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En un lugar de la Mancha ...

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13/07/2017 21:51
Decidme, buen hombre, dijo Don Quijote, ¿sabéis vos quién sea dueño destas prendas? Lo que sabré yo decir, dijo el cabrero, es que habrá al pie de seis meses poco más a menos, que llegó a una majada de pastores, que estará como tres leguas deste lugar, un mancebo de gentil talle y apostura, caballero sobre esa mesma mula que ahí está muerta, y con el mesmo cojín y maleta que decís que hallastes y no tocastes: preguntónos que cuál parte desta sierra era la más áspera y escondida. Dijímosle que era donde ahora estamos, y es así la verdad, porque si entráis media legua más adelante, quizá no acertareis a salir, y estoy maravillado de cómo habeis podido llegar aquí, porque no hay camino ni senda que a este lugar encamine: digo pues, que en oyendo nuestra respuesta el mancebo volvió las riendas, y encaminó hacia el lugar donde le señalamos, dejándonos a todos contentos de su buen talle, y admirados de su demanda y de la priesa con que le víamos caminar y volverse hacia la sierra: y desde entonces nunca más le vimos, hasta que desde allí a algunos días salió al camino a uno de nuestros pastores, y sin decille nada se allegó a él y le dió muchas puñadas y coces, y luego se fue a la borrica del hato, y le quitó cuanto pan y queso en ella traía, y con extraña ligereza, hecho esto se volvió a entrar en la sierra. Como esto supimos algunos cabreros, le anduvimos a buscar casi dos días por lo más cerrado desta sierra, al cabo de los cuales le hallamos metido en el hueco de un grueso y valiente alcornoque. Salió a nosotros con mucha mansedumbre, ya roto el vestido y el rostro desfigurado y tostado del sol, de tal suerte que apenas le conocimos, sino que los vestidos, aunque rotos, con la noticia que dellos teníamos, nos dieron a entender que era el que buscábamos.

12/07/2017 14:38
Engáñaste en eso, Sancho, respondió Don Quijote, que ya que hemos caído en sospecha de quién es el dueño, y le tenemos casi delante, estamos obligados a buscalle y volvérselo; y cuando no lo buscásemos, la vehemente sospecha que tenemos de que él lo sea, nos pone ya en tanta culpa como si lo fuese. Así que, Sancho amigo, no te dé pena el buscalle, por la que a mí se me quitará si le hallo. Y así picó a Rocinante, y siguióle Sancho a pié y cargado, merced a Ginesillo de Pasamonte; y habiendo rodeado a parte de la montaña, hallaron en un arroyo caída, muerta y medio comida de perros y picada de grajos, una mula ensillada y enfrenada; todo lo cual confirmó en ellos más la sospecha de que aquel que huía era dueño de la mula y del cojín.

Estándola mirando oyeron un silbo como de pastor que guardaba ganado, y a deshora a su siniestra mano aparecieron una buena cantidad de cabras, y tras ellas por cima de la montaña pareció el cabrero que las guardaba que era un hombre anciano. Diole voces Don Quijote, y rogóle que bajase donde estaban. El respondió a gritos que quién les había traído por aquel lugar, pocas o ningunas veces pisado sino de pies de cabras o de lobos, y otras fieras que por allí andaban. Respondióle Sancho que bajase, que de todo le darían buena cuenta. Bajó el cabrero, y en llegando adonde Don Quijote estaba, dijo: Apostaré que está mirando la mula de alquiler que está muerta en esa hondonada, pues a buena fe ha seis meses que está en ese lugar. Díganme, ¿han topado por ahí a su dueño? No hemos topado a nadie, respondió Don Quijote, sino a un cojín y a una maletilla, que no lejos de este lugar hallamos. También la hallé yo, repondió el cabrero; mas nunca la quise alzar, ni llegar a ella, temeroso de algún desmán y de que no me la pidiesen por de hurto; que es diablo sotil, y debajo de los pies se levanta al hombre cosa donde tropiece y caya, sin saber cómo ni cómo no. Eso mesmo es lo que yo digo, respondió Sancho, que también la hallé yo, y quise llegar a ella con un tiro de piedra; allí la dejé y allí se queda como se estaba, que no quiero perro con cencerro.

