EL AMANTE RECUERDA
No todo lo he perdido. Queda tu nombre. Queda
la hondura del silencio después de pronunciarlo.
Queda lo que no pasa ni puede pasar nunca:
lo que nunca ha pasado.
JOSÉ CEREIJO
Parece que soy yo quien hasta mí se acerca,
quien erguido camina rodeando mis piernas,
apoyando la piel sobre mi pecho,
cuando se acercan ellos, los recuerdos,
esos gatos sonámbulos del tiempo
que vigilan reunidos,
como palabras dichas,
caídas en el blanco
mantel de aquellas fiestas.
¿Dónde está la memoria,
detrás de qué latido se levanta
para enseñar su rostro,
el tesoro que lleva en sus ojeras
de canciones perdidas, de promesas
que nos tiran de pronto hacia otra parte?
Mi historia no es un libro, como dices,
es la esquina doblada de una página,
porque pensar también lo que no he sido
me define de un modo más exacto
por elecciones
o presentimientos,
porque hay versos que nunca se llegan a escribir
y la fidelidad que tengo a la poesía:
es demasiado débil,
ni siquiera respeta su nostalgia.
Perdóname. ¿Recuerdas
el juego de crecer en soledad,
una voz que te llama por tu nombre?
La vida no traiciona, sólo existe
de un modo diferente al esperado
y es justo que se cuide, pues la cito
cuando tengo interés en malgastarla.
LUIS GARCÍA MONTERO
Poema II
¿Con qué podré retenerte?
Te ofrezco la amargura de un hombre que ha contemplado mucho tiempo la luna solitaria.
Te ofrezco callejones retorcidos, apremiantes atardeceres, la luna de los suburbios desarrapados.
Te ofrezco mis antepasados, mis fallecidos, los fantasmas que los vivientes han honrado en mármol: el padre de mi padre, muerto en batalla en la frontera de Buenos aires, con dos balas a través de sus pulmones, barbudo y muerto, envuelto por sus hombres en un cuero de vaca; el abuelo de mi madre —apenas de venticuatro años— comandando un ataque de trescientos soldados en Perú, hoy espectros cabalgando caballos desvanecidos.
Te ofrezco la intuición que puedan encerrar mis libros, la hombría o el humor de mi vida.
Te ofrezco la lealtad de un hombre que nunca ha sido leal.
Te ofrezco ese meollo de mí mismo que no sé cómo he resguardado –el corazón medular que no trata con palabras, que no trafica en sueños y que no toca el tiempo, la dicha o las adversidades.
Te ofrezco el recuerdo de una rosa amarilla vista al atardecer, antes de que tú nacieras.
Te ofrezco explicaciones de ti misma, auténticas y sorprendentes noticias de ti misma, teorías acerca de ti misma;
Puedo darte mi soledad, mi umbría, el hambre de mi corazón; trato de sobornarte con la incertidumbre, con el riesgo, con la derrota.
De Two English Poems, 1934 Jorge Luis Borges
Considerando en frío, imparcialmente, que el hombre es triste, tose y, sin embargo, se complace, insuflando su pecho colorado; que lo único que hace es componerse de días; que es lóbrego mamífero y se peina... A medio abrir, sus ojos, estudiaron, desde antaño su fórmula famélica de masa... Considerando también que el hombre es un genuino animal y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la sien.. Examinando, en fin, sus trastos, su lavabo, su desesperación, al terminar su día atroz, borrándolo... Considerando sus documentos generales y mirando con gafas aquel certificado que prueba que nació muy pequeñito... le hago una seña, viene, y le doy un abrazo, emocionado. ¡Qué más da! Emocionado... Emocionado...
Baruch Spinoza
Bruma de oro, el Occidente alumbrala ventana. El asiduo manuscritoaguarda, ya cargado de infinito.Alguien construye a Dios en la penumbra. Un hombre engendra a Dios. Es un judíode tristes ojos y de piel cetrina;lo lleva el tiempo como lleva el ríouna hoja en el agua que declina. No importa. El hechicero insiste y labraa Dios con geometría delicada;desde su enfermedad, desde su nada, sigue erigiendo a Dios con la palabra.El más pródigo amor le fue otorgado,el amor que no espera ser amado.
Borges
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