Buho21 - red social y juegos online Multijugador  |  Juegos  |  VIP  |  Clubis  |  Software  |  Foros  |  Búsqueda
En un lugar de la Mancha ...

Para participar en los foros debes identificarte en la web. Gracias.
«1314151617»
21/08/2017 19:47
Y le agradecí su buen intento, pareciéndome que llevaba razón en lo que decía, y que mi padre vendría en ello como yo se lo dijese, y con este intento luego en aquel mismo instante fui a decirle a mi padre lo que deseaba, y al mismo tiempo que entré en un aposento donde estaba, le hallé con una carta abierta en la mano, la cual antes que yo le dijese palabra me la dió, y me dijo: "Por esta carta verás, Cardenio, la voluntad que tiene el duque Ricardo de hacerte merced". Este duque Ricardo, como ya vosotros, señores, debéis de saber, es un grande de España que tiene su estado en lo mejor desta Andalucía. Tomé y leí la carta, la cual venía tan encarecida, que a mí mismo me pareció mal si mi padre dejaba de cumplir lo que en ella se le pedía, que era que me enviase luego donde él estaba, que quería fuese compañero, no criado, de su hijo el mayor, y que él tomaba a cargo el ponerme en estado que correspondiese a la estimación en que me tenía.

Leí la carta, y enmudecí leyéndola, y más cuando oí que mi padre me decía: "De aquí a dos días te partirás, Cardenio, a hacer la voluntad del duque y da gracias a Dios que te va abriendo camino por donde alcances lo que yo sé que mereces". Añadió a éstas otras razones de padre consejero.


20/08/2017 17:28

—Metacrítico estáis.
—Es que no como.

Don Quijote de la Mancha.
20/08/2017 10:48
A esta Luscinda amé, quise y adoré desde mis tiernos y primeros años, y ella me quiso a mí con aquella sencillez y buen ánimo que su poca edad permitía. Sabían nuestros padres nuestros intentos, y no les pesaba dello, porque bien veían que cuando pasaran adelante no podían tener otro fin que el de casarnos, cosa que casi la concertaba la igualdad de nuestro linaje y riquezas. Creció la edad, y con ella el amor de entrambos, que al padre de Luscinda le pareció que por buenos respetos estaba obligado a negarme la entrada en su casa, casi imitando en esto a los padres de aquella Tisbe tan decantada de los poetas; y fue esta negación añadir llama a llama y deseo a deseo, porque aunque pusieron silencio a las lenguas, no le pudieron poner a las plumas, las cuáles con más libertad que las lenguas suelen dar a entender a quien quieren lo que en el alma está encerrado, que muchas veces la presencia de la cosa amada, turba y enmudece la intención más determinada y la lengua más atrevida.
¡Ay cielos, y cuantos billetes la escribí! ¡Cuán regaladas y honestas respuestas tuve! ¡Cuántas canciones compuse, y cuántos enamorados versos, donde el alma declara y traslada sus sentimientos, pintaba sus encendidos deseos, entretenía sus memorias y recreaba su voluntad! En efecto, viéndome apurado, y que mi alma se consumía con el deseo de verla, determiné poner por obra y acabar en un punto lo que pareció que más convenía para salir con mi deseado y merecido premio, y fue el pedírsela a su padre por legítima esposa, como lo hice: a lo que él me respondió que me agradecía la voluntad que mostraba de honrarle, y de querer honrarme con prendas suyas; pero que siendo mi padre vivo, a él tacaba de justo derecho hacer aquella demanda, porque si no fuese con mucha voluntad y gusto suyo, no era Luscinda para tomarse ni darse a hurto.

19/08/2017 13:18
Estas razones del Roto trajeron a la memoria a Don Quijote el cuento que le había contado su escudero, cuando no acertó el número de las cabras que habían pasado el río, y se quedó la historia pendiente, pero volviendo al Roto prosiguió diciendo: Esta prevención que hago es porque querría pasar brevemente por el cuento de mis desgracias, que el traerlas a la memoria no me sirve de otra cosa que añadir otras de nuevo, y mientrs menos me preguntáredes, más presto acabaré yo de decillas, puesto que no dejaré por contar cosa alguna que sea de importancia para satisfacer del todo vuestro deseo. Don Quijote se lo prometió en nombre de los demás, y él con este seguro comenzó de esta manera:

Mi nombre es Cardenio, mi patria una ciudad de las mejores de esta Andalucía, mi linaje noble, mis padres ricos, mi desventura tanta, que la deben de haber llorado mis padres y sentido mi linaje, sin poderla aliviar con su riqueza, que para remediar desdichas del cielo poco suelen valer los bienes de fortuna. Vivía en esta misma tierra un cielo, donde puso el amor toda la gloria que yo acertara a desearme: tal es la hermosura de Luscinda, doncella tan noble y tan rica como yo, pero de más ventura y de menos firmeza de la que a mis honrados pensamientos se debía.

