No hubo bien oído Don Quijote nombrar libro de caballerías, cuando dijo: "Con que me dijera vuestra merced al principio de su historia que su merced de la señora Luscinda era aficionada a libros de caballerías, no fuera menester otra exageración para darme a entender la alteza de su entendimiento, porque no le tuviera tan bueno como, vos señor, le habéis pintado, si careciera del gusto de tan sabrosa leyenda: así que, para conmigo no es menester gastar más palabras en declararme su hermosura, valor y entendimiento, que con sólo haber entendido su afición, la confirmo por la más hermosa y discreta mujer del mundo, y quisiera yo, señor, que vuestra merced le hubiera enviado junto con Amadís de Gaula al bueno de don Ruger de Grecia, que yo sé que gustará la señora Luscinda mucho de Daraida y Garaya, y de las discreciones del pastor Darinel, y de aquellos admirables versos de sus Bucólicas, cantadas y representadas por él con todo donaire, discreción y desenvoltura; pero tiempo podrá venir en que se enmienda esta falta, y no dura más en hacerse la enmienda de cuanto quiera vuestra merced ser servido de venirse conmigo a mi aldea, que allí le podré dar más de trescientos libros, que son el regalo de mi alma y el entretenimiento de mi vida; aunque tengo para mí que ya no tenga ninguno, merced a la familia de malos y envidiosos encantadores, y perdóneme vuestra merced el haber contravenido a lo que prometimos de no interrumpir su plática, pues en oyendo cosas de caballeros andantes, así es en mi mano dejar de hablar dellos, como lo es en la de los rayos del sol dejar de calentar, ni humedecer en los de la luna. Así que, perdón y proseguir, que es lo que ahora hace al caso".
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