11/07/2017 20:11
Yendo, pues, con este pensamiento, vio que por cima de una montañuela, que delante de los ojos se le ofrecía, iba saltando un hombre de risco en risco y de mata en mata con extraña ligereza: figurósele que iba desnudo, la barba negra y espesa, los cabellos muchos y rebultados, los pies descalzos y las piernas sin cosa ninguna; los muslos cubrían unos calzones, al parecer de terciopelo leonado; mas tan hechos pedazos que por muchas partes se le descubrían las carnes. Traía la cabeza descubierta, y aunque pasó con la ligereza que se ha dicho, todas estas menudencias miró y notó el Caballero de la Triste Figura; y no lo procuró aunque no pudo seguille, porque no era dado a la debilidad de Rocinante andar por aquellas asperezas, y más siendo él de suyo pasicorto y flemático. Luego imagino Don Quijote que aquel era el dueño del cojín y de la maleta, y propuso en sí de buscalle, aunque supiese andar un año por aquellas montañas hasta hallarle; y así mandó a Sancho que atajase por la una parte de la montaña, que él iría por la otra, y podría ser que topasen con esta diligencia con aquel hombre, que con tanta priesa se les había quitado de delante. No podré hacer eso, respondió Sancho, porque en apartándome de vuestra merced luego es conmigo el miedo, que me asalta con mil géneros de sobresaltos y visiones; y sírvale esto que digo de aviso para que de aquí adelante no me aparte un dedo de su presencia. Así será, dijo el de la Triste Figura, y yo estoy muy contento de que te quieras valer de mi ánimo, el cual no te ha de faltar aunque te falte el ánimo del cuerpo; vente ahora tras mí poco a poco, como pudieres, y haz de los ojos lanternas, rodearemos esta serrezuela, quizá toparemos con aquel hombre que vimos, el cual sin duda no es otro que el dueño de este nuestro hallazgo. A lo que Sancho respondió: Harto mejor sería no buscarle, porque si le hallamos, y acaso fuere el dueño del dinero, claro está que lo tengo de restituir, y así fuera mejor, sin hacer esta inútil diligencia, poseerlo yo con buena fe, hasta que por otra vía menos curiosa y diligente pareciera su verdadero señor, y quizá fuera a tiempo que lo hubiera gastado, y entonces el rey me hacía franco.

10/07/2017 14:27
Acabando de leer la carta, dijo Don Quijote: Menos por esta que por los versos se puede sacar más de que quien la escribió es algún desdeñado amante. Y hojeando casi todo el librito, halló otros versos y cartas, que algunos pudo leer y otros no, pero lo que todos contenían eran quejas, lamentos, desconfianzas, sabores y sinsabores, favores y desdenes, solemnizados los unos y llorados los otros. En tanto que Don Quijote pasaba el libro, pasaba Sancho la maleta sin dejar rincón en toda ella ni en el cojín que no buscase, escudriñase e inquiriese, ni costura que no deshiciese, ni vedija de lana que no escarmenase, porque no quedase nada por diligencia ni mal recado; tal golosina había despertado en él los hallados escudos, que pasaban de ciento, y aunque no halló más de lo hallado, dio por bien empleados los vueltos de la manta, el vomitar del brevaje, las bendiciones de las estacas, las puñadas del arriero, la falta de las alforjas, el robo del gabán y del asno, y toda la hambre, la sed y el cansancio que había pasado en servicio de su buen señor, pareciéndole más que rebien pagado con la merced recibida de la entrega del hallazgo.
Con gran deseo quedó el Caballero de la Triste Figura de saber quien fuese el dueño de la maleta, conjeturando por el soneto y la carta, por el dinero en oro, y por las tan buenas camisas, que debía de ser algún principal enamorado, a quien desdenes y malos tratamientos de su dama debían de haber conducido a algún desesperado término; pero como por aquel lugar inhabitable y escabroso no parecía persona alguna de quien poder informarse, no se curó de más que de pasar adelante, sin llevar otro camino que aquel que Rocinante quería, que era por donde él podía caminar, siempre con imaginación que no podía faltar por aquellas malezas alguna extraña aventura.

