguas de amoríos.

Porque sé que eres sabida,
en que me quieres me afirmo,
que nunca fue desdichado
amor que fue conocido.

Bien es verdad que tal vez,
Olalla, me has dado indicio
que tienes de bronce el alma,
y el blanco pecho de risco.

Más allá, entre sus reproches
y honestísimos desvíos
tal vez la esperanza muestra
la orilla de su vestido.

Abalánzase al señuelo
mi fe que nunca ha podido
ni menguar por no llamado
ni crecer por escogido.

Si el amor es cortesía,
de la que tienes colijo
que al fin de mis esperanzas
ha de ser cual imagino.

Y si son servicios parte
de hacer un pecho benigno,
algunos de los que he hecho
fortalecen mi partido.

Porque, si has mirado en ello,
más de una vez habrás visto
que me he vestido en los lunes
lo que me honraba el domingo.

13/02/2017 11:55

Como el amor y la gala
andan un mismo camino,
en todo tiempo a tus ojos
quise mostrarme polido.

Dejo el bailar por tu causa,
ni las músicas te pinto,
que has escuchado a deshoras
y al canto del gallo primo.

No cuento las alabanzas
que de tu belleza he dicho,
que, aunque verdaderas, hacen
ser yo de algunas mal quisto.

Teresa del Berrocal,
yo alabándote, me dijo:
Tal piensa que adora un ángel,
y viene a adorar a un jimio
.

Merced a los mucho dijes
y a los cabellos postizos,
y a hipócritas hermosuras
que engañan al amor mismo
.

Desmentíla, y enojóse,
volvió por ella su primo,
desafióme, y ya sabes,
lo que yo hice y él hizo.

No te quiero yo a montón,
ni te pretendo y te sirvo
por lo de barraganía,
que más bueno es mi designio.

Coyundas tiene la iglesia,
que son lazadas de sirgo,
pon tu cuello en la gamella,
verás cómo pongo yo el mío.

Donde no, desde aquí juro
por el santo más bendito,
de no salir destas tierras
sino para capuchino.

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