16/08/2017 20:17
El Caballero del Bosque, que de tal manera oyó hablar al de la Triste Figura, no hacía sino mirarle y remirarle, y tornarle a mirar de arriba a abajo, y después que le hubo bien mirado, le dijo: Si tienen algo que darme a comer, por amor de Dios que me lo den, que después de haber comido yo haré todo lo que se me manda, en agradecimiento de tan buenos deseos como aquí se me han mostrado.
Luego sacaron Sancho de su costal y el cabrero de su zurrón con que satisfizo el Roto su hambre, comiendo lo que le dieron como persona atontada, tan apriesa que no daba espacio de un bocado al otro, pues antes los engullía que tragaba, y en tanto lo que comía ni él ni los que le miraban hablaban palabra. Como acabó de comer les hizó de señas que le siguiesen, como lo hicieron, y él los llevó a un verde pradecillo que a la vuelta de una peña poco desviada de allí estaba. En llegando a él se tendió en el suelo encima de la yerba, y los demás hicieron lo mismo, y todo esto sin que ninguno hablase, hasta que el Roto, después de haberse acomodado en su asiento, dijo: Si gustais, señores, que os diga en breves razonas la inmensidad de mis desventuras habéis de prometer de que con ninguna pregunta ni otra cosa no interrumpiréis el hilo de mi triste historia, porque en el punto que lo hagáis, en ese quedara lo que fuere contado.

15/08/2017 21:08

Capítulo vigésimocuarto

Donde se prosigue la aventura de la Sierra Morena

Dice la historia que era grandísima la atención con que Don Quijote escuchaba al astroso Caballero de la Sierra, el cual, prosiguiendo su plática, dijo: Por cierto, señor, quien quiera que seais, que yo no os conozco; yo os agradezco las muestras y la cortesía que conmigo habéis usado, y quisiera yo hallarme en términos que con más que la voluntad pudiera servir la que habeis mostrado tenerme en el buen acogimiento que me habeis hecho, mas no quiere mi suerte darme otra cosa con que corresponda a las buenas obras que me hacen, que buenos deseos de satisfacerlas.
Los que yo tengo, respondió Don Quijote, son de serviros, tanto que tenía determinado de no salir destas sierras hasta hallaros, y saber de vos si al dolor que la extrañeza de vuestra vida mostráis tener se podía hallar algún género de remedio, y si fuera menester buscarle, buscarle con la diligencia posible; y cuando vuestra desventura fuera de aquellas que tienen cerradas las puertas a todo género de consuelo, pensaba ayudaros a llorarla y a plañirla como mejor pudiera, que todavía es consuelo en las desgracias hallar quien se duela dellas. Y si es que mi buen intento merece ser agradecido con algún género de cortesía, yo os suplico, señor, por la mucha que veo que en vos se encierra, y juntamente os conjuro por la cosa que en esta vida más habéis amado o amáis, que me digáis quién sois y la causa que os ha traído a vivir y a morir entre estas soledades como bruto animal, pues moráis entre ellos tan ajeno de vos mismo cual lo muestra vuestro traje y persona; y juro, añadió Don Quijote, por la orden de caballería que recibí, aunque indigno y pecador, y por la profesión de caballero andante, si en esto, señor, me complacéis, de serviros con las veras a que me obliga el ser quien soy ora remediando vuestra desgracia, si tiene remedio, ora ayudándoos a llorarla, como os lo he prometido.

29/07/2017 21:14





PALABRAS DE DON QUIJOTE AL MORIR

Quien tiene ante los ojos
las terribles aspas
de los molinos de viento
ése
arrastra su corazón
y su cabeza
y su lanza
al
combate
contra los gigantes

Pero quien sigue mirando
las aspas de los molinos de viento
después de las carcajadas
de la chusma
y a los gigantes
sigue teniendo
en la cabeza
a ése la lanza
le traspasa el corazón

Erich Fried




16/07/2017 22:22
Que ya le había dicho Don Quijote cómo había visto pasar aquel hombre saltando por la sierra; el cual quedó admirado de lo que al cabrero había oído, y quedó con más deseo de saber quién era el desdichado loco, y propuso en sí lo mesmo que ya tenía pensado de buscalle por toda la montaña, sin dejar rincón ni cueva en ella que no mirase hasta hallarle. Pero hízolo mejor la suerte de lo que él pensaba ni esperaba porque en aquel mismo instante pareció por entre una quebrada de una sierra, que salía donde ellos estaban, el mancebo que buscaba, el cual venía hablando entre sí cosas que no podían ser entendidas de cerca, cuanto más de lejos. Su traje era cual se ha pintado, sólo que llegando cerca vió Don Quijote que un coleto hecho pedazos que sobre sí traía, era de ámbar, por donde acabó de entender qué persona que tales hábitos traía no debía de ser de ínfima calidad.