09/07/2017 21:28
Por esa trova, dijo Sancho, no se puede saber nada, si ya no es que por ese hilo que está ahí se saque el ovillo de todo. ¿Qué hilo está aquí? dijo Don Quijote. Paréceme, dijo Sancho, que vuestra merced nombró ahí hilo. No dije sino Fili, respondió Don Quijote, y este sin duda es el nombre de la dama de quien se queja el autor de este soneto, y a fe que debe ser razonable poeta, o yo sé poco del arte. ¿Luego también, dijo Sancho, se le entiende a vuestra merced de trovas? Y más de lo que tú piensas, respondió Don Quijote; y veráslo cuando lleves una carta escrita en verso de arriba a abajo a mi señora Dulcinea del Toboso, porque quiero que sepas, Sancho, que todos o los más caballeros andantes de la edad pasada eran grandes trovadores y grandes músicos, que estas dos habilidades, o gracias por mejor decir, son anejas a los enamorados andantes; verdad es que las coplas de los pasados caballeros tienen más de espíritu que de primor.
Lea más vuestra merced, dijo Sancho, que ya hallará algo que nos satisfaga. Volvió la hoja Don Quijote, y dijo: Esto es prosa, y parece carta. ¿Carta misiva, señor? preguntó Sancho. En el principio no parece sino de amores, respondió Don Quijote. Pues lea vuestra merced alto, dijo Sancho, que gusto mucho destas cosas de amores. Que me place, dijo Don Quijote, y leyéndola alto, como Sancho se lo había rogado, vio que decía de esta manera: "tu falsa promesa y mi cierta desventura me llevan a parte donde antes volverán a tus oídos las nuevas de mi muerte que las razones de mis quejas. Desechásteme, ¡oh ingrata! por quien tiene más, no por quien vale más que yo; mas si la virtud fuera riqueza que se estimara, no envidiara yo dichas ajenas, ni llorara desdichas propias. Lo que levantó tu hermosura han derribado tus obras; por ella entendí que eras ángel, y por ellas conozco que eres mujer. Quédate en paz, causadora de mi guerra, y haga el cielo que los engaños de tu esposo estén siempre encubiertos; porque tu quedes arrepentida de lo que hiciste, y yo no tome venganza de lo que no deseo."

08/07/2017 13:54

Abrióle, y lo primero que halló en él escrito como en borrador, aunque de muy buena letra, fue un soneto, que leyendo alto, porque Sancho también lo oyese, vio que decía de esta manera:

O le falta al amor conocimiento,
o le sobra crueldad, o no es mi pena
igual a la ocasión que me condena
al género más duro de tormento.

Pero si amor es dios, es argumento,
que nada ignora, y es razón muy buena
que un dios no sea cruel; pues ¿quién ordena
el terrible dolor que adoro y siento?

Si digo que sois vos, Fili, no acierto,
que tanto mal en tanto bien no cabe,
ni me viene el cielo esta ruina.

Presto habré de morir, que es lo más cierto
que al mal de quien la causa no sabe,
milagro es acertar la medicina.


07/07/2017 13:58
En esto alzó los ojos, y vio que su amo estaba parado, procurando con la punta del lanzón alzar no sé qué bulto que estaba caído en el suelo, por lo cual se dió priesa a llegar a ayudarle si fuese menester, y cuando llegó fue a tiempo que alzaba con la punta del lanzón un cojín y una maleta asida a él, medio podridos, o podridos del todo y deshechos; mas pesaba tanto, que fue necesario que Sancho ayudase a tomarlos, y mandóle su amo que viese lo que en la maleta venía. Hízolo con mucha presteza Sancho, y aunque la maleta venía cerrada con una cadena y su candado, por lo roto y podrido della vio lo que en ella había, que eran cuatro camisas de delgada holanda, y otras cosas de lienzo no menos curiosas que limpias, y en un pañizuelo halló un buen montoncillo de escudos de oro, y así como los vio dijo: Bendito sea todo el cielo que nos ha deparado una aventura que sea de provecho. Y buscando más, halló un librillo de memoria ricamente guarnecido. Este le pidió Don Quijote, mandóle que guardase el dinero y lo tomase para él. Besóle las manos Sancho por la merced, y desvalijando a la valija de su lencería la puso en el costal de la dispensa. Todo lo cual, visto por Don Quijote, dijo: Paréceme, Sancho (y no es posible que sea otra cosa), que algún caminante descaminado debió de pasar por esta sierra, y salteándole malandrines le debieron de matar, y le trujeron a enterrar en esta tan escondida parte. No puede ser eso, respondió Sancho, porque si fueran ladrones no se dejaran aquí este dinero. Verdad dices, dijo Don Quijote, y así no adivino ni doy en lo que esto pueda ser; mas espérate, veremos si en este librito de memoria hay alguna cosa escrita por donde podamos rastrear y venir en conocimiento de lo que deseamos.