En llegando el mancebo a ellos los saludó con una voz desentonada y bronca, pero con mucha cortesía. Don Quijote le volvió las saludes con no menos comedimiento, y apeándose de Rocinante con gentil continente y donaire, le fue a abrazar, y le tuvo un buen espacio estrechamente entre sus brazos, como si de luengos tiempos lo hubiera conocido. El otro, a quien podemos llamar el Roto de la Mala Figura, como a Don Quijote el de la Triste, después de haberse dejado abrazar, le apartó un poco de sí, y puestas sus manos en los hombros de Don Quijote, le estuvo mirando como que quería ver si le conocía, no menos admirado quizá de ver la figura, talle y armas de Don Quijote, que Don Quijote lo estaba de verle a él. En resolución, el primero que habló después del abrazamiento fue el Roto, y dijo lo que se dirá adelante.

FIN DEL CAPÍTULO XXIII
16/07/2017 13:58
Quitámosele, pues, con no poca pesadumbre, y él sin decir más palabra se apartó de nosotros y se emboscó corriendo por entre estos jardines y malezas, de modo que nos imposibilitó el seguille. Por esto conjeturamos que la locura le venía a tiempos, y que alguno que se llamaba Fernando le debía de haber hecho una mala obra tan pesada, cuanto lo mostraba el término a que le había conducido. Todo lo cual se ha confirmado después acá con las veces, que han sido muchas, que él a salido al camino, unas a pedir a los pastores le den de lo que llevan para comer, y otras a quitárselo por fuerza, porque cuando está con el accidente de la locura, aunque los pastores se lo ofrezcan de buen grado no lo admite, sino que lo toma a puñadas, y cuando está en su seso lo pide por amor de Dios, cortés y comedidamente; y rinde por ello muchas gracias, y no con falta de lágrimas: y en verdad os digo, señores, prosiguió el cabrero, que ayer determinamos yo y otros cuatros zagales, los dos criados y los dos amigos míos, de buscalle hasta tanto que le hallemos, y después de hallado, ya por fuerza, ya por grado, le hemos de llevar a la villa de Almodóvar, que está de aquí a ocho leguas, y le curaremos, si es que su mal tiene cura, o sabremos quién es, cuando esté en su seso, y si tiene parientes a quien dar noticia de su desgracia. Esto es, señores, lo que sabré deciros de lo que me habéis preguntado, y entended que el dueño de las prendas que hallasteis es el mesmo que visteis pasar con tanta ligereza como desnudez.

14/07/2017 11:25
Saludónos cortésmente, y en pocas y muy buena razones nos dijo que no nos maravillásemos de verle andar de aquella suerte, porque así le convenía para cumplir cierta penitencia que por sus muchos pecados le había sido impuesta. Rogámosle que nos dijese quién era; mas nunca lo podimos acabar con él. Pedímosle también que cuando hubiese menester el sustento, sin el cual no podía pasar, nos dijese dónde le hallaríamos, porque con mucho amor y cuidado se lo llevaríamos, y que si esto tampoco fuese de su gusto, que a lo menos saliese a pedirlo, y no a quitarlo a los pastores. Agradeció nuestro ofrecimiento, pidió perdón de los asaltos pasados, y ofreció de pedillo de ahí adelante por amor de Dios sin dar molestia alguna a nadie.

En cuanto a lo que tocaba a la estancia de su habitación, dijo que no tenía otra que aquella que le ofrecía la ocasión donde le tomaba la noche; y acabó su plática con un tan tierno llanto, que bien fuéramos de piedra los que escuchádole habíamos, si en él no le acompañáramos, considerándole como le habíamos visto la vez primera, y cual le veíamos entonces, porque, como tengo dicho, era un muy gentil y agraciado mancebo, y en sus corteses y concertadas razones mostraba ser bien nacido y muy cortesana persona, que puesto que éramos rústicos los que le escuchábamos, su gentileza era tanta que bastaba a darse a conocer a la mesma rusticidad; y estando en lo mejor de su plática paró y enmudecióse, clavó los ojos en el suelo en un buen espacio en el cual todos estuvimos quedos y suspensos, esperando en qué había de parar aquel embelesamiento, con no poca lástima de verlo, porque por lo que hacía abrir los ojos, estar fijo mirando al suelo sin mover pestaña gran rato, y otras veces cerrarlos, apretando los labios y encarnando las cejas, fácilmente conocimos que algún accidente de locura le había sobrevenido; mas él nos dió a entender presto ser verdad lo que pensábamos, porque se levantó con gran furia del suelo donde se había echado, y arremetió con el primero que halló junto a sí con tal denuedo y rabia, que si no le quitáramos le matara a puñadas y bocados, y todo esto hacía diciendo: "Ah fementido Fernando, aquí, aquí me pagarás la sinrazón que me hiciste; estas manos te sacarán el corazón donde albergan y tienen manida todas las maldades juntas, principalmente la fraude y el engaño" : y a éstas añadía otras razones, que todas se encaminaban a decir mal de aquel Fernando, y a tacharle de traidor y fementido.

«1314151617»

10 siguientes

Sí, quiero ser socio VIP  | Ayuda | Contacto