05/07/2017 21:20
Salió la aurora alegrando la tierra, y entristeciendo a Sancho Panza, porque halló menos su rucio, el cual viéndose sin él comenzó a hacer el más triste y doloroso llanto del mundo, y fue de manera que Don Quijote despertó a las voces, y oyó que en ellas decía: ¡Oh hijo de mis entrañas, nacido en mi misma casa, brinco de mis hijos, regalo de mi mujer, envidia de mis vecinos, alivio de mis cargas, y finalmente, sustentador de la mitad de mi persona, porque con ventiséis maravedís que ganaba cada día mediaba yo mi despensa! Don Quijote que vió el llanto y supo la causa, consoló a Sancho con las mejores razones que pudo, y le rogó que tuviese paciencia, prometiéndole de darle una cédula de cambio para que le diesen tres en su casa, de cinco que había dejado en ella. Consolóse Sancho con esto y limpio sus lágrimas, templó sus sollozos y agradeció a Don Quijote la merced que le hacía, el cual, como entró por aquellas montañas, se le alegró el corazón, pareciéndole aquellos lugares acomodados para las aventuras que buscaba. Reducíansele a la memoria los maravillosos acaecimientos que en semejantes soledades y asperezas habían sucedido a caballeros andantes. Iba pensando en estas cosas tan embebecido y transportado en ellas, que de ninguna otra se acordaba, ni Sancho llevaba otro cuidado (después que le pareció que caminaba por parte segura), sino de satisfacer su estómago con los relieves que del despojo clerical habían quedado, y así iba tras su amo, cargado con todo aquello que había de llevar el rucio, sacando de un costal, y embaulando en su panza; y no se le diera por hallar otra aventura, entre tanto que iba de aquella manera, un ardite.

04/07/2017 21:27
Subió Don Quijote sin replicarle más palabra, y guiando Sancho sobre su asno, se entraron por una parte de Sierra Morena que allí junto estaba, llevando Sancho intención de atraversarla toda, e ir a salir al Viso o a Almodóvar del Campo, y esconderse algunos días por aquellas asperezas, por no ser hallados si la Hermandad los buscase. Animóle a esto el haber visto que de la refriega de los galeotes se había escapado libre la despensa que sobre su asno venía, cosa que la juzgó a milagro, según fue lo que llevaron y buscaron los galeotes.

Aquella noche llegaron a la mitad de las entrañas de Sierra Morena, adonde le pareció a Sancho pasar aquella noche y aún algunos días, a lo menos todos aquellos que durase el matalotaje que llevaba, y así hicieron noche entre dos peñas y entre muchos alcornoques: pero la suerte fatal, que según la opinión de los que no tienen lumbre de la verdadera fe, todo lo guía, guisa y compone a su modo, ordenó que Ginés de Pasamonte, el famoso embustero y ladrón, que de la cadena por virtud y locura de Don Quijote se había escapado, llevado del miedo de la Santa Hermandad, de quien con justa razón temía, acordó de esconderse en aquellas montañas, y llevóle su suerte y su miedo a la misma parte donde había llevado a Don Quijote y Sancho Panza a hora y tiempo que los pudo conocer, y a punto que los dejó dormir. Y como siempre los malos son desagradecidos, y la necesidad sea ocasión de acudir a lo que no se debe, y el remedio presente venza a lo porvenir, Ginés ni era agradecido ni bien intencionado, acordó de hurtar el asno a Sancho Panza, no curándose de Rocinante, por ser prenda tan mala para empeñada como para vendida. Dormía Sancho Panza, hurtóle su jumento, y antes que amaneciese se halló bien lejos de poder ser hallado.

25/06/2017 20:49
Naturalmente eres cobarde, Sancho, dijo Don Quijote; pero por que no digas que soy contumaz, y que jamás hago lo que me aconsejas, por esta vez quiero tomar tu consejo y apartarme de la furia que tanto temes; mas ha de ser con una condición, que jamás en vida ni en muerte has de decir a nadie que yo me retiré y aparté deste peligro de miedo, sino por complacer a tus ruegos; que si otra cosa dijeres, mentirás en ello, y desde ahora para entonces, y desde entonces para ahora te desmiento, y digo que mientes, y mentirás todas las veces que lo pensares o lo dijeres. Y no me repliques más, que en solo pensar que me aparto y retiro de algún peligro, especialmente deste que parece que lleva algún es no es de sombra de miedo, estoy para quedarme y para aguardar aquí solo no solamente a la Santa Hermandad que dices y temes, sino a los hermanos de las doce tribus de Israel, y a los siete Macabeos y a Cástor y a Polux, y aún a todos los hermanos y hermandades que hay en el mundo. Señor, respondió Sancho, que el retirarse no es huir, ni el esperar es cordura, cuando el peligro sobrepuja a la esperanza, y de sabios es guardarse hoy para mañana, y no aventurarse todo en un día, y sepa que aunque zafio y villano, todavía se me alcanza algo desto que llaman buen gobierno. Así que no se arrepienta de haber tomado mi consejo, sino suba en Rocinante si puede, o si no yo le ayudaré, y sígame, que el caletre me dice que hemos menester ahora más los pies que las manos